—No, señorita, no es eso —respondió el mayordomo, apurándose a explicar—. Es que quiero contarle que su tío llegó hoy totalmente descolocado. Fue directo hacia Leila y le dijo que debían olvidarse de la herencia de su abuela y abandonar la mansión de inmediato.Cloe abrió los ojos, sorprendida, pero no dijo nada, dejando que el hombre continuara con la noticia.—Leila se puso histérica, gritaba que no lo haría, pero su tío... —el hombre se detuvo un momento, casi deleitándose con lo que estaba por decir—... le dijo que su esposo es un empresario con tanto poder que, si seguían adelante, los hundiría sin piedad. Según entendí, su esposo los amenazó y, al parecer, decidieron desistir de todo. ¡Fue un espectáculo digno de ver!Cloe escuchaba en silencio, y a medida que las palabras penetraban en su mente, una sonrisa se dibujaba en sus labios, amplia y satisfecha, iluminándole el rostro con un toque de triunfo.—No puedo creerlo... —murmuró, disfrutando del regocijo que le provocaba ima
—Ahora lo único que me apetece es dormir. Te recomiendo que vayas a atender las necesidades de tu protegida —espetó con sarcasmo e ironía.Frustrada y exasperada, Cloe entró a la ducha, dejando que el agua fría intentara calmar el calor y la rabia que aún invadían su cuerpo. Su respiración era irregular, y el frío apenas lograba aplacar el torbellino de emociones que la atormentaban. Pero cuando sintió la presencia de Ethan tras ella, el frío del agua se convirtió en un contraste insoportable con el calor de su cercanía. Sus músculos se tensaron, como un resorte a punto de romperse, y antes de que pudiera alejarse, sintió el roce de sus labios sobre su hombro desnudo.Ethan rodeó su cintura con un brazo, fuerte, pero con delicadeza, intentando reconfortarla, pero Cloe reaccionó con brusquedad. Se giró de golpe, empujándolo con las palmas contra su pecho. Su mirada ardía con rabia y confusión, mientras el agua resbalaba por su piel. Salió de la ducha sin haberse bañado como planea
Caleb avanzó con paso firme por el calabozo impregnado de humedad y desesperación, sus botas resonaban contra las piedras frías del suelo, y la penumbra parecía abrazarlo como un viejo amigo. Sus ojos brillaban como brasas, listos para cualquier desafío que se presentara en aquel oscuro lugar. Al llegar frente a la celda de Isabela, una figura encorvada y débil lo recibió con un bufido, apenas sostenida por las manos que se aferraban con fuerza a los barrotes oxidados.Isabela levantó la vista y su rostro, pálido incluso para una vampiresa, se torció en una mueca de disgusto al reconocerlo.—¿Qué trae al gran lobo oscuro por aquí? —espetó Isabella, muy sarcástica y cabreada—. Si no me hubieras obligado a aceptar tu maldita decisión, yo no estaría encerrada en este asqueroso lugar.Caleb no pudo evitar soltar una carcajada burlona y llena de crueldad.—No olvides que estás aquí porque quisiste deshacerte de la humana, Isabela. —Su voz era baja, casi un susurro, pero cargada de autori
Cloe dio un paso atrás, con ojos llenos de incredulidad, y una risa nerviosa escapó de sus labios.—Ese chiste no es gracioso. —Su voz era un susurro teñido de miedo—. Ya bastante valiente estoy siendo al venir aquí contigo para verte convertirte en algo que me provoca pesadillas. ¿Cómo puedes decir que eres esa bestia? No puede ser verdad.Dentro de Ethan, Ferus lloriqueó de dolor. Pues las palabras de Cloe lo atravesaron como una daga, y el vínculo que compartían parecía temblar bajo la presión.(No soy el lobo que te atacó. No soy el monstruo que recuerdas. Soy Ferus, tu guardián, tu compañero. Dame una oportunidad de demostrarte que soy más que la bestia que temes). El alfa sabía que ella no podía escucharlo, pero la pena lo conllevaba a desahogarse.—Créeme, quisiera no serlo. —Ethan dio un paso hacia ella—. Es igual de duro para mí. No sabía cómo contártelo, Cloe.Ella negó con la cabeza una y otra vez, mientras sus labios temblaban con palabras que no lograba articular. Antes
El espacio donde se encontraba encerrado Robin, era oscuro y opresivo; un lugar donde el tiempo no existía más que como una tortura prolongada. Robin, o lo que quedaba de él, estaba sentado en el suelo frío y sucio. Mientras sus enormes garras deformadas raspaban el concreto, creando un sonido desesperante y constante, como si quisiera desgarrar la misma realidad que lo mantenía prisionero.No tenía otro entretenimiento. Día tras día, noche tras noche, las paredes de metal reflejaban su figura grotesca y retorcida, como si fuera un recordatorio cruel de lo que alguna vez había sido. Su cuerpo no había cambiado nada, seguía siendo una amalgama de monstruosidad y desesperanza. Deseaba morir. Lo pensaba cada segundo, pero no tenía el valor para acabar con su propia existencia. Y aun así, la idea de seguir viviendo en ese estado le resultaba aún más insoportable. Había aceptado un plan insensato, un trato con la locura misma, y ahora pagaba el precio.—Se supone que yo no amaba a Cloe..
