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Resistiendo al amor
Resistiendo al amor
Por: Joana Guzman
Capítulo 1: Primer encuentro

Skylar mantuvo la vista al frente ignorando a las otras tres personas que viajaban con ella en el ascensor. Los había visto mirar en su dirección más de una vez con la pregunta clara en el rostro. ¿Qué hacía allí? Casi podía apostar que creían que era parte del personal de limpieza y que se había equivocado de ascensor. Malditos snobs.

Bueno, le importaba muy poco lo que ellos creyeran mientras mantuvieran sus pensamientos en su cabeza. Porque estaba segura de que no sería muy educada si le decían algo. Estaba furiosa… No, eso ni siquiera se le acercaba.

Su padre había dedicado casi toda su vida a Industrias Hoteleras Harris. Y todo para que un día, después de treinta años sirviendo a ese lugar, sin ninguna justificación, el poderoso John Harris decidiera que ya no necesitaba de los servicios de uno de sus mejores administradores.

—Respira —murmuró y los otros la observaron como si se tratara de una loca. Les lanzó una mirada mordaz y todo desviaron la mirada de inmediato.

El jefe de su padre, o debería decir exjefe, era un completo idiota. No había tenido la oportunidad de conocerlo en persona para confirmarlo, pero no parecía muy difícil de deducir después de lo que había hecho y justo en el peor momento.

Su familia necesitaba de ese dinero para poder vivir. Su madre había fallecido tres meses atrás, después de casi un año luchando contra el cáncer. El seguro había sido una gran ayuda; pero cuando le dijeron a su madre que solo le quedaba unos pocos meses de vida y que no había nada más que pudieran hacer, habían tenido que crear un espacio en casa para darle el cuidado adecuado. Eso se había llevado todos sus ahorros y además les había dejado una deuda considerable que aún estaban pagando.

El sueldo que ganaba en su trabajo de medio tiempo, apenas alcanzaba para costear algunos gastos. Ya se habían atrasado un par de cuotas y el banco no iba a esperar mucho más. Había estado barajeando la idea de volver a dejar sus estudios y conseguir un trabajo a tiempo completo o incluso dos trabajos mucho antes de que su padre fuera despedido. Esa ya no parecía solo una opción ahora, a menos que pudiera hablar con el jefe de su padre y solucionar las cosas.

El ascensor abrió las puertas un piso antes de su destino y todos se bajaron. No tardó en llegar a su destino después de eso.

El ambiente que la recibió al salir del ascensor era aún más elegante que el ingreso principal. Los ventanales se extendían desde el suelo hasta el techo, los pisos brillaban tanto que podrían pasar por espejos y algunos cuadros —que seguro valían más de lo que ella podía ganar en un año— adornaban las paredes blancas.

Se quedó por un momento petrificada perdiendo el valor que había logrado reunir para ir hasta allí. Su corazón latía frenético y sintió un aire helado recorrerla.

Tomó un respiro profundo y cuadro los hombros. No había llegado tan lejos para darse la vuelta en ese momento. No había sido nada fácil burlar a los guardias de la primera planta.

Caminó hasta la mujer que estaba sentada detrás de un mostrador. El atuendo de la mujer, a diferencia del suyo, parecía estar en sintonía con el lugar. Ella levantó la mirada cuando se detuvo.

—Buenas tardes.

—Buenas tardes. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarla?

Le dio un punto extra a la mujer por no preguntarle si estaba perdida.

—Necesito hablar con el señor Harris —dijo con seguridad.

—¿Tiene usted una cita?

—No, pero es algo importante.

—Lo siento, sin una cita no puedo dejarla entrar a verlo.

Su ira volvió a resurgir.

—No me iré de aquí sin hablar con él.

—Señorita, le repito…

—Sí, la entendí la primera vez que lo dijo. Ahora entiéndame usted, no me iré de aquí sin antes haber hablado con él. —Su voz subió un par de octavas, pero procuró no gritar. Sabía que para la mujer sería fácil llamar a seguridad, quienes no dudarían en sacarla del modo que fuera necesario.

