Inicio / Romántica / Rendición | Extasis 1 / CAPITULO 1 (2) | Colateral
CAPITULO 1 (2) | Colateral

Miré a todos lados buscando algún rostro conocido para no quedarme sola y en poco tiempo encontré a algunos compañeros del equipo de fútbol. Decidí caminar en su dirección, pero me detuve cuando, estando a unos cuantos metros, pude ver a Adrián sentado con ellos; el golpe bajo fue encontrarlo abrazando a Sonia, su mejor amiga, y, finalmente, besarla como nunca lo hizo conmigo.

Me debatí entre encararlo y desquitar mi furia o buscar una mejor forma de dejarlo mal parado ante todos.

Salí sin que se percatara de mi presencia, tomé el teléfono que había guardado en el busto y salí del lugar. Remarqué su número hasta que respondió, lo vi salir para alejarse lo más que pudiera del ruido que le delataría.

Tomó una larga distancia, bastante lejos de mí como para que pudiera verme.

—¿Qué ocurre, Aitana? —Preguntó fingiendo voz adormilada.

—Hola amor, ¿sigues en casa?

Intentaba darle una explicación a todo, un voto de confianza, que en último minuto decidiera salir y se olvidara de llamarme, aunque claro, eso no explicaría lo que vi.

—Ehm, sí. De hecho, me estaba quedando dormido hasta que el celular sonó.

—Perdóname, creí que no dejarías solos a tus amigos. Casi podía jurarlo con eso de que son inseparables.

Guardó silencio un tiempo considerable.

—¿Tú dónde estás? —Cuestionó con un ligero tono de angustia.

—De fiesta aún, no tengo hora de llegada por si te lo preguntas.

—Eso me parece estupendo, ahora, si me permites, iré a dormir de nuevo.

Vi a la rubia cruzar la calle hasta donde él se encontraba y abrazarlo mientras Adrián tapaba el micrófono del celular. Ahora podía entender que tenía algo con las mujeres rubias, aunque se hubiera ido con la primera oxigenada que encontró.

—Dormir... ¿en la cama de esa zorra deslavada? ¡Perfecto! Yo también puedo dormir en la primera cama que se me presente.

Caminé hasta donde ellos estaban tomándolos por sorpresa. Colgué el teléfono en cuanto los tuve cerca.

—Y no tendré que mentirte, es más, te llamaré cuando esté en una cama, sobre el dueño de ella y teniendo sexo, el más salvaje que jamás tuve contigo.

—No necesitamos hacer un drama de todo esto, Aitana. ¿Ves? Siempre has sido así, no sabes hacer otra cosa más que llamar la atención y eso me frustra.

Me resistí a la bofetada que en ese momento deseaba darle, no le demostraría, aunque era evidente, que me había herido el alma entera con tan vil engaño.

—¡Tienes toda la razón, siempre fue así y me refiero a que nuestra relación te importaba un carajo como para intentar hablar las cosas!

Vi a mis acompañantes salir del lugar y ser espectadores de tan bochornoso episodio. Y aunque también resistí las ganas de tirar de los cabellos de esa mujer, preferí dirigirles una mirada a mis amigos para irnos pronto.

Subí al automóvil de Bruno quien enseguida comprendió lo que ocurría.

—Y ahora te harás la ofendida y saldrás huyendo de aquí. ¡Vamos, eso es más que infantil!

Adrián se acercó al carro para intentar abrir la puerta, pero Bruno le dio un estupendo gancho directo en el mentón. Sonreí sintiéndome vengada.

—¡No te le acerques, carajo! —Bramó Bruno.

—¡Al menos ella es más mujer que tú, ella me pone la polla más caliente de lo que en estos años llegaste a lograr!

Sus palabras buscaban herirme y estúpidamente lo conseguían. ¿Cómo fue que me había enamorado de un completo imbécil?

—No lo escuches, es un idiota. ¿Adónde vamos, Aitana? —Cuestionó el pelirrojo tras entrar al automóvil.

—No sé, solo llévame lejos de aquí. Otro lugar, otra fiesta, otro sitio donde pueda olvidar que me acaban de romper en pedazos el corazón.

Solo dentro del vehículo me permití dejar ir lo que dolía, llorarle solo esa noche y durante lo que durara el trayecto. No me tiraría, no permitiría que Adrián se sintiera un ser poderoso ante la idea de que me había lastimado, que estuviera destrozada por su culpa.

