Las facciones de Ethan se desencajaron, incapaz de creer lo que escuchaba.—Pero, mi luna… —protestó, solo para que ella lo silenciara, colocando sus dedos en sus labios.Cloe dudaba de su propia fortaleza y no quería hacer nada que pusiera en peligro las vidas de sus bebés. Necesitaba que nacieran sanos y fuertes, era algo que estaba dispuesta a conseguir para darle una lección a todos esos lobos engreídos que la veían como si fuera un insecto.—Nada de quejas. Soy una mujer pequeña con tres bebés que, supongo, serán enormes dentro de mí. No podemos reducir su espacio. Hasta el nacimiento de nuestros hijos, nos vamos a limitar… guardaremos las ganas.Ethan dejó escapar una carcajada grave, incrédula.—¿Cinco meses? ¿Piensas dejarme así durante cinco meses…? —Él señaló su erección, acomodada a la izquierda de su pelvis, que amenazaba con explotar la tela que la comprimía. —No tiene sentido. Te garantizo que podemos tener sexo sin que a los bebés les pase algo.Cloe negó moviendo la ca
Sin embargo, un roce húmedo y suave acarició sus mejillas, limpiando sus lágrimas. Sorprendida, abrió los ojos lentamente. Instintivamente, supo quién era.—Ferus… —murmuró con alivio mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro.Se incorporó y abrazó al imponente lobo, hundiendo su rostro en su brillante pelaje que desprendía un aroma reconfortante.—Eres tú… casi me muero del susto. Eres maravilloso.Ferus ronroneó suavemente. Cada caricia de Cloe parecía encenderlo más, llenándolo de una intensidad que solo él comprendía. Cuando sintió que los latidos de ella se habían calmado, Ferus cedió el control a Ethan. En cuestión de segundos, Ethan se transformó en humano y se vistió rápidamente, dejando a Cloe inquieta al no poder verlo.—¿Ferus es maravilloso? —inquirió Ethan con una sonrisa traviesa—. Supongo que ya me amas, si le dices esas cosas a mi lobo.—No… no es eso. Obviamente, no te amo, eres demasiado engreído— murmuró, bajando la mirada, sintiendo sus mejillas arder.Ethan
Sus ojos se dirigieron a Ethan, que aún dormía profundamente.La comprensión la golpeó con la fuerza de una tormenta: esos recuerdos fragmentados no eran ajenos, eran suyos. Y ese hombre, el que ahora compartía su lecho, había sido el causante de su muerte en su vida anterior.Justo cuando había aceptado que no podía vivir sin él, este descubrimiento sembraba en ella el miedo. Las lágrimas rodaron por sus mejillas, dejando un rastro ardiente. Sentía que el amor que había comenzado a aceptar se teñía de desconfianza. Era una crueldad del destino. ¿Cómo podía amar a alguien que en otra vida había sido su verdugo?Buscando claridad y consuelo, se vistió apresuradamente para salir en busca de alguien que la escuchara sin juzgarla.Pasó frente a la habitación de Samira, pero siguió de largo. Sabía que Samira no entendería lo que necesitaba oír. En su interior, solo quería que alguien le asegurara que lo ocurrido en su vida pasada no tenía por qué repetirse. Pero los recuerdos estaban clar
Ethan abrazó el cuerpo inerte de su madre con una desesperación que partía el alma. Sus ojos, normalmente duros y dominantes, estaban inundados de lágrimas que caían como cristales rotos sobre el rostro pálido de Aria.—¡Mamá, por favor, despierta! —su voz era un eco desgarrador que resonaba en la estancia.La acomodó sobre el sofá más cercano, con movimientos cuidadosos, pero apresurados, como si cada segundo perdido pudiera arrancarle la vida. Cerró los ojos y dejó que su poder de alfa supremo fluyera, concentrándose con toda la fuerza que tenía. Un brillo tenue emergió de sus manos, pero pronto se desvaneció, como si una barrera invisible se burlara de su desesperación. Pues era la maldición que corría por sus venas bloqueando cualquier intento. Cada segundo que pasaba y no obtenía resultados, lo empujaba al borde de la desesperación.—¡No! —rugió, sintiendo como la impotencia se apoderaba de él.En un arrebato, hundió sus colmillos en su propia muñeca, dejando que su sangre corr
Ethan golpeó con fuerza el escritorio, el estruendo retumbó en toda la oficina, como si su rabia quisiera destrozarlo todo.Las palabras de su Delta, Kael, aún resonaban en su mente: —Caleb ha desertado, y no solo él. Isabella y Liora también se han ido.—¡Soy el maldito alfa supremo! —bramó, dejando que su voz resonara. Se dejó caer sobre el respaldo de la silla, con los ojos encendidos por la furia. —No sé cómo pude ser tan idiota. Cloe tenía razón… Isabella ya no es la misma. Me dejé llevar más por la culpa que por la razón.Su pecho se agitaba con cada palabra, mientras el peso de su propia estupidez lo aplastaba como una carga imposible de ignorar.(Te lo dije. Esa vampiresa no es la Isabella que conocimos), gruñó Ferus en su mente, con un tono cargado de desprecio. (Pero eres tan terco y sentimental que preferiste incomodar a nuestra luna. Ahora tendrás que tragarte el orgullo y disculparte, humano idiota).Ethan apretó los dientes, intentando sofocar la ira.(Cállate. Echar sal
—¡Isabella! —. Una voz llena de dolor y enojo resonó enel bosque. Un rayo negro se disparó sin rumbo a través de los árboles. Perosólo el eco le respondió, devolviendo su propia desesperación en el vasto ycruel silencio.Ethan, uno de los Alfas más poderosos, quedócompletamente devastado por la pérdida de su luna, Isabella. Ya no estaba ahí,o no estaban. Su destinada luna, una loba tan pura y hermosa, su presencia eslo único que podía detener la oscuridad de su lobo. Pero Isabella ya no estabaallí, se había ido con su hijo, su hijo que nunca nacería, se lo llevaron en unbrutal accidente aéreo, dejándolo solo y vacío.Las lágrimas luchaban por salir de sus cuencas, pero élno se lo permitía. En su pecho, el lobo rugía, arañando las paredes de sumente, exigiendo liberarse, exigiendo sangre.Ethan cerró los ojos, pero el pasado lo asaltó como unatormenta. Recordó aquella noche de luna nueva, la más oscura que había vivido.Como furia lo había tomado por completo. Sin Isabellap
Cuatro años después:—¡Casarme! Eso no está en mis planes en estos momentos— refunfuño Cloe un tanto alterada. Ya que, su abuela, al estar enferma, quiere asegurarse que sus nietas se casen antes que ella deje este mundo, pues no quisiera dejarlas desprotegidas a ella y a su hermana, sin que tengan a su lado a buenos hombres que se encarguen de ellas. —Mía querida, te aviso que debes de asistir a tres citas a ciegas que te he conseguido—le informó su abuela. — ¡Citas a ciegas!— replicó Cloe incrédula y con un deje de burla. —Necesito que consigas cuanto antes un hombre bueno y que sea buen partido para que puedas casarte.—Lo siento abuela, pero en eso no pienso darte gusto. Yo ya tengo un novio al que amo y no necesito andar buscando a nadie más.—Lo querrás, pero no es lo que tú te mereces. Ese chico no es apto para ti, es un chico muy insignificante y tú necesitas a alguien que te dé seguridad y estabilidad económica y social.A Cloe, el comentario de su abuela, le molesta de
Cloe se sintió destrozada en ese momento; no podía creer lo que Robin había sido capaz de hacerle. Creía que el mundo se le venía abajo, se sentía herida, dolida, expuesta y vilmente traicionada. Jamás pensó que el hombre al que amaba le rompería el corazón con sus palabras y acciones. Con puños apretados y lágrimas rodando por sus mejillas, se puso delante de él.—Robin, ¿por qué me has hecho? ¿Cómo que subiste videos de mi desnuda?—le gritó, alterada y dolida—. Yo nunca te he tratado mal, siempre te he amado de verdad y, para colmo, siempre quise ayudarte. Y tú tenías que humillarme de esta manera.—No escuchaste bien, mi amor —intentó excusarse Robin—. No hablábamos de ti, no has entendido bien.—Claro que entendí bien. ¡Qué razón tenía mi abuela cuando me dijo que no eras adecuado para mí! —rebatió Cloe con decepción—. Debí haberla escuchado. Esta vez ella tenía razón. Te quiero fuera de mi vida para siempre.Al escuchar esas palabras en la voz de Cloe, Robin se quedó pasmado, s