Cloe sintió un leve calor en su cuello, y al pasarse los dedos por la piel, Ethan pudo notar que la marca de reclamación brillaba tenuemente. Él sabía que las marcas cobraban vida cuando estaba cerca de su pareja o bajo el peso de emociones intensas, pero la de su luna apena era leve. —Dices una cosa, pero tus actos dicen otra. Liora me contó cómo compraste una casa para ella y para Isabella —largó furiosa, clavándole una mirada acusadora.Ethan rió sin gracia, sacudiendo la cabeza. —Esa maldita loba… —musitó—. Liora decidió por sí misma servir a Isabella, y yo solo le dije que hiciera lo que quisiera, que no me importaba lo que hiciera con su vida. Pero sí, compré esa casa, no para ellas, sino para alejar a Isabella de ti. No hay más. Isabella sigue en prisión, y si quiere salir, tendrá que jurarte lealtad, aceptar que eres su reina y prometer que nunca más intentará dañarte. Si no lo hace, se pudrirá en esa celda. Cloe permaneció inmóvil, y sus ojos brillaban con ira y tristeza.
Cloe se quedó inmóvil, con el pecho subiendo y bajando rápidamente mientras trataba de asimilar lo que acababa de suceder. Sus manos temblaban, y un calor extraño, casi abrasador, parecía recorrer sus venas. La figura de Ryan, quien aún intentaba recomponerse del golpe, no la tranquilizaba en absoluto. Mientras que Liam, parado en la entrada con una botella de agua a medio destapar, la observaba con asombro y cierta preocupación.—¿Qué... qué fue eso? —preguntó Ryan, tocándose la parte posterior de la cabeza con un gesto de incredulidad mientras sus ojos brillaban con furia contenida.Cloe no respondió. Sentía su corazón golpear con fuerza contra sus costillas, como si estuviera al borde de explotar. Había algo profundamente visceral en lo que acababa de pasar, algo que no entendía, pero que la aterrorizaba. ¿De dónde había salido esa fuerza? ¿Qué le estaba sucediendo?Liam fue el primero en reaccionar. Con pasos firmes, se acercó a Cloe, interponiéndose entre ella y Ryan.—Ya basta,
El ambiente era denso, el aire parecía quemar en los pulmones. Ethan se inclinó sobre él, acercándose lo suficiente como para que el hombre pudiera sentir el peso de su poder.—Mi esposa está deprimida porque le impediste ingresar a su propio negocio. Eso me enfurece, y créeme, no quieres verme enojado. La amenaza implícita hizo que el hombre parpadeara varias veces, luchando por mantener la compostura.—Y-Yo no le impedí nada. Solo estoy haciendo lo que la ley indica. Como los negocios no se atienden solos, el juez a cargo del caso me dio un permiso temporal para administrarlo todo. En dos días… se resolverá esto. Ese testamento ilegal se anulará —respondió con voz temblorosa, apenas pudiendo sostenerle la mirada.—Me importa un pepino, el juez —espetó Ethan, con un deje de burla en su tono—. Porque resulta que descubrí que las pruebas que intentas mostrar en contra de mi esposa son falsas.El hombre se tensó en su lugar; la sangre pareció abandonarle el rostro, y un ligero tic se d
—¡No estoy bromeando! —Ryan lo interrumpió—. Me hizo volar hacia una pared como si nada, ¡a mí! Soy un alfa, padre. Mucho más fuerte que cualquier otro. No usó fuerza… De ella salió un poder inexplicable que me lanzó como si fuera un papel.La risa de Caleb se evaporó. Sus ojos se abrieron desmesuradamente, y por primera vez en mucho tiempo, se permitió una pizca de inquietud.—¿Estás seguro de lo que dices?—Si no me crees, pregúntale a Liam. Él lo vio todo.Como si el destino quisiera probar las palabras de Ryan, Liam apareció en ese momento. Sus ojos escudriñaban los alrededores, como un lobo temeroso de estar siendo cazado. Al ver a Caleb, caminó con rapidez hasta ellos.—Supremo, vine a pasarle mi reporte, como me pidió. —Su voz era tranquila, calculada—. Usted tenía razón. Ethan confió en mí, apenas le conté mi triste historia, cómo usted me obligó a dejar mi antiguo trabajo.—¿Es cierto lo que dice Ryan? —interrumpió Caleb, sin rodeos.Liam asintió, con un ligero dejo de arrepe
