Para Louise, ser cercana a la Familia Real significaba soportar cosas que las demás personas nunca se imaginarían viniendo de tan agraciadas personas. Personas, que se acostumbraban a la buena vida en un enorme palacio. Títulos que llevaban a un lado de su nombre y los beneficios de ser parte del majestuoso mundo de la nobleza.
Sin embargo, este mundo en el que todas las personas quieren pertenecer al menos una vez en sus vidas, resulta ser lo que nadie se espera cuando indagan a fondo. Louise, creía haberlo visto todo pero aún seguía sorprendiéndose un poco.
Incluso con su delicado título de Institutriz, no era una mujer que abusara de la vida que su Rey le ha otorgado. Viviendo en el palacio sin costo alguno, con el único propósito de brindarles educación a pobres niños que no tenían la oportunidad de aprender. Louise, sinceramente podía hacer esto todo el tiempo que quisiera, sin embargo, cuando una… sorpresiva noticia recae sobre el reino todo a su alrededor se detiene. La calma que abundaba en el palacio, y el reino de Reinmen, se tambaleó de un lado a otro cuando el último de los príncipes apareció luego de once años… desaparecido.
Creído muerto.
Para una mujer que no se sorprendía con muchas cosas, esto lo hizo. Y fue incrédula al creer por un segundo que no tendría nada que ver con este maravilloso regreso. Louise, era posesión del Rey. Siempre estaría dispuesta a ayudarlo en cualquier cosa que le mencionara. Y el nuevo príncipe no fue la excepción.
Sin embargo… Louise estaría metiéndose en lo más profundo de la boca del lobo. En un lugar que nunca debió haber descubierto por su cuenta, desacatando las órdenes unas detrás de otras. ¿Pero cuáles? ¿Inofensivas, o severas?
Era una mujer apegada fuertemente a sus principios. Pero pronto todo se desquebrajaría a sus pies cuando se percatara de que nada era lo que se imaginaba. Por culpa de un maldito príncipe que se tomaba todo a la ligera. Desganado, riéndose en su propio rostro.
PASADO El murmullo que zumbaba por el pasillo en medio de la madrugada atemorizaba a un joven de despeinado cabello castaño que intentaba, entre la oscuridad, encontrar la salida de su gigantesco hogar custodiado por guardias. Las manos temblorosas sostenían una pequeña navaja que cada vez se deslizaba más de sus sudorosas palmas. Jamás se había percatado del miedo, pero ahora, sentía que podía tocarlo con la yema de sus dedos; el corazón latió desenfrenado cuando un ruido desconocido se adentró en su audición y la mochila en su espalda se deslizó junto a su esbelto cuerpo escurridizo. —¿Ha sido un día largo verdad? —Dice una sombra a lo largo del pasillo que había estado intentando cruzar en los últimos cinco minutos. —Y pensar que todavía tenemos que estar aquí hasta el amanecer… Risas suaves van alejándose junto a la sombra de dos fornidos guardias quejándose sobre cosas que Elion, el más joven de todos los príncipes, no pre
Louise se separó de la ventana y tomó la taza de café en sus manos saliendo del salón del segundo piso. No tenía nada especial que hacer durante las horas que quedaban del día, podía leer uno que otro libro que haya dejado a la mitad pero no tenía ganas de eso. Hoy era uno de esos días en los que quería hacer tantas cosas, pero no encontraba la motivación para ello. Vagó por los pasillos con las manos detrás de su espalda balanceando la taza vacía mirando una y otra vez los mismos cuadros de arte renacentista colgando de las paredes. No era algo que le llamara mucho la atención, pero los gustos de su Rey eran un poco… buenos, podría decir. Louise no tenía gusto especial por el arte pero de vez cuando se quedaba analizando las distintas pinturas repartidas por el gran palacio. A menudo, la gente tenía la osadía de preguntarle cómo era trabajar en un gran palacio como el de Reinmen y nunca sabía qué decir. Ya llevaba años sirviendo al Rey, por lo que se
Cuando el sol vislumbra a través de las cortinas sabe que es hora de iniciar su día. Escucha los murmullos en el pasillo mientras se quita las sábanas de encima y, todavía adormilada, peina su cabello con los dedos desenredándolo mientras los bostezos salen sin parar de su boca. Y aunque durmió temprano, todavía se siente cansada. Siempre le ha pasado.Louise suspira una vez que pone los pies en el suelo, calzándose sus zapatillas. Su camisón se mueve con cada paso que da hasta que cae al suelo en el momento que entra a la ducha.Sus días no son distintos los unos de los otros, en cambio, cada día que pasa se parecen más y más. Si no fuera por los constantes problemas que vivían en el palacio, diría que estaba viviendo el mismo día una y otra vez.No hacía nada más que repetir la misma secuencia de siempre: levantarse, arreg
