Antes de que la tensión pudiera escalar aún más, la puerta se abrió de golpe, y Cloe irrumpió en la sala con el rostro decidido.—¡Daré mi sangre a esos reyes!—gritó, sin titubear.Ethan giró hacia ella con las facciones desencajadas por el pánico.—¡Mi luna, pero morirás!—aseveró, dando un paso hacia ella.Cloe lo miró directamente a los ojos, con expresión resuelta.—Dijiste que no soy humana. De seguro no podría morir así de fácil —respondió con una frialdad que contrastaba con el temblor apenas perceptible en sus manos.Los alfas se miraron entre sí, claramente desconcertados tanto por su actitud, como por lo que acababa de decir. Para ellos, no había nada especial en ella que justificara su sacrificio.—Es una mujer ilusa… el supremo le miente para hacerla sentir especial y se creyó la película— le susurró un alfa a su delta y, como si todos los alfas compartieran este mismo pensamiento, se rieron con sorna.—No aceptaré que lo hagas —declaró Ethan, ignorando el comportamiento de
En el laboratorio iluminado por destellos rojizos de maquinaria anticuada y pantallas chisporroteantes, el rey de los vampiros, Masón, caminaba de un lado a otro. Mientras sus ojos carmesí centelleaban con furia y satisfacción anticipada. Saboreaba cada momento en el que imaginaba a Ethan doblegarse por la tragedia.—Pronto, Ethan, saborearás el mismo vacío que llevo en mi alma— murmuraba curvando los labios en una sonrisa cruel. Sin embargo, un golpe telepático atravesó su mente, rompiendo su momento de ensueño."Prometiste que matarías a esa humana que me robó mi puesto de Luna, y resulta que no pudiste hacerlo", la voz de Isabella era como un látigo cargado de veneno. "Tu estúpido plan solo logrará que los lobos la acepten como su Luna Suprema. ¡Una humana! ¡Ridículo!"Mason se detuvo en seco, apretando los puños con tal fuerza que sus uñas largas atravesaron la piel de sus palmas, dejando finas gotas de sangre caer al suelo."¡Es imposible!", respondió, temblando con una furia
Cloe lo miró esperanzada, y llena de emoción ante la idea de demostrarle a Ethan que era más de lo que aparentaba. —¿De verdad puedes? He tenido sueños extraños, he visto y siento cosas raras, pero no entiendo nada. Me da miedo pensar que estoy alucinando, por eso no le cuento nada a mi esposo —confesaba, dejando escapar una sonrisa nerviosa. Liam ocultó su satisfacción tras una expresión neutra. —Por supuesto, Luna. Confíe en mí. Puedo guiarla, pero debemos alejarnos un poco para no ser interrumpidos.Sin pensarlo demasiado, Cloe aceptó. Lo siguió al bosque, adentrándose en un lugar donde las barreras mágicas eran débiles; un detalle que Ethan jamás habría pasado por alto. —Luna, cierra los ojos. No reprima lo que siente. Visualícese como esa imagen de poder que dice ver de usted misma— instruyó Liam, con voz baja y persuasiva. Cloe asintió, ignorando la pequeña voz de advertencia en su interior, que le pedía a gritos no confiar en Liam. Pero en ese momento, no pensaba en
—¡Isabella! —. Una voz llena de dolor y enojo resonó enel bosque. Un rayo negro se disparó sin rumbo a través de los árboles. Perosólo el eco le respondió, devolviendo su propia desesperación en el vasto ycruel silencio.Ethan, uno de los Alfas más poderosos, quedócompletamente devastado por la pérdida de su luna, Isabella. Ya no estaba ahí,o no estaban. Su destinada luna, una loba tan pura y hermosa, su presencia eslo único que podía detener la oscuridad de su lobo. Pero Isabella ya no estabaallí, se había ido con su hijo, su hijo que nunca nacería, se lo llevaron en unbrutal accidente aéreo, dejándolo solo y vacío.Las lágrimas luchaban por salir de sus cuencas, pero élno se lo permitía. En su pecho, el lobo rugía, arañando las paredes de sumente, exigiendo liberarse, exigiendo sangre.Ethan cerró los ojos, pero el pasado lo asaltó como unatormenta. Recordó aquella noche de luna nueva, la más oscura que había vivido.Como furia lo había tomado por completo. Sin Isabellap