—No, señorita, no es eso —respondió el mayordomo, apurándose a explicar—. Es que quiero contarle que su tío llegó hoy totalmente descolocado. Fue directo hacia Leila y le dijo que debían olvidarse de la herencia de su abuela y abandonar la mansión de inmediato.Cloe abrió los ojos, sorprendida, pero no dijo nada, dejando que el hombre continuara con la noticia.—Leila se puso histérica, gritaba que no lo haría, pero su tío... —el hombre se detuvo un momento, casi deleitándose con lo que estaba por decir—... le dijo que su esposo es un empresario con tanto poder que, si seguían adelante, los hundiría sin piedad. Según entendí, su esposo los amenazó y, al parecer, decidieron desistir de todo. ¡Fue un espectáculo digno de ver!Cloe escuchaba en silencio, y a medida que las palabras penetraban en su mente, una sonrisa se dibujaba en sus labios, amplia y satisfecha, iluminándole el rostro con un toque de triunfo.—No puedo creerlo... —murmuró, disfrutando del regocijo que le provocaba ima
—Ahora lo único que me apetece es dormir. Te recomiendo que vayas a atender las necesidades de tu protegida —espetó con sarcasmo e ironía.Frustrada y exasperada, Cloe entró a la ducha, dejando que el agua fría intentara calmar el calor y la rabia que aún invadían su cuerpo. Su respiración era irregular, y el frío apenas lograba aplacar el torbellino de emociones que la atormentaban. Pero cuando sintió la presencia de Ethan tras ella, el frío del agua se convirtió en un contraste insoportable con el calor de su cercanía. Sus músculos se tensaron, como un resorte a punto de romperse, y antes de que pudiera alejarse, sintió el roce de sus labios sobre su hombro desnudo.Ethan rodeó su cintura con un brazo, fuerte, pero con delicadeza, intentando reconfortarla, pero Cloe reaccionó con brusquedad. Se giró de golpe, empujándolo con las palmas contra su pecho. Su mirada ardía con rabia y confusión, mientras el agua resbalaba por su piel. Salió de la ducha sin haberse bañado como planea
Caleb avanzó con paso firme por el calabozo impregnado de humedad y desesperación, sus botas resonaban contra las piedras frías del suelo, y la penumbra parecía abrazarlo como un viejo amigo. Sus ojos brillaban como brasas, listos para cualquier desafío que se presentara en aquel oscuro lugar. Al llegar frente a la celda de Isabela, una figura encorvada y débil lo recibió con un bufido, apenas sostenida por las manos que se aferraban con fuerza a los barrotes oxidados.Isabela levantó la vista y su rostro, pálido incluso para una vampiresa, se torció en una mueca de disgusto al reconocerlo.—¿Qué trae al gran lobo oscuro por aquí? —espetó Isabella, muy sarcástica y cabreada—. Si no me hubieras obligado a aceptar tu maldita decisión, yo no estaría encerrada en este asqueroso lugar.Caleb no pudo evitar soltar una carcajada burlona y llena de crueldad.—No olvides que estás aquí porque quisiste deshacerte de la humana, Isabela. —Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de autori
Cloe dio un paso atrás, con ojos llenos de incredulidad, y una risa nerviosa escapó de sus labios.—Ese chiste no es gracioso. —Su voz era un susurro teñido de miedo—. Ya bastante valiente estoy siendo al venir aquí contigo para verte convertirte en algo que me provoca pesadillas. ¿Cómo puedes decir que eres esa bestia? No puede ser verdad.Dentro de Ethan, Ferus lloriqueó de dolor. Pues las palabras de Cloe lo atravesaron como una daga, y el vínculo que compartían parecía temblar bajo la presión.(No soy el lobo que te atacó. No soy el monstruo que recuerdas. Soy Ferus, tu guardián, tu compañero. Dame una oportunidad de demostrarte que soy más que la bestia que temes). El alfa sabía que ella no podía escucharlo, pero la pena lo conllevaba a desahogarse.—Créeme, quisiera no serlo. —Ethan dio un paso hacia ella—. Es igual de duro para mí. No sabía cómo contártelo, Cloe.Ella negó con la cabeza una y otra vez, mientras sus labios temblaban con palabras que no lograba articular. Antes