Tenía que ver al señor Harris y pedirle que le devolviera el trabajo a su padre, suplicarle de ser necesario. Sabía que tal vez ir a hablar con el dueño de todo un imperio no había sido la mejor idea y que su padre jamás hubiera estado de acuerdo de haber estado al tanto de sus planes; pero no tenía idea de que más hacer.

Su padre ya había hablado con sus jefes inmediatos y todos le habían dado la misma respuesta. Que lo sentían mucho y que habían sido órdenes directas del dueño. No veía como un hombre tan ocupado y poderoso podía tener tiempo para despedir a gente que ni siquiera conocía, pero tampoco tenía sentido que le hubieran mentido.

—¿Qué sucede? —preguntó una voz profunda poniendo sus sentidos en alerta.

—Señor Harris, buenas tardes —dijo la mujer poniéndose de pie. No le pasó desapercibido que parecía nerviosa mientras se pasaba la mano por el cabello y se alisaba la falda.  

—Perfecto. Señor Harris, necesitaba hablar con usted —soltó dándose la vuelta para confrontar al hombre, pero cualquier pensamiento coherente se esfumó y las palabras murieron en su garganta tan pronto lo vio.  

Estaba segura de que el señor Harris era un hombre por encima de los sesenta años de edad, no el hombre que tenía frente a ella.

—La señorita insiste en hablar en su padre, pero no tiene una cita.

El hombre la observó en silencio mientras la secretaria terminaba de hablar.

—Yo me haré cargo. Señorita… —dijo él inquisitivo.

Skylar tuvo que hacer un esfuerzo para recordar cómo hablar.

—Skylar. Skylar Rogers.                                 

—Es un gusto, soy Dan Harris. —Él le ofreció una mano y al tocarlo un escalofrío la recorrió, pero lo ignoró sabiamente—. ¿Por qué no pasa a mi oficina y hablamos allí? —Aunque lo formuló como pregunta, pareció más una orden.

Dan Harris, repitió el nombre en su cabeza.

Tenía frente a ella al heredero de John Harris y un éxito en los negocios, o eso es lo que su padre había dicho sobre él. Ahora entendía porque la recepcionista se había arreglado tan pronto como lo había visto. Muchas mujeres seguro hacían lo mismo cada vez que lo veían, en un intento desesperado porque las notara.

Dan Harris era bastante atractivo, de esa clase de hombre que al entrar en una habitación se roba toda la atención, pero también bastante intimidante. Él le llevaba al menos dos cabezas lo cual la obligaba a levantar la cabeza para poder mirarlo. Tenía el cabello cobrizo que combinaba a la perfección con sus ojos azules como el cielo. Sus rasgos eran duros, tenía la nariz respingada y la mandíbula afilada. Su rostro era casi perfecto, a excepción por la cicatriz sobre la ceja derecha, que si le preguntabas solo le daba un toque más sensual.  

—¿Piensa venir? —Dan la estaba mirando sobre el hombro desde un poco más allá de donde había estado antes. Había estado tan perdida en sus pensamientos que no se había dado cuenta que él había comenzado a caminar sin esperar una respuesta de su parte.

No le agradó ni su actitud, ni el tono de voz que usó; pero, dado que estaba allí para pedir algo, se tragó la respuesta sarcástica que pugnaba por salir de su boca.

No necesitas decir todo lo que piensas. Casi fue como si su madre le estuviera hablando al oído.

Dan la hizo a pasar a su oficina antes de cerrar la puerta.

—Tome asiento —invitó él y nuevamente sonó a una orden.

Se sentó poco antes de que él hiciera lo mismo al otro lado de su escritorio. Verlo en su ambiente, era como ver a un tiburón nadando en el mar antes de atacar a su presa. Su simple postura dejaba en claro quien estaba a cargo allí.

Dejó de analizarlo. No estaba allí para admirarlo como si acabara de conocer a alguno de sus ídolos más famosos.  

—¿Qué es lo que quería hablar con mi padre tan urgentemente?

Skylar tenía un discurso preparado, pero a quién había tenido en mente al momento de hacerlo era un hombre que no lo pusiera nerviosa con su sola presencia.

No es momento para tonteras, se recordó.

—Mi padre fue despedido hace una semana —dijo yendo directo al grano. Nunca se sabía si el hombre podía arrepentirse y botarla. Aunque no se iría sin luchar—. Él ha trabajado por casi treinta años con ustedes y le ha dedicado su vida a su trabajo. Siempre cumplió sus deberes de manera extraordinaria. No existe un motivo por el cual se pueda justificar su despido —explicó con vehemencia.

—Escúcheme…

—No, escúcheme usted. —Su voz sonó más fuerte de lo que esperó. Hasta allí había llegado su control—. No pueden despedirlo tan repentinamente, no después de todo lo que les ha dado. El necesita de este trabajo y nunca encontraran a alguien tan responsable, honesto y eficiente como él.

Dan la miraba como si fuera un espécimen extraño, pero al menos no le pidió que se fuera.

—¿Terminó? —preguntó él con la misma expresión seria, aunque por un segundo creyó ver un brillo de diversión en sus ojos. Se preguntó si es que acaso sería capaz de sonreír, no es que fuera algo importante en ese momento.

Asintió haciendo su mayor esfuerzo por no sonrojarse.

—Hablaré con él, pero no puedo prometerle nada. Aunque no conozco los motivos de porqué hizo lo que hizo…

—No hay motivos. —No era la mejor quedándose callada.

Dan alzó la ceja y ella lo miró desafiante.

Él esperó un poco antes de continuar como si no lo hubiera interrumpido.

—Debo decirle que mi padre rara vez da un paso atrás cuando ha tomado una decisión. —Eso no sonaba para nada esperanzador.

—Debí hablar con él personalmente.

—Jamás la habría recibido. Dejé su teléfono en recepción y alguien se pondrá en contacto con usted.

Tuvo que aceptar que, aunque él daba algo de miedo y no le gustaba demasiado que parecía querer darle órdenes a diestra y siniestra, al menos parecía alguien justo. Apenas había terminado de pensar eso cuando alguien irrumpió en la oficina.

—¿Así que no estás? —preguntó una mujer en voz alta con el rostro rojo y el ceño fruncido.  

—Lo siento, señor —dijo la secretaria entrando apresurada detrás de la mujer. Lucía agitada como.

—No te preocupes, me hago cargo.

—Señorita Rogers. —Dan se pudo de pie y entendió la indirecta. Se levantó dispuesta a escapar de lo que sea que estuviera sucediendo.

—Entonces ahora te enredas con las de barrio bajo. ¿No me digas que me cambiaste por esto?

Debía tratarse de alguna novia o exnovia.

—Jenna —advirtió Dan con voz mortal y ella tuvo el tino de parecer asustada.

La mujer la observó de pies a cabeza como quién observa una cucaracha. No entendía que buscaba la mujer al tratar de hacerla sentir inferior. Estaba claro que entre las dos ella se veía mejor con su ropa de diseñador y su corte a la moda. Detestaba ese tipo de competencia que algunas mujeres creían necesario hacer por un hombre. Y detestaba a los hombres que lo ocasionaban. Pero no iba a permitir que nadie le hablara así.

—No necesita defenderme, puedo hacerlo yo misma —le dijo a Dan antes de centrar su atención en la mujer—. Soy de barrio bajo, pero al menos yo no me estoy dejando en ridículo buscando a un hombre que al parecer ya no quiere nada con usted. Y, solo para que quede claro, el señor Harris y yo no tenemos nada.

Sin esperar respuesta, se dio la vuelta y se marchó. No sabía la historia que había entre “mujer perfecta” y Dan, y no se iba a quedar a averiguarlo. 

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