Cuatro años después:—¡Casarme! Eso no está en mis planes en estos momentos— refunfuño Cloe un tanto alterada. Ya que, su abuela, al estar enferma, quiere asegurarse que sus nietas se casen antes que ella deje este mundo, pues no quisiera dejarlas desprotegidas a ella y a su hermana, sin que tengan a su lado a buenos hombres que se encarguen de ellas. —Mía querida, te aviso que debes de asistir a tres citas a ciegas que te he conseguido—le informó su abuela. — ¡Citas a ciegas!— replicó Cloe incrédula y con un deje de burla. —Necesito que consigas cuanto antes un hombre bueno y que sea buen partido para que puedas casarte.—Lo siento abuela, pero en eso no pienso darte gusto. Yo ya tengo un novio al que amo y no necesito andar buscando a nadie más.—Lo querrás, pero no es lo que tú te mereces. Ese chico no es apto para ti, es un chico muy insignificante y tú necesitas a alguien que te dé seguridad y estabilidad económica y social.A Cloe, el comentario de su abuela, le molesta de
Cloe se sintió destrozada en ese momento; no podía creer lo que Robin había sido capaz de hacerle. Creía que el mundo se le venía abajo, se sentía herida, dolida, expuesta y vilmente traicionada. Jamás pensó que el hombre al que amaba le rompería el corazón con sus palabras y acciones. Con puños apretados y lágrimas rodando por sus mejillas, se puso delante de él.—Robin, ¿por qué me has hecho? ¿Cómo que subiste videos de mi desnuda?—le gritó, alterada y dolida—. Yo nunca te he tratado mal, siempre te he amado de verdad y, para colmo, siempre quise ayudarte. Y tú tenías que humillarme de esta manera.—No escuchaste bien, mi amor —intentó excusarse Robin—. No hablábamos de ti, no has entendido bien.—Claro que entendí bien. ¡Qué razón tenía mi abuela cuando me dijo que no eras adecuado para mí! —rebatió Cloe con decepción—. Debí haberla escuchado. Esta vez ella tenía razón. Te quiero fuera de mi vida para siempre.Al escuchar esas palabras en la voz de Cloe, Robin se quedó pasmado, s
—¡Por favor, señor, ayúdeme! ¡Abra el seguro de las puertas! —le rogaba al conductor, que permanecía tranquilo, como si nada de lo que sucedía le afectara. Cloe golpeaba el cristal de la ventanilla con sus manos, desesperada por escapar de lo que parecía una pesadilla viviente.De repente, un gruñido bestial resonó en el auto. Ethan, o lo que quedaba de él, se movió tan rápido que Cloe apenas tuvo tiempo de reaccionar antes de que una mano fuerte y bestial se aferrara a su muñeca. La fuerza de su agarre la obligó a girarse, enfrentando al alfa supremo.Lo que vio la hizo congelarse de terror.Los ojos de Ethan no eran completamente humanos. Un brillo amarillo intenso los dominaba, y aunque su cuerpo seguía en forma humana, sus fauces de lobo se asomaban entre sus labios, afiladas y aterradoras. Cloe sintió cómo la sangre se drenaba de su rostro, y en un último suspiro de pánico, su cuerpo se desplomó, desmayada en el asiento.(¿Qué diablos fue eso?) preguntó Ethan a Ferus, con frustr
Ethan apareció de repente, caminando descalzo, con solo unos jeans ajustados, dejando su torso desnudo al descubierto. Los tatuajes que decoraban su piel parecían moverse con cada paso que daba, y su presencia era tan abrumadora que Cloe sintió cómo su respiración se volvía errática. El frío del aire acondicionado del lugar no era suficiente para calmar el calor que se apoderaba de ella. Comenzó a hiperventilar, sus manos sudorosas y su estómago enredado en nudos. —Todavía mi oferta de llevarte sigue en pie —murmuró Ethan al pasar junto a ella.Cloe apenas podía moverse. Sus piernas temblaban como si fueran de gelatina, incapaces de sostenerla con firmeza. Nunca se había sentido tan vulnerable, ni siquiera frente a Robin. Apretó los puños, tratando de controlar el ataque de ansiedad que sentía subir por su pecho. Se obligó a respirar profundo, intentando domar el caos en su mente. —Bien, tú ganas —respondió temblorosa, intentando sonar despreocupada mientras se encogía de hombros