En cuanto el coche estuvo en movimiento sentí la necesidad de dirigirle unas últimas palabras, así que bajé el vidrio para sacar la cabeza topándome con la mirada atónita de toda la gente que yacía sobre la acera viendo cómo la sangre brotaba por su boca.

—Además, ¿crees que extrañaré los dos minutos que durabas? ¡Jaaa! He estado con mejores ¡Púdrete, Adrián!

Sentí un peso menos en cuanto lo mencioné.

Aunque mentí, cualquiera que conociera a Aitana Torres sabría que ha estado con la misma cantidad de hombres que hay en su salón de clases: pocos. Aunque eso no quitaba que en cierta parte tenía razón, habían existido mejores compañeros sexuales que mi recién proclamado exnovio.

Por mi cabeza solo pasaba una idea, la de cumplirle la promesa de encontrar alguien para demostrarle que podía estar en otro lecho sin sentir remordimientos.

—¿De verdad ese cabronazo no duraba más de dos míseros minutos? Pobre de ti, Tina.

Mariel comenzó a reír descontrolada convirtiendo mi tristeza en diversión de un momento a otro. Me abrazó intentando dar consuelo, y aunque la decepción era bastante al igual que el coraje que sentía por haberme comparado siquiera con alguien que era claro no valía la pena, no podía parar de reír.

—Te has salvado de vivir privada de sexo del bueno. Sabes, los hombres, al igual que los perros, solo cogen y ya; las mujeres seducimos, excitamos y extasiamos.

Bruno fulminó a Mariel con la mirada por el retrovisor mientras ella me retocaba el maquillaje que había resultado afectado.

—Bueno, de acuerdo, sin agraviar a los presentes, quizás existan excepciones de uno en mil y para tu desgracia, Aitana, te topaste con el número novecientos noventa y nueve.

° ° °

Llegamos al lugar más concurrido de Edenville: Smoochy bar.

Habíamos asistido un par de veces durante todo el semestre y sabíamos que el ambiente se tornaba bastante interesante los viernes. Y precisamente hoy necesitaba olvidarme de Adrián Imbécil-hijo-de-p**a Castillán.

Bruno intentó sacarme nuevamente a bailar aunque ahora no fuese por el alcohol, sino para distraer un poco mi mente. Me rehusé, me planté firme en el sillón de piel abrazándome a la mesa.

—Estoy bien, vayan ustedes. Mi margarita y yo tenemos muchas cosas de qué platicar.

Mientras tomaba mi bebida y veía como bailaban mis amigos en el centro de la pista, cogí el celular y escribí un mensaje breve tras recordar la última plática con la única persona que sabía tendría palabras confortantes a esa hora de la noche.

"¿Recuerdas cuando dijiste que un novio de verdad te folla a toda hora sin importar si está cansado y que si no lo hace es porque no eres tú precisamente a la que se está echando? Bien, hoy acabo de comprobar que sí eres hombre y tienes manos de profeta." –Julieta.

No tardó mucho en responder y no supe si reír o llorar con el mensaje.

"Desde el primer día te dije, Julieta, que no te convenía ese Romeo que tenías por novio. No soy profeta, no se requiere de ello para saber que cualquier hombre en su sano juicio no te diría que se siente cansado para tener sexo contigo ¡Dios! Pero no me haces caso a leer «Julieta» del maravilloso autor por el cual mi usuario." –Marqués de Sade.

"¡Oye, no! No intentes llevarme por el camino del mal al recomendarme libros que parecen ser inocentes y terminan siendo lo más perverso que mis ojos santos pueden leer, sabes que la única Julieta para mí es la de Shakespeare.” –Julieta.

"Nunca digas «de esa agua no he de beber» porque más tarda un cojo... no recuerdo una m****a cómo va el dicho, pero nunca lo digas. Por cierto, piensa que ese idiota que tenías por novio no valía la pena si nunca te dio sexo del bueno, lo digo porque si fuese de esa manera jamás habrías creado una cuenta en Blind-date. Tu vecino y buen amigo, M. Sade." –Marqués de Sade.

"¿Recuerdas que mi perfil tenía una palabra clave? Sí, esa que estaba en negritas, cursivo y mayúsculo... Sé que lo recordaste así que ¡aleluya! Debo irme, esta noche beberé como nunca y tendré sexo como jamás. Hablamos después, señor. Buenas noches. P.D. ¡Qué mala copia de Spiderman, al arácnido no le gustó!" –Julieta.

