Louise resopló desviando la mirada hacia otro punto de su oficina, pretendiendo olvidar las cosas raras que estaban asomándose ahora que… un nuevo príncipe llegaría a este palacio.
Si ella tuviera la oportunidad de reunirse una vez más con alguien de su familia, lo menos que les pediría es que dieran un informe detallado de su condición.
Hasta ahora, los pocos indicios de una alegría que había observado, se habían concentrado en Alina. Porque su padre sólo parecía pensar acerca de su otro hijo como un extraño animal.
…
Por la tarde, decidió salir de su oficina cuando no encontró nada más en qué pensar para dejar de buscar respuestas a preguntas enigmáticas. No había sabido nada del rey en todo el día, Alina no regresó más a su oficina y no escuchó más movimiento por los pasillos.
Vagó por los pasillos casi solitarios al no tener nada que hacer. Su naturaleza era permanecer ocupada con algo hasta que entrara la noche, pero hoy… no había hecho nada y eso estaba matándola. No sabía a ciencia cierta cuando retomaría sus clases de nuevo, todo su trabajo había quedado en un ciclo de espera que no sabría cuando terminaría. Pero rogaba porque fuera pronto.
En los treinta minutos que llevaba andando sin rumbo alrededor del palacio, no había visto mucho ajetreo como en la mañana. Y ya acostumbrada al movimiento enérgico del servicio, sentía un poco de agobio al no percibir nada.
De vez en cuando, el nombre de Elion Heeger llegaba a su mente como un pensamiento fugaz y le dejaba pensando por varios minutos, justo como ahora. Pensó en el modo que ahora debía cuidarse de tres príncipes problemáticos, en lugar de dos. Y, sabiendo que el chico había sido un rebelde hace un par de años, no le inspiraba mucha confianza que existiera la oportunidad de que hubiese cambiado.
Formuló un sonido de duda con su garganta cuando pensó en el tipo. Pero, sin tener una imagen o indicio de su rostro, era casi imposible. No obstante, ya lo sabría cuando llegara la oportunidad.
Louise detuvo sus pasos cuando escuchó murmullos, y alejándose de su imaginación, se fijó que estaba cerca del gran salón. Se acercó lo más posible a la puerta, escondiéndose ligeramente para que no la notaran, y agradeció haber pensado en eso porque a lo lejos observó al príncipe Alan Heeger discutir con un sofocado sirviente que estaba al borde de las lágrimas y arrodillarse ante él.
Rodó los ojos cuando el hombre alzó una mano como si fuera a azotarle, pero él simplemente se rió cuando escuchó las súplicas del pobre chico.
Era una escoria.
La piel se le erizó cuando admiró la ególatra sonrisa de Alan ir en su dirección. Metiendo las manos en los bolsillos de su pantalón formal e intentando verse deleitable al peinar su cabello hacia atrás con sus dedos.
“¡No! ¡Lo que me faltaba!” Pensó apresurada largándose repentinamente al jardín cruzada de brazos, siendo seguida por el alto príncipe.
—¡Louise! ¡Pensé que no estarías por aquí hoy! —Ruidoso fue acercándose hasta que la pelinegra fue capaz de sentir su calor corporal detrás de ella. —Me da alegría verte.
“Pues el sentimiento no es mutuo” Refunfuñó para sus adentros dando un par de pasos hacia delante, recobrando su espacio personal. —Es sorprendente para mí verlo a usted aquí. Ciertamente, no pensé que estuviera alrededor.
Una cosa que Louise sabía y usaba a su favor, es que este príncipe odiase que ella le hablase con tanta formalidad. Y a pesar de todos los años que ha pasado aquí, jamás le ha hablado de una manera informal. Louise lo tomaba como un acercamiento amistoso que ella jamás quería tener con él, por lo que se abstenía a llamarlo solo por su nombre y título y formaba una barrera entre ellos.
Aunque él la derribara cada vez que pudiese. Pero Louise no se rendía y volvía a hacerla.
Sabe cómo le molestó el que le hablara de esa manera cuando frunció su nariz y suspiró incrédulo con una sonrisa. —Pues esta es mi casa, y no voy a dejar que un extraño simplemente venga a quedarse como si nada.
Louise alzó una ceja, interesada. —¿Entonces el servicio no puede quedarse según su teoría? —Casi carcajea cuando observó la mirada perdida que indicaba que se encontraba procesando sus palabras. Y entonces le miró ofendido y replicó: —Eso no era lo que quería decir.
“Claro” Susurró. Ambos se quedaron en silencio, mirando el amplio patio y los frondosos árboles repartidos alrededor. Louise no estaba tranquila con él cerca.
—Sólo digo que ese tipo no puede simplemente decir “regresé” y ya asumir que va a tener todo lo que nosotros tenemos. Si se fue, fue por algo. —Le escuchó. El estómago se le revolvió de escucharle hablar con tanto aborrecimiento y casi que escupiendo entre palabras.
Aprovechó para indagar más en el tema. Total, Alan escucharía y le respondería si tenía suerte.
Primero, comenzó con darle la razón. Un arma de doble filo que le permitiría tener más seguridad de lo que quería escuchar, pero que le haría pensar al príncipe Alan que tenía interés de conversar con él.
—Debo admitir que tiene razón, aunque no esté en mi posición hablar de uno de sus hermanos de esa manera. —Dijo, y sonrió para sus adentros cuando le escuchó reír al decir “hermanos”. —Es muy extraño que haya decidido volver sin ninguna razón… ¿Algo debió haber sucedido?
—¿Se cansó de ser una persona común y corriente que no tiene metas en la vida y sólo desea convertirse en una peste? Probablemente. —Se encogió de hombros. —De todas formas, no es bienvenido aquí por nadie. Ni por Oliver, ni por Alina ni por mí.
¿Estaba tan seguro?
Sus reacciones ni siquiera parecían coincidir, y eso tornaba todo más confuso.
—¿Qué hará usted? Digo, es probable que se una a las actividades con ustedes.
—Le haré la vida imposible hasta que se vaya a la m****a. Justo por donde vino.
Louise cerró la boca, atónita por la repugnancia que resplandecía en sus palabras. Ambos se quedaron en silencio, una vez más vagando sus miradas por el patio hasta que Alan, unos segundos después, decidió hablar.
—Sólo espero que no se encapriche contigo, porque eres tan hermosa que seguramente lo dejarás sin palabras. —Susurró en su oído, sonriendo seductoramente y de verdad pensó que le daría algo más de información. Pero no podía esperar más de un mujeriego con tan poca habilidad para el coqueteo.
Fingiendo tranquilidad, se separó. Acomodó su cabello negro sobre sus hombros y con una ligera reverencia procedió a marcharse. —No estoy interesada en involucrarme con alguien de la Familia Real. Eso, sin dudas, me traería más problemas de los que tengo.
Escuchó su voz mientras se alejaba con gran rapidez, una despedida con connotación sexual y una risa que le provocó un mal sabor en la boca.
Pero más que eso, sus sospechas sobre el nuevo príncipe eran cada vez más extrañas. Alina parecía nerviosa por querer saber más de él, indecisa, pero Alan era todo lo contrario. Sentía asco, molestia y un rechazo enorme hacia él. Ambos parecían no tener idea de lo que se avecinaría una vez Elion pisara el palacio, y Louise tampoco.
…
Un par de horas más tarde, se encontraba atardeciendo. Louise miraba el descenso del sol a través de la ventana de su habitación sin ninguna respuesta. Había escuchado que todo el mundo estaba curioso por la llegada del príncipe Elion, la gente estaba arremolinada a lo lejos en uno de los caminos al palacio sólo para verlo. Los periódicos sólo hablaban acerca del gran acontecimiento y la mínima persona que saliese del palacio era atestada con preguntas acerca de todo este embrollo.
Mientras, ella jugueteaba su dedo pulgar con impaciencia. Algo no muy usual en ella, pero no le importaba mucho si se encontraba a solas. Todo esto estaba dejándole una mala inquietud, y sólo podía esperar. Y esperar.
Sin embargo, luego de lo que parecieron muchas horas, su puerta fue abierta con más fuerza de la que habría querido.
—Señorita Roosevelt, Su Majestad me ha ordenado a buscarla de urgencia. —Un sirviente muy agitado, casi al borde de un ataque, se plantó en su oficina. Louise miró por la ventana que había dejado de ver a través, y se encontró con la figura de un carruaje acercarse a una velocidad constante.
Louise suspiró.
Los problemas estaban más que a la vuelta de la esquina.
La institutriz no duda en seguir al hombre ansioso que no podía dejar sus manos en un solo sitio mientras ella iba detrás de él, en silencio y con las manos detrás de su espalda. No escuchó un solo ruido cuando vagaron alrededor, todo estaba sucumbido en un profundo silencio.
Sus tacones resonaban cada vez que descendía un escalón de la escalera de caracol que llevaba hacia el pasillo que le llevaría al Trono del Rey. Un amplio salón que era utilizado para reuniones importantes y una que otra celebración. Sin embargo, hoy no era ninguna de esas dos situaciones.
Una vez que llegó a su fin, se encontró con la figura del poderoso hombre dándole la espalda. Louise se sintió asfixiada. Y más aún cuando clavó sus ojos oscuros en ella, tormentosos. Más en su rostro, no había más que un semblante frío e inexpresivo.
Sabía que esto era una locura. Pero mirándolo, se da cuenta que la llegada de Elion Heeger, su hijo y todavía príncipe, es una verdadera sorpresa. Nadie se lo esperaba y se sentía irreal cuando incluso un día atrás se había esparcido el rumor.
Louise Roosevelt no se sentía demasiado nerviosa por la llegada de otro hombre, estaba más preocupada por el Rey.
—¿Se siente nervioso? —Es lo único que puede decirle. Camina detrás de él por unos segundos hasta que él simplemente le dice: —No tendría por qué.
Estuvo a punto de hacer una mueca, pero se abstuvo cuando él se volteó a mirarla. Deteniéndose por un segundo, suspirando, y volviendo a caminar. Louise confusa por su reacción, no dice más nada. Y es que esa respuesta tan indiferente sólo creaba más problemas y escenarios innecesarios en su mente.
No debería ser tan curiosa. Apenas y se reconocía por andar indagando en un problema familiar en el cual no estaba metida, pero por alguna razón, querían meterla a la fuerza.
La mayoría tenía en cuenta que Louise era algo así como… una figura importante dentro del palacio. Sus años de estadía en el lugar le habían facilitado hacerse un renombre, y su fuerte sentido de la honestidad y las cosas bien hechas, además de su fantástica inteligencia y perspicacia; la habían vuelto cercana al rey. Casi proclamándola como su ayudante.
Aunque dudaba que existiera un puesto como “ayudante” sin que lo confundieran con una más del servicio.
Él tenía sus razones para ser tan “amable” y “bondadoso” con ella. Y de solo recordarlo le revolvía el estómago.
Al detenerse por fin ante las puertas, es cuando Louise escucha el alboroto detrás de ésta. Es tan ruidoso y caótico, que no puede evitar cerrar los ojos cuando escucho los mandamientos de los guardias. Más allá, gritos asustados que provenían de mujeres.
Sin embargo, no esperaron por más indicaciones y de un momento a otro, las puertas se abrieron.
Si Louise no estuviera bien acostumbrada a ocultar sus expresiones frente a otras personas, gratamente estaría muy sorprendida con la sangre que decoraba el suelo. No demasiada, pero seguía siendo sangre.
A lo lejos, se encontró con un hombre vistiendo sucios harapos con un cuchillo ensangrentado entre sus manos.
Su rostro estaba contraído en furia mientras intentaba liberarse de los guardias que le tenían aprisionado contra el suelo. El sucio cabello castaño, estaba desparramado por todos los lados de su cabeza, tan largo que cubría sus ojos y le dificultaba la vista. Sin embargo, no perdía el tiempo en alzar el cuchillo en su mano para lastimar a alguien.
Louise se había quedado de pie, inexpresiva. Ni siquiera había avanzado dentro del salón al quedarse prendada ante la conmoción. Ni siquiera se había dado cuenta que esto no estaba cerca de ser una bienvenida.
Esto era más como si lo hubieran raptado sin más.
Elevó su mirada más allá, notando un par de guardias heridos que eran llevados de urgencia a algún lado. Seguía escuchando el griterío del supuesto príncipe, que a sus ojos, parecía un vagabundo más. Con ropas sucias y desgastadas, la cara llena de suciedad y llenándose las manos de sangre.
—¡Mi señor! ¡No puede quedarse quieto! —Louise rió para sus adentros, eso era demasiado obvio. Cinco guardias apenas y podían con el hombre de contextura ligeramente musculosa, y ya había herido a dos.
Ahora, las historias de que el tipo estaba demente cobraban sentido. Y había una razón más grande por la que había escapado de su casa.
Pero… seguía teniendo sus dudas.
Más bien, tenía más que antes. Maldición.
Las dudas de Louise estaban ocultas bajo una máscara inexpresiva que no dejaba entrever ni la más mínima emoción en su rostro. En verdad, era bastante aterradora cuando se ponía en ese plan.
Y cuando se acercó a la escena siguiendo los pasos del rey, todo el mundo contuvo el aliento, porque el príncipe dejó de pelear cuando levantó su mirada del suelo y le miró.
Odio, cólera, repulsión.
Louise no notó nada más que eso.
Pero para cuando Elion, el príncipe perdido intentó decir algo, el hombre alto a su lado lo tomó por el cabello sucio y comenzó a derrumbarlo contra el suelo. Un, dos, tres y cuatro veces. Con una fuerza que jamás vio en él, que hizo jadear a los guardias que no se esperaron que el Rey Damien hiciera algo como eso.
La institutriz se hizo hacia atrás, disgustada con la escena y prefiriendo mirar hacia otro lado. Incluso si podía escuchar los esfuerzos del hombre al azotar contra el suelo al otro.
A su propio hijo.
Tragó saliva. ¿Qué tenía que pensar de esto? No era nada de lo que se esperó que sucedería. ¿Qué pasaría una vez que saliesen de este lugar? ¿Lo encerrarían? ¿Los presentes se olvidarían de esto y el tipo iría por todo el palacio como si nada?
—¿Dónde estuviste todos estos años, eh? —Un empujón. —¿Sabes los problemas que nos causaste a todos? —Otro empujón, y pensaba en lo confusas que se estaban tergiversando las cosas.
Ella miró a los guardias, alineados en una perfecta fila mirando hacia el frente. Admiró cada uno de sus rostros, y se preguntó si iban a ser reprendidos si decían algo sobre esto.
Luego miró al tal Elion Heeger. Muy diferente a lo que había intentado imaginar. Mirando furioso a su padre desde el suelo, con varias heridas en el rostro y moretones formándose en sus brazos y quién sabe qué otra parte más.
Louise sólo era partícipe de este violento castigo. Una espectadora que debía pasar desapercibida.
Pero mientras Damien escupía sobre él todo lo que quiso decirle, y a lo que ella hizo caso omiso, Elion la miró. Fijamente, con el cabello cayéndole por la frente, adolorido y casi cerrando sus ojos; hasta que le sonrió de una forma que le provocó escalofríos con los dientes ensangrentados.
“Esto no es lo que había pensado”
Los presentes que observaban con asombro la irascibilidad del Rey Damien se encontraban en silencio. Con un nudo en sus gargantas debido al tétrico mirar que le daba al joven en el suelo. Nadie se inmutaba, ni siquiera cuando el hombre lo sujetó una vez más por su cabello y arrojó su cabeza contra el suelo. Imponente, estoico e indiferente.Elion parecía no querer quedarse atrás y dejarse vencer, incluso cuando estaba hecho trizas en el suelo. Su mandíbula apretada, los labios pegados con fuerza y el ceño fruncido decorando su frente sin dejar salir un solo sonido mientras su padre sólo observaba. A excepción de su errática respiración.Louise pensó que seguirían discutiendo, sin embargo, los cuchicheos de un par de sirvientas observando la escena a lo lejos llamó la atención. Sorprendidas por la templada mirada del Rey sobre su hijo, mirándolo como si
De modo que nadie quería convocar la ira del Rey Damien, Oliver tomó la palabra con seriedad para informar a su padre sobre los dos ataques que habían sucedido en el último mes, a las afueras del pueblo. Si de algo no tenía duda, es que el príncipe era extremadamente bueno en lo que hacía, siempre tenía las palabras perfectas y sabía cómo manejarse frente a alguien como su padre. Damien le miraba fijamente, entrecerrando sus ojos; pero escuchando atento a lo que decía.Sorprendida, se sobresaltó cuando por un segundo Oliver pareció poner su mirada sobre ella. “¿Tiene un problema conmigo?” Fue lo que pensó, pero cuando no hubo más respuesta de su parte, simplemente pensó que había sido una equivocación.Sin embargo, la presencia abrumadora que le provocó ser mirada por él fue espeluznante.A simple
Carraspeó, y Louise casi frunce su ceño por la suposición. Pero pronto recuperó su estabilidad, y le respondió también con una ligera sonrisa. —No lo es en absoluto, pero usted no fue claro. Sin embargo, no es algo de su incumbencia, príncipe Elion.El semblante divertido, y doloroso, había cambiado a uno inoportuno y ofensivo. Luego de un par de segundos, volvió a sonreírle arrogante. Sin embargo, Louise sabía leer muy bien a las personas y Elion era predecible. —Durante toda esta cálida bienvenida, eres la primera persona en llamarme “príncipe”.Dijo aquello abriendo sus brazos con una alegría tan fingida que le hizo, por un minuto, tenerle lástima. Pero seguía siendo peligroso.—Eso es lo que es, y no puedo permitirme llamarlo por otra forma que no sea esa. —Dijo calmadamente, luego señal&oacu
…—¿Necesita que lo ayude con algo, señor?Está plantada frente a Damien en su oficina, al día siguiente a primera hora de la mañana. En la vida se había levantado tan apresurada debido a un llamado. Usualmente, se tomaba su tiempo para alistarse pero la manera en que una sirvienta había entrado escandalosamente a su habitación casi que gritando su nombre; fue un susto horrible.Luego ella se disculpó por unos cinco minutos seguidos cuando le ordenó buscar los documentos que había preparado durante toda la semana. Sollozando entre perdones por haberla levantado de esa manera, pero “era muy importante”.Más, en este momento estaba nerviosa por lo que su rey le diría. Principalmente, la razón de ese extraño nerviosismo se debía a que no podía dejar de pensar en la equivocación que
Pero ahora, más tranquila —y completamente consciente del problema en que estaba metida— pudo pensar mejor las cosas. Louise debía poner todo su empeño para convencer al… sucio e irrazonable hombre de que podía confiar ella. Para poder ser un buen hombre digno de no avergonzar a toda una familia.Y mientras más lo pensaba, más se le hacía ridículo.Y mientras más pensaba en Elion, Dios… más lo odiaba.Se supone que sólo debía ser ella misma. Tenía que desligarse de cualquier amistad que tuviera con la Familia Real —que no eran muchas en realidad— y hacer como que sólo era una mujer más que tenía la oportunidad de brindarle oportunidades a otros. Y pensándolo de esa forma, no parecía tan aterradora como muchos lo hacían parecer.Pero en un suspiro, la conversación que ambos tuviero
Sus labios se apretaron de inmediato y su corazón comenzó a acelerarse con un pesar de crueldad acechándola por detrás. Provocándole escalofríos cuando llevó sus dedos temblorosos hacia su cuello pálido, decorado con marcas rojizas de gruesos dedos que le quitaron la posibilidad de respirar.“—Sabes muy bien que nunca podría reducirme a tu nivel, ¿lo sabes, verdad Louise? Tan callada siempre que me da una inmensa curiosidad saber lo que estás pensando en este momento… ¿Sientes que te falta el aire?”La restricción que apretaba poco a poco su cuello estaba aminorando su falta de oxígeno. Sus uñas largas rasgaban la mesa de madera en busca de algo que ayudara a quitárselo de encima, pero la empujó con todas sus fuerzas sobre la mesa sin detenerse cuando escuchó el quejido ahogado que produjo su garganta cuando fue
—¿Qué, qué es tan gracioso? Pues todo en realidad, una reverenda locura. ¿Qué mierda crees que haces con mis cosas? —Espetó Elion al arrancarle su ropa sucia a una de las chicas, impulsivo. Alerta de que estuvieran de pronto adentrándose y tomando sus cosas como si nada. —Deja que estas chicas hagan su trabajo y abstente de ser una maldita molestia.Le dijo Damien furioso de lidiar con él. Le vio taparse la nariz con asco, examinándole de pies a cabeza como si el hedor que provenía del húmedo cuarto fuese su culpa. Rió estoico, apretando su mandíbula y levantándose de la cama. Los guardias en un segundo se habían puesto entre él y Damien.—Primero me encierras aquí como si fuera un criminal, y como si no fuera suficiente, ¿también vas a dejarme sin pertenencias? ¿Sin muebles también? —Elion habl
—¡¿Qué Elion qué?!Los hombros de Louise bajaron tan lentamente al soltar el cuarto suspiro consecutivo del día.Frente a ella, Dóminic estaba con la boca abierta, conmocionado por la gran noticia que le había dado, demasiado, diría ella.En su lugar, estaba más estresada que antes. Todo le parecía una pesadilla y Dóminic actuaba como un niño emocionado por un puesto de panes dulces a la vuelta de la esquina.—Ya te lo he dicho, aunque me parece extraño que no te hayas enterado ya. —Dijo levantándose para buscar unos papeles en la estantería. —Se supone que eres un guardia, es tu trabajo estar al tanto de estas cosas. ¿O me equivoco?Él fulminó con la mirada, recostando su espalda en el sillón cruzado de brazos, todavía mirándole como si le ocultara algo. —¿Qué?