Respiración agitada, ceño fruncido y los puños apretados con uno sangrando en los nudillos; el cabello rubio despeinado en distintas direcciones mientras lo peinaba hacia atrás, ansioso, relamiendo sus labios y acariciándose el mentón con dureza. —Nada te une aquí, pero llevas años bajo el brazo de mi padre, como una puta inútil que no puede hacer nada por sí misma.Rió, una risa cruel que le atravesó el pecho cuando volvió a acercarse a ella. Alan levantaba su voz mientras más hablaba, y ella se hacía una sola contra la pared, inmóvil. Louise estaba apresada entre el hombre, y sólo podía pensar en la abominable actitud que el príncipe estaba adoptando.Para ese momento, Louise no tenía idea de qué hacer. Esto no era común, pero seguía sucediendo. Estaba más que molesta; tambié
“Es imposible que esto esté sucediendo ahora” Le escuchó murmurar incrédulo, admirando fijamente la foto entre sus manos. De pie frente al escritorio, en silencio y con un enigma sin resolver en su cabeza, Louise miraba sus manos desconcertada, esperando que le dijera algo más.Sin embargo, percibiendo un atisbo de enojo en el autoritario hombre, supuso que no obtendría más nada que eso. A menos que tuviera el valor de preguntar… ¿Pero qué podía decirle?Y más que sobre pensar en lo que respondería, se sentía ansiosa de la reacción que recibiría si decía algo inadecuado. Estaban hablando de… su hijo perdido.Nunca en su vida lo había hecho enojar, y tampoco quería experimentarlo ahora. Era temible. Un hombre sin compasión que había llegado hasta donde estaba debido a su astuta inteligencia e invic
Louise resopló desviando la mirada hacia otro punto de su oficina, pretendiendo olvidar las cosas raras que estaban asomándose ahora que… un nuevo príncipe llegaría a este palacio.Si ella tuviera la oportunidad de reunirse una vez más con alguien de su familia, lo menos que les pediría es que dieran un informe detallado de su condición.Hasta ahora, los pocos indicios de una alegría que había observado, se habían concentrado en Alina. Porque su padre sólo parecía pensar acerca de su otro hijo como un extraño animal.…Por la tarde, decidió salir de su oficina cuando no encontró nada más en qué pensar para dejar de buscar respuestas a preguntas enigmáticas. No había sabido nada del rey en todo el día, Alina no regresó más a su oficina y no escuchó má
Los presentes que observaban con asombro la irascibilidad del Rey Damien se encontraban en silencio. Con un nudo en sus gargantas debido al tétrico mirar que le daba al joven en el suelo. Nadie se inmutaba, ni siquiera cuando el hombre lo sujetó una vez más por su cabello y arrojó su cabeza contra el suelo. Imponente, estoico e indiferente.Elion parecía no querer quedarse atrás y dejarse vencer, incluso cuando estaba hecho trizas en el suelo. Su mandíbula apretada, los labios pegados con fuerza y el ceño fruncido decorando su frente sin dejar salir un solo sonido mientras su padre sólo observaba. A excepción de su errática respiración.Louise pensó que seguirían discutiendo, sin embargo, los cuchicheos de un par de sirvientas observando la escena a lo lejos llamó la atención. Sorprendidas por la templada mirada del Rey sobre su hijo, mirándolo como si
De modo que nadie quería convocar la ira del Rey Damien, Oliver tomó la palabra con seriedad para informar a su padre sobre los dos ataques que habían sucedido en el último mes, a las afueras del pueblo. Si de algo no tenía duda, es que el príncipe era extremadamente bueno en lo que hacía, siempre tenía las palabras perfectas y sabía cómo manejarse frente a alguien como su padre. Damien le miraba fijamente, entrecerrando sus ojos; pero escuchando atento a lo que decía.Sorprendida, se sobresaltó cuando por un segundo Oliver pareció poner su mirada sobre ella. “¿Tiene un problema conmigo?” Fue lo que pensó, pero cuando no hubo más respuesta de su parte, simplemente pensó que había sido una equivocación.Sin embargo, la presencia abrumadora que le provocó ser mirada por él fue espeluznante.A simple