Apagué el celular al ver que la pantalla se encendía a causa de una llamada, y en ella aparecía el nombre de la persona con la que momento antes mensajeaba.

Nadie sabía la manera en que lo conocí ni mucho menos era algo que deseara divulgar por toda la Ciudad, pero eso no le quitaba lo divertido.

No conocía su nombre real, jamás lo pregunté porque él tampoco inquirió el mío. Nos conformábamos con conocer los nombres de usuarios que, curiosamente, provenían de libros que podíamos decir nos describían.

° ° °

Conocí a "Marqués de Sade" tres años atrás por una aplicación de citas en línea llamada Blind–date —un nombre bastante tonto a decir verdad, más si se tomaba en cuenta que el perfil requería de fotografías—; bueno, debo aclarar que no era yo la que buscaba las citas, sino que Sandy, mi hermana mayor, me heredó su celular y olvidó borrar todas las aplicaciones que tenía en él. El ícono rosa con un corazón flechado llamó mi atención en cuanto lo vi y por los Dioses divinos que había dejado iniciada la sesión.

Un día de esos que no tenía mucho que hacer decidí abrirlo y navegar entre las opciones que tenía. No lo hacía con el afán de conquistar a los chicos porque para ese entonces ya era novia de Adrián; sino que me parecía totalmente absurdo que las personas decidieran formar amistades e incluso relaciones ocupando las herramientas virtuales.

Bien, conocí hombres varios que iban desde lo más idiota hasta lo sumamente intelectual que llegaban a aburrir. La aplicación estaba diseñada para enviar texto y mensajes de voz, no más, así que no corría riesgo de que descubrieran a una menor de edad en una red marcada con +18.

La fotografía de Sandy no estaba tan alejada de lo que yo era en ese entonces; una rubia con ojos claros —aunque el azul de ella era obviamente diferente a unos enmelados como los míos—, labios carnosos y comestibles —aunque yo nunca los teñí de rojo carmesí—, una cintura definida y piernas torneadas, ¡oh sí! y no hay que olvidarnos del busto pequeño que claramente yo no poseía, la sonrisa de comercial era herencia de mi madre.

Así que en mi defensa podía decir que nunca utilicé una identidad falsa porque ella existe, es real, solo la tomé prestada un poquito.

Cambié todo —menos la edad y descripción física—, hasta su estúpido usuario "Lady black" para dejar un perfil hermoso con una descripción bastante creíble, lo único donde sí parecía ser Aitana:

Usuario: Julieta2. Edad: 23 años.

Frase que la describe: "El infierno está vacío, todos los demonios están aquí. –W. Shakespeare."

Sobre mí: "Ávida lectora de novelas rosas, drama y comedia. Café latte, bisquets calientes con mermelada. No busco citas o relaciones, solo personas con quienes tener una plática sensata, el sentido del humor no puede faltar. Amor infinito por Romeo y Julieta de William S."

Qué busco: Buenas conversaciones.

Quince minutos después de dar clic en el botón de actualizar las solicitudes de mensaje comenzaron a llegar, no muchas, alrededor de cinco.

El primero, un tal folladorico, fue descartado al ver como foto de perfil una polla deforme, sinceramente eso más que encender a cualquiera daba miedo, parecía un animal muerto.

El segundo fue un hombre que me habló con lenguaje altisonante; no era una perra que quisiera coger ni mucho menos le diría papi, dame toda esa lechita; el complejo de Edipo no era lo mío.

Y así fui eliminando a pervertidos, aunque de todos los usuarios que encontraba muy pocos se ganaban el botoncito rojo de me interesa. Pasé la mayor parte de la tarde conversando con algunos y absteniéndome de otros más. Por la noche, justo cuando iba a ocuparme de la tarea que habían dejado ese día, un último mensaje llegó.

Marqués de Sade quiere conversar. "Hola Julieta2. Por fin encuentro a una mujer interesante... Julieta... espero sea por aquel libro."

A Julieta2 le interesa conversar contigo. "Hola Marqués de Sade. Lo coloqué por la novela de Romeo y Julieta de Shakespeare, es la única Julieta que conozco."

Marqués de Sade. "Deberías leer el libro del Marqués de Sade, lo recomiendo bastante. Bueno, leí tu descripción, creo que es lo que más me atrajo hasta el momento... a decir verdad la fotografía también, sin embargo, resistiré las ganas de decir algo depravado para no ser bloqueado como seguramente ya has hecho con muchos hombres esta noche."

No pude contener la risa, me divirtió tanto la respuesta que decidí dejar pasar su insinuación. Así lo que empezó como una plática tonta y sin sentido sobre libros, canciones y asuntos que se asemejaban a las clases de psicología que tomaba en la Universidad, se tornó en una amistad tan fuerte que no podía creer posible hubiese surgido de una red social.

° ° °

—¿Nos vamos? —Preguntó Bruno tras moverme un poco de la mesa despertándome del sueño.

— ¿Qué hora es? —Respondí aún encamorrada.

—Temprano, son apenas las tres de la mañana. Tú vives más cerca así que te dejaré en casa y luego llevaré a Mariel a la suya.

La cabeza me dolía, sentía como si dentro hubiese una bomba a punto de explotar. Había cumplido una de las cosas que mencioné haría ese día: beber como nunca lo había hecho, solo fallé en el sexo.

Creo recordar la forma grotesca en que bebí esa noche. Una margarita tras otra, empinándolas como si de agua se tratase. Esa no era yo, quizás el rencor y dolor pudo más con Aitana que su cordura y sensatez.

En cuanto Bruno abrió la puerta trasera me deslicé dentro del vehículo para recostarme y apropiarme del asiento. Cuando mi cabeza tocó el asiento caí dormida de nuevo hasta que debí bajar para entrar a casa e ir directo a mi habitación.

° ° °

No me puse el pijama, tenía tanta pesadez sobre el cuerpo que automáticamente me tiré sobre la cama y al sentir los ojos un poco más abiertos encendí el celular, solo para encontrarme con dos llamadas perdidas y tres mensajes nuevos.

"Releía la conversación y me topé con «blah, blah... comprobé que sí eres hombre» ¿Acaso lo dudabas? Cierto, no debería preguntar en tu lamentable situación; lo triste de todo es que tienes toda la razón, el no tener un novio que te demuestre lo que es un verdadero hombre te deja en un estado precario." –Marqués de Sade.

"Despedirse tan rápido y apagar el celular cuando alguien preocupado por tu bienestar te habla, eso, Señorita Julieta, es de mala educación. Solo quería mencionar que no es buena idea tener sexo cuando el himen cicatrizó por falta de uso... que quede claro intenté advertirla." –Marqués de Sade.

"No quiero parecer neurótico, solo por favor avísame cuando estés en tu casa para saber que no moriste por una hemorragia tras tener tu noche de sexo salvaje y —cito textual: como nunca—, porque comienzo a preocuparme." –Marqués de Sade.

Después de reír por sus mensajes tan elocuentes y llorar por mi hipersensibilidad del momento, decidí responder todo en un solo mensaje.

"Tenía mis dudas, pensé que eras de esa clase de persona que toman hormonas para parecer más masculinos de lo que son. Créeme que mi coño se mantiene en forma, siempre hay más alternativas al momento de buscar placer y, que yo sepa, no existe tal cicatrización. No pareces neurótico, es normal en la gente de tu edad. He llegado a casa, estoy bien aunque sienta que la cabeza me explotará." –Julieta.

Me estiré un poco hasta alcanzar las cobijas dobladas sobre la cama, me cobijé y comencé a contar borreguitos intentando que el dolor cediera un poco. No sucedía, al contrario, cada ruido me hacía chillar de dolor.

¡Estúpida, estúpida, mil veces estúpida!

El teléfono celular sonó con un horrible tono que se asemejaba a un claxon. Contesté pronto para callar aquel sonido que me taladraba la cabeza.

—¿Sí?

—Julieta, Julieta, no te desangraste, pero que buena borrachera te tiraste. Te daré un tip y espero lo cumplas, ¿ok? Por nada del mundo vayas a tomar medicamento para el dolor de cabeza; busca un paño y mójalo con agua fría y colócalo sobre la frente, como los remedios de tu mamá cuando tenías fiebre, sobre todo corta la llamada cuando haya terminado de hablar y duerme.

—Espera, no me dejes colgar hasta que decida levantarme.

Lo escuché reír y como siempre su voz ronca causando estragos en mi vientre.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo