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CAPITULO 1 | Colateral

"Dicen que la curiosidad mató al gato, pero no dicen si lo que descubrió valió la pena.” –José Saramago.

° ° °

8 de Junio, 2018

—¿Sabes lo que es darle hasta el fondo, Aitana? —Preguntó Mariel con un ligero mohín.

Coloqué el caballito en la mesa después de darle un leve trago.

—Sí, pero todo con tranquilidad, estoy calentando motores.

La música retumbaba en el ambiente; el salón estaba a reventar con tantos jóvenes bailando en la pista. Las fiestas de graduación nunca habían sido de mi total agrado, los profesores arruinaban toda la experiencia al tener sus mesas en las altas tarimas vigilando que todos nos comportáramos de maneras correctas.

¡Bah! Eso es lo más aburrido que puede ocurrir durante la última fiesta con tu generación, y eso aclarando que yo no era la que estaba diciéndole adiós a su querida Universidad, aunque era lo que más deseaba en la vida.

La pelinegra me miró con desdén, al parecer esperaba lo mismo que yo y esta no era su mejor noche en meses.

—Además—, la interrumpí antes de que dijera alguna otra cosa—. Ambas sabemos que este no es el mejor ambiente, sinceramente tenía expectativas demasiado altas.

Miré los metálicos globos dorados que yacían sobre el centro de mesa, acompañados de una figura en foamy de lo que intentaba ser un estudiante con toga y birrete. Intentaba porque hasta el hermano pequeño de Bruno recortaba y dibujaba mejor.

—Entonces, Señorita seudo-abogada, ¿qué propone que hagamos? —Intervino Bruno, el compañero de clase más divertido de todo el condado.

—Creo que el regalo de tus padres podría cumplir con su misión en esta vida si lo usas para irnos de aquí a alguna discoteca que tenga mejor ambiente que este cuchitril.

Ambos me miraron con una amplia sonrisa en sus rostros mientras se levantaban de las incómodas sillas.

—¡Aleluya! Ya te habías tardado, amiga—. Mencionó Mariel.

No demoramos mucho en salir de la fiesta excusándonos diciendo que nuestros padres nos habían establecido un horario para llegar a casa.

° ° °

Los ánimos cambiaron en cuanto llegamos al sitