—¿Estás segura de esto?
—No, pero no tengo otra opción.
—Seguro que podemos encontrarla entre las dos.
—Quizás si tuviera más tiempo.
Estaba entre la espada y la pared. Si no hacía algo pronto, perdería su casa.
Esa tarde, después de que salió del edificio de Industrias Hoteleras Harris, había recibido una llamada del banco. Se habían puesto en contacto con ella después de que su padre no les respondiera el teléfono. Le habían dejado claro que, si no entregaba el dinero para el lunes, embargarían su casa. Skylar no podía permitirlo, era lo único que les quedaba.
Su padre y su hermana menor dependían de ella. Hailey apenas tenía doce años y ya había atravesado tantas cosas para su corta edad. No iba a permitir que ella pasara por más. Sin su madre allí, era su responsabilidad ayudar a cuidarla.
—¿Qué le dirás a tu padre cuando pregunte por el dinero?
—No lo he pensado aún, pero seguro se me ocurrirá algo. —Mentirle no era algo que le gustara hacer, pero no veía otra opción.
—Ni siquiera sabía que existía ese tipo de lugares.
—Yo tampoco. —Vender su virginidad al mejor postor parecía algo sacado de una película; sin embargo, era algo bastante real.
—¿Estás segura de que puedes confiar en esa mujer?
No, ni un poco. Pero no dijo eso en voz alta, Lily ya parecía muy preocupada.
No conocía a Laurie en persona; de hecho, hasta ese día nunca había hablado con ella. Había conseguido su tarjeta gracias a Cady, una de sus colegas del trabajo. Unos días atrás ella había escuchado hablar con su padre en su descanso y luego le había ofrecido la tarjeta de su Laurie.
—Ella puede ayudarte a conseguir dinero rápido —le había dicho—. Dile que llamas de mi parte.
Skylar había mirado el papel con recelo. Dinero rápido solo podía significar algunas cosas en ese mundo. Sexo o drogas. Ni siquiera tenía idea de cómo ella se había dado cuenta de que nunca había estado con un hombre. Al final lo había aceptado y lo había guardado en su bolso, esperando no utilizarlo nunca.
Entonces el banco había llamado y la tarjeta se hizo más pesada, era como si hubiera cobrado vida y le hubiera recordado que estaba allí. No se había detenido a considerarlo una segunda vez, porque de haberlo hecho se habría arrepentido. Laurie le había explicado que era lo que tenía que hacer antes de decirle que la esperaba esa misma noche. Luego le dio la dirección de uno de los barrios más elegantes de la ciudad.
—No tengo otra opción —dijo regresando al presente.
—Tal vez debería ir contigo.
—Aunque lo aprecio, no quiero meterte en un lío.
Dejó el maquillaje a un lado y se giró para ver a su amiga.
—¿Cómo me veo?
—Sexy.
Sonrió.
—Gracias. —Una notificación sonó en su celular—. Es el taxi que pedí —dijo mirándolo. Luego guardó el aparato en su pequeña cartera junto al spray de pimienta.
—Suerte y por favor llámame en cuanto puedas. Estaré preocupada por ti.
—No tienes por qué, puedo cuidarme. Además, Laurie me aseguró que el lugar es seguro.
Lily se levantó de la cama y se acercó hasta ella, luego la abrazó.
—No me importa lo que te haya dicho, yo seguiré preocupándome. —Tenía suerte de tener una amiga como ella.
—Tengo que irme.
Lily la soltó y le dio una sonrisa.
Había llegado la hora, se despidió de su amiga y bajó a la primera planta. Su amiga vivía en un pequeño departamento a media hora de donde estaba su casa. Se había mudado allí cuando cumplió dieciocho y pudo alejarse de su madre. Lily tampoco había tenido una vida afortunada.
El viaje en taxi se sintió como un paseo hacia su muerte. Más de una vez se recordó porque estaba haciendo eso.
No están difícil, pensó. Según Laurie, solo tendría que modelar cuando llegara su turno y luego esperar hasta que la subasta acabara. Pero no necesitaba decirlo en voz alta para saber que eso no era lo que la preocupaba.
Estaba aterrada de la idea de irse a la cama con un completo extraño. No es que se hubiera estado guardando para el chico perfecto. Si había permanecido virgen, era porque entre la enfermedad de su madre, el trabajo a medio tiempo y la universidad, apenas y tenía vida social.
—Señorita, llegamos —anunció el chófer sacándola de su ensoñación.
Observó a través de la ventana y vio que estaban frente a un edificio de dos pisos.
—Muchas gracias —dijo pagándole al hombre antes de bajar del auto.
Se quedó parada observando el lugar aún mucho después de que el taxi desapareciera. Parecía como cualquier club de la ciudad. Tenía un letrero con luces en neón y la música llegaba desde el interior. Afuera había una fila de muchachos esperando para entrar. Dos hombres, que parecían más unos gorilas, resguardaban la puerta.
Caminó hasta la entrada y sacó la tarjeta de Laurie para mostrársela a uno de los guardias. El hombre miró el papel un segundo y luego su mirada la recorrió de pies a cabeza. Se aseguró de pararse con seguridad, pese a ser lo último que sentía. Cuando él le dio le dio una sonrisa lasciva lo miró con aburrimiento.
—¿Pase la evaluación? —preguntó altiva.
—Tienes carácter.
—No tengo tiempo para esto. Me llevarás con Laurie o debo encontrar el camino por mí misma.
—Sígueme, preciosa. —Ignoró como la llamó y caminó detrás de él.
Rodearon el edificio y entraron por una calle aledaña. Se detuvieron frente a una puerta y el guardia pasó una tarjeta para abrirla.
—Buena suerte, preciosa —dijo él sosteniendo la puerta para que entrara.
La puerta se cerró tan pronto ella entró.
—Idiota —dijo en voz baja.
Estando a solas sus hombros se hundieron y su confianza casi desapareció por completo.
Observó alrededor, estaba en lo que parecía una recepción de algún tipo. El lugar era elegante y para nada lo que había imaginado. Esperaba más un sótano secreto con olor a alcohol y cigarrillos.
Se dirigió hacia el pasadizo y caminó por él solo guiada por el ruido de personas hablando y riendo.
—Tu puedes hacerlo —murmuró tratando de darse valor mientras se recordaba que debía respirar.
Se detuvo en el umbral de las puertas de madera, una de las alas estaba abierta y le permitió ver hacia el interior. Si no hubiera estado en aquella situación, habría admirado el salón que tenía frente a ella. En su lugar solo pudo ser consciente de la cantidad de hombres que había, todos vestidos de traje y un gran porcentaje por encima de los cincuenta años. No es que sería más fácil estar con alguien más cercano a su edad.
Todavía no era tarde para echarse para atrás. Podía irse y fingir que eso nunca había pasado, pero no tendría el dinero y perdería la casa.
Estaba por entrar cuando vio a un hombre toquetear a una de las camareras con total descaro y en frente de otros sujetos.
No, no había manera de que pudiera hacerlo. Encontraría otra manera.
Se dio la vuelta antes de que alguien notara su presencia, dispuesta a salir de ese lugar.
—¡Maldición! —rechinó entre dientes cuando se estrelló con alguien.
—¿Estás bien?
—¿Por qué no te fijas por dónde vas? —reprochó.
—Eres tú la que debería tener más cuidado. —La voz del hombre demostraba molestia.
Esa voz se le hizo bastante conocida. Alzó la cabeza y se encontró con quién menos esperaba ver en un lugar como aquel. Jamás se le hubiera ocurrido pensar que alguien como aquel hombre necesitara pagar para obtener mujeres. Aunque que sabía ella sobre los ricos y lo que necesitaban.
—¿Qué haces aquí? —preguntó antes de poder detenerse a pensarlo.
Dan no la había reconocido, al menos no al principio.
—No creo que eso sea de su incumbencia, señorita Rogers. A menos que esté interesada en decirme lo que hace usted aquí.
Skylar se preguntó si era en la escuela donde le habían enseñado a usar aquel tono arrogante o lo había aprendido por su cuenta.
—Buen punto. Fue un gusto volver a verlo —No estaba segura de cuan convincente sonó. Después de lo que había visto en su oficina no era precisamente alguien de su agrado; pero no podía tratarlo con descortesía cuando él la estaba ayudando—, pero me temo que me tengo que ir.
Sabía que tenía que preguntar si había hablado con su padre sobre lo que le dijo, pero decidió que era mejor esperar a que la llamaran para decírselo. No quería permanecer ni un segundo más allí.
Lo esquivó y se alejó sin esperar una respuesta de su parte.
Cuando llegó a la puerta se encontró frente a un nuevo problema. Al parecer la tarjeta que había usado el hombre de seguridad no era solo para entrar.
Soltó un suspiro y se recostó contra una de las paredes, esperando que el gorila volviera en algún momento y aprovechar para salir. No debía llevar ni diez minutos allí cuando escuchó otra vez la voz de Dan.
—Hablaremos cuando estemos en tu departamento. —No sabía con quién estaba hablando, pero parecía realmente molesto.
Miró en su dirección y lo vio acercarse junto con un joven, debía de tener la edad de Skylar a lo sumo.
—Señorita Rogers, otra vez usted —dijo él cuando notó su presencia. Casi creyó que parecía divertido al verla—. Asumo que no tiene la manera de salir de aquí.
—Y asumo que usted sí —dijo con una sonrisa para nada sincera.
—¿Quién es ella? —preguntó su acompañante—. No importa. Yo mismo me presentaré. —Él se acercó y le tendió una mano—. Soy James, primo de Dan.
Reconoció el parecido entre ambos hombres, aunque Dan era más atractivo. Sacudió la cabeza, no era el momento para pensar en cosas como esas.
—Skylar —dijo escueta tomando su mano por cortesía.
—Skylar, ¿no te gustaría ir a tomar algo conmigo?
—James —advirtió Dan, pero su primo lo pasó por alto.
—No estoy interesada.
—Vamos, te aseguró que te divertirás. —Él le guiñó un ojo.
Miró por encima de él, en dirección a Dan. Estaba cansada y solo quería irse a casa para pensar en un nuevo plan. No tenía tiempo para regodearse en su miseria.
—¿Puede abrir la puerta, por favor?
Él la miró en silencio por un segundo y luego se acercó a la puerta. Esta se abrió con un sonido.
—¿Desea que la lleve a algún lugar? —preguntó Dan en cuanto estuvieron afuera.
—No, muchas gracias, señor Harris. Buenas noches.
Dan observó a Skylar alejarse. Sus caderas se balanceaban como si estuvieran siguiendo el ritmo de alguna canción. Sus tacones repiqueteaban en el suelo a cada paso. Estaba muy diferente de cómo se había presentado en su oficina esa tarde. Su cabello dorado caía libre por su espalda y la ropa casual había sido remplazada por un vestido color plata que resaltaba todas sus curvas y apenas la cubría más allá de sus nalgas.Era una mujer sexy, de eso no cabía duda.Se preguntó qué es lo que había estado haciendo ella en un lugar como ese y vestida de aquella manera. Solo se le ocurría una posibilidad. Una vez al mes el club organizaba una subasta, que según su punto de vista era una completa estupidez. Solo una manera en la que algunos hombres buscaban subirse el ego.—Ella es bastante sexy —dijo James repitiendo sus propios pensamientos.&mdas
—Gracias por traerme. Agarró la manija de la puerta para bajarse. —¿Qué estás estudiando? —preguntó Dan deteniéndola. Casi ignoró y se bajó de todas formas. Necesitaba un tiempo a solas para asimilar lo que él le había dicho y el hecho de que no había posibilidad de que su padre recuperara su trabajo. —Administración de empresas —dijo al fin—. Voy en mi tercer año, aunque debería estar en mi último año. Tuve que dejar los estudios por un tiempo cuando mi madre… —Se interrumpió al darse cuenta de que estaba diciendo más de lo que debería. Siempre prefería mantenerse reservada sobre sus asuntos. No quería, ni necesitaba la compasión de nadie—. Como sea, ya me tengo que ir. No tengo mucho tiempo. —¿Estarías interesada en trabajar para mí? Lo miró como si le hubiera salido otra cabeza. No podía entender cómo funcionaba la cabeza de ese hombre. —¿Hablas en serio? —Siempre lo hago. —¿Cuál es el truco? —Ninguno.
Skylar quería compartir su felicidad con alguien y mientras viajaba de regresó a casa, le envió un mensaje a su amiga para pedirle que se encontraran cerca de su casa. Ella respondió en seguida diciendo que la vería allí. Lo más probable es que todavía estuviera preocupada por ella. La noche anterior había regresado al departamento de su amiga totalmente derrotada, creyendo que había arruinado la única oportunidad de salir adelante. Llamó también a su actual jefe para decirle que dejaría de trabajar para él. Debido a que no tenía un contrato formal, no esperaba que hubiera ningún problema aún con tan poca antelación, pero él la sorprendió al decirle que era un alivio porque tenía en mente prescindir de sus servicios en los próximos días y no sabía cómo decírselo.Pese a que Da
—Tengo el documento que me pidió —dijo Skylar entregándole una carpeta—. Subrayé las partes más importantes e hice algunas anotaciones. Consideré todos los puntos que se tomaron en cuenta en nuestra reunión. —Muy bien. ¿Sabes si Emma se puso en contacto con los inversionistas de nuevo proyecto para concertar la cita?—Sí, su reunión se llevará a cabo el lunes a las diez de la mañana. —Ella miró su agenda antes de continuar—. Respecto al proyecto de Australia, los primeros informes acaban de llegar. Debería estar en su correo. Los revisé y las renovaciones están marchando según lo esperado.Asintió y le dio una sonrisa de aprobación.En un par de semanas, Skylar se había adaptado bastante bien a sus funciones y lo estaba haciendo mejor que bien. Además, estaba haciendo q
—Nos vemos mañana, jefa —se despidió James. No se contuvo de rodar los ojos ante el apodo—. Eso no es lo que haría una señorita.—Con lo mucho que me importa. Vete de una vez antes de que se me ocurra algo más que de debas hacer. Hablando de eso creo que…James sacudió la mano y desapareció apresurado. Ese era su segundo día de trabajo y Skylar no le había dado ni un corto respiro. Aunque su jefe no le había dicho la verdad respecto a porque lo estaba poniendo a su cargo —no es que él diera explicaciones alguna vez—, era obvio que era una especie de castigo.En ese corto tiempo le había bastado para llegar a la conclusión que James no era un mal sujeto, solo demasiado pagado de sí mismo y un algo arrogante. Sonaba a alguien muy conocido, debía ser algo de familia. Como sea, no sabía lo que había hecho p
—Este lugar es muy hermoso, no había tenido la oportunidad de venir antes.Dan miró a su cita tratando de procesar sus palabras. Había salido con Sadie un par de veces en el pasado. Era una mujer hermosa y no esperaba nada de él más que un encuentro ocasional. Usualmente disfrutaba de su compañía, pero esa noche sus pensamientos estaban atrapados en otro lado y le estaba costando bastante mantenerse concentrado. —Lo es —respondió sin saber que más decir. Al parecer su respuesta fue suficiente porque Sadie continuó hablando.Se preguntó por qué estaba allí en lugar de su departamento. No estaba de humor para una cita, ni para nada en realidad. Debería haberle enviado un mensaje a Sadie para cancelarle tan pronto dejó el ascensor, pero no se sintió bien haciendo eso con poca antelación. En su lugar había decidido co
—Está bien, iré con usted —aceptó Skylar sin estar del todo segura de cuan inteligente era; pero sabía que tenían que hablar. Tenía que dejarle claro a su jefe que su relación era estrictamente profesional y no iba a lograr eso evitándolo.Además, era mejor hablar en un lugar público antes que regresar a su oficina. Eso mantendría a Dan bajo raya y ella podría concentrarse en que decir y no en lo que se sentiría que la besara otra vez o cómo se veía detrás de su traje. Esa última pregunta la había estado fastidiando demasiado.La noche anterior le había costado dormir. Cada vez que había cerrado los ojos había visto a Dan junto a ella haciéndole cosas que estaba segura no debería haber imaginado acerca de su jefe.Cansada y con ojeras debajo del maquillaje, esa mañana, mientras viajaba
Dan tenía la capacidad de pasar de fuego a hielo en un parpadeo. Habían pasado algunos días desde que él la había invitado a cenar para hacerle su inesperada proposición y, ahora, él actuaba como si nada hubiera sucedido. Al parecer era una clara declaración de que la pelota estaba en su cancha y que hasta que ella no decidiera que hacer a continuación, él no iba a decir nada más. ¿Quién demonios le hace una proposición como esa a una mujer y luego actúa como si nada? Bueno, pues dos podían jugar al mismo juego. No pensaba decir nada hasta que él lo hiciera, aunque tenía una respuesta clara. No había manera que se involucrara con su jefe. No era ninguna idiota, ella tenía mucho que perder a diferencia de él. No, no se iba a arriesgar a perder la poca estabilidad que había ganado por deseo y una noche de sexo. Los sonidos de pasos en el pasillo la sacaron de su ensoñación. Miró el reloj en su muñeca y se dio cuenta que aún faltaba quince minutos para l