El silencio que siguió fue tan denso que podría cortarse con un cuchillo. Y Vadim, con una calma desconcertante, fijó su mirada en Cloe, quien seguía temblando. La observó por unos momentos antes de desviar su atención hacia Mason.—Aunque esta reunión fue planificada para comprobar la unión entre el rey lobo y su compañera, dejaré que hagas tu denuncia.Sin vacilar, el gobernante de los vampiros, continuó:—Como decía, quiero anunciar que el rey de los lobos es el creador de esas criaturas grotescas y deformes que han estado atacando nuestro territorio.Todos los ojos se volvieron hacia Ethan, y un brillo de ironía cruzó su rostro. Se carcajeó, encontrando risible la acusación que se le hacía.Pero no sabía aún que este simple gesto podría ser lo que desataría una tormenta mucho más grande de lo que imaginaba.—¿Y qué pruebas tienes para demostrar que tu acusación es real? —preguntó Vadim, con una calma helada, mientras sus ojos clavaban su mirada en Mason, quien no titubeó ni un in
Cloe giró la cara.—Claramente, esta mujer no dirá nada. Ella está bajo la influencia del rey pulgoso —bramó Mason como si odiara que Robin se saliera del guion ensayado.Ethan giró hacia Vadim.—Trata de leerle la mente a esta cosa para que veas que está mintiendo —le pidió con un tono de urgencia. Vadim, que había permanecido en silencio, asintió y se acercó a Robin.Con un gesto de asco, colocó sus manos en las sienes de Robin, y su poder comenzó a emanar de él, buscando adentrarse en la mente del monstruo. Pero algo extraño sucedió. Vadim se tensó, tratando de penetrar la mente de Robin, pero su poder no podía penetrar. Como si una muralla invisible hubiera sido erigida.Vadim frunció el ceño, desconcertado, mientras su poder seguía chocando contra esa barrera inexplicable. Al final, se apartó, con el rostro pálido de disgusto.—Este no es un ser sobrenatural… —dijo Vadim, como si el simple hecho de tocar la mente de Robin le repugnara. Y fue en ese momento en que comprendió l
—¡Isabella! —. Una voz llena de dolor y enojo resonó enel bosque. Un rayo negro se disparó sin rumbo a través de los árboles. Perosólo el eco le respondió, devolviendo su propia desesperación en el vasto ycruel silencio.Ethan, uno de los Alfas más poderosos, quedócompletamente devastado por la pérdida de su luna, Isabella. Ya no estaba ahí,o no estaban. Su destinada luna, una loba tan pura y hermosa, su presencia eslo único que podía detener la oscuridad de su lobo. Pero Isabella ya no estabaallí, se había ido con su hijo, su hijo que nunca nacería, se lo llevaron en unbrutal accidente aéreo, dejándolo solo y vacío.Las lágrimas luchaban por salir de sus cuencas, pero élno se lo permitía. En su pecho, el lobo rugía, arañando las paredes de sumente, exigiendo liberarse, exigiendo sangre.Ethan cerró los ojos, pero el pasado lo asaltó como unatormenta. Recordó aquella noche de luna nueva, la más oscura que había vivido.Como furia lo había tomado por completo. Sin Isabellap