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Luke Eisner: ¨ Un monstruo sin piedad ... ¨ Capítulo 4:

Estoy varios minutos esperando a que alguien salga y me brinden información sobre el estado de la joven, pero eso no ocurre. No soporto la espera. Por eso quería estar ahí dentro. No saber lo que sucede es insoportable.

Bajo la cabeza cerrando los ojos, hasta que siento a alguien a mi lado, que coloca una mano en mi cabello, acariciándolo cariñosamente. Levanto la vista para encontrarme unos ojos marrones preocupados. Es mi secretaria, Margot, una mujer de más de 50 años, con unas pocas canas salteadas en el nacimiento de su cabello negro. Me mira con pena, con compasión y sabe que no lo soporto. Esta mujer a mi lado me conoce. Comprende cómo me hace daño pasar por lo mismo nuevamente.

Trae consigo una camisa blanca y me la coloca alrededor de los hombros. Había olvidado que estaba desnudo de cintura para arriba y descalzo. Ese era el menor de mis preocupaciones.

Aparto la vista de sus ojos para no ver lástima en ellos. Mis manos están rojas por la sangre de la chica que atropelle. Sangre que causé por mis imprudencias, siento que se me pega a la piel como un tatuaje, recordándome mi condena. 

Me froto las manos intentando inútilmente borrar la mancha, pero no hay forma. Margot detiene mis movimientos frenéticos con sus manos, y suspirando me acerca una bolsa negra. Mis ojos captan con atención ese feo paquete. Parece gastado de tanto uso. Creo que es la misma que vi en la escena del accidente. 

La mochila de ella.

Mis ojos interrogantes van hacia mi secretaria, que capta mi pregunta silenciosa.

- Esto es de la chica. Me la dio un policía - dice mientras se sienta a mi lado en el suelo del pasillo del hospital. 

No sé cómo habrá sabido del accidente, debe haberla llamado John. La verdad es que esta mujer es una de las pocas personas que me hacen sentir menos m****a. Además de ella, mi abuela, mi chofer y mi abogado no tengo a nadie más. La conozco desde que comenzó a trabajar para papá, y ahora pasó de ser su mano derecha a ser la mía en la oficina.

Acaricia mi brazo y reajusta la camisa en mis hombros que se estaba resbalando.

Nos quedamos en silencio, está comenzando a amanecer y es todo lo contrario a lo que siento en mi interior, total oscuridad. 

- Te van a interrogar más adelante cuando tengamos información sobre la situación de la señorita. Les he pedido que no te molesten hasta entonces - le agradezco con una inclinación de la cabeza y continua, señalando hacia la bolsa con una mano. - Lo estuve revisando. No hay mucho que nos sirva para saber quién es ella. No hay ninguna identificación, ni donde vive. Sólo pude encontrar un par de pantalones y blusas, ropa interior y un cepillo de cabello. No hay ni cartera ni móvil, y en la zona donde ocurrió el accidente tampoco había ninguna otra pertenencia que nos indique quien es.

La miro asombrado. Ella baja la cabeza apenada, sabe lo jodido de la situación. No es posible que una persona joven en esta época salga a la calle sin un móvil. Estiro la mano y vacío en el suelo ante mí, todo el contenido de la bolsa. Efectivamente, no hay nada de utilidad, sólo un pintalabios rojo que dice Made in USA y todo lo demás que me contó Margot.

Giro mi cabeza asombrado hacia ella y le pregunto:

- ¿Quieres decir que estamos en presencia de una desconocida? ¿No sabemos dónde vive o si tiene familia? Ni siquiera que edad tiene - esto último lo dije más como una afirmación que como una pregunta. 

- La policía no ha obtenido nada hasta ahora. Han preguntado en los alrededores del bar, en comisarías o en las calles, pero ni rastro. Al parecer sólo lo tiene a usted - dice mirándome a los ojos y luego agrega - De momento...

Ahora estoy peor que antes. Que no sepamos quién es empeora la situación. Si muere, ¿qué será de ella o de su familia? No lo sabrán, no estarán aquí para apoyarla. Nunca podrán ir a visitarla al cementerio. Deben estar preocupados buscándola. Quizás sólo sea una simple señorita que salió de casa está mañana llena de ilusiones y ahora está debatiéndose entre la vida y la muerte. 

Soy un monstruo. Un monstruo sin piedad. ¿Cómo se me ocurre conducir de esa forma? ¿Cómo puedo ser tan inconsciente y repetir mis errores? Errores que siempre terminan arrebatando la vida de otros. Arruiné su vida de la peor forma posible. Pensaba que mi vida era vacía y sin sentido. Ahora me doy cuenta que no tengo vida, soy un cuerpo vacío, sin alma. No tengo derecho siquiera a respirar el mismo aire que el resto de los mortales. 

- No hagas eso - dice mi secretaria con voz seria. - No fue tu culpa. No te comas la cabeza pensando que eres el culpable, porque no fue así, Eisner. Verás como todo se resuelve. 

Siento que lo dice más para sí misma que para mí, como si de esa forma intentara creérselo. ¡Joder, soy un puto demonio!

El tiempo de espera transcurre lento. Los segundos se vuelven horas y mi estado de ansiedad empeora. Me estoy devanando los sesos maldiciéndome mentalmente una y otra vez. M****a. ¿Qué hago? ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Podré vivir el resto de mi asquerosa vida sabiendo que he matado a otra alma inocente? Creo que no, no podré.

Margot no se ha movido de mi lado. De vez en cuando habla conmigo, pero no le pongo atención. No tengo cabeza para nada. 

Transcurridas unas 8 horas, quizás más, hasta que al fin aparece un hombre alto y fuerte, de edad avanzada, usando lentes y ropa verde. Se ve agotado, con su pelo y boca oculta tras el uniforme de cirujano. Su semblante me dice que no trae buenas noticias. Mi estómago se contrae. Llevo ambas manos a la cabeza y me aferro a mi cabello con fuerza, intentando aliviar el fuerte dolor que de repente me golpea en esa región.

La mataste. La mataste. La mataste. Reprocha mi mente torturadora una y otra vez. 

Siento un nudo en el pecho. Estoy hiperventilando. No puedo sostenerme en pie, los siento flácidos y sin fuerzas. El pulso se me acelera. Una capa de sudor cubre mi frente. Tengo la boca seca y mucho mareo. Creo que voy a vomitar. 

Me apoyo a la pared nuevamente intentando obtener algo de equilibrio. Mis ojos están perdidos. Por un momento no sé dónde estoy. No escucho nada. No veo nada. Sólo sé que quiero ser yo el que esté en esa camilla. O mejor aún, bajo tierra, alimentando a los gusanos. Nadie me extrañaría. 

Mi mente se desconecta completamente. Bajo la vista al suelo y aguanto la respiración. Hasta que siento un fuerte golpe en mi mejilla derecha y abro los ojos de golpe.

< Pero qué demonios...? ¿Me acaban de pegar?> 

- Te he pegado para que reaccionaras - me dice el doctor, ahogando una risa y después poniéndose serio nuevamente. - ¿Me has escuchado lo que te dije? - lo miro frunciendo el ceño, no lo oí decir nada antes. Toco mi mejilla y lo miro con odio. ¿Cómo se atreve a pegarme? - No es momento de entrar en pánico. No es momento de tener un ataque de ansiedad. Te estaba diciendo que está viva, por lo menos por ahora.

Yo no entro en pánico, que conste. Yo soy fuerte, y él no es nadie para ponerme un dedo encima, y menos decirme que… espera. ¿Qué ha dicho? ¿Está viva?

Un cubo de agua helada imaginario cae sobre mí y el alivio me hace soltar el aire que no sabía que estaba conteniendo. Enderezo mi espalda, cuadro mis hombros y espero a que continúe hablando, prestando atención a cada pequeño detalle. Ya no me importa que me haya pegado, al contrario, me lo tengo bien merecido, me merezco miles más.

- Ha sufrido un traumatismo craneoencefálico severo – me explica. - El impacto le provocó un hematoma cerebral, el cual hemos drenado en una cirugía de urgencia. En el TAC que le realizamos, observamos edema cerebral, por lo que le hemos inducido un coma.

¿Cómo? 

Traumatismo craneoencefálico, hematoma cerebral, cirugía de urgencia, edema cerebral, coma. Sus palabras se repiten en mi cabeza, intentando entender todo lo que ha dicho. Estoy completamente perdido, pero pienso en lo último. ¿Coma? ¿Entró en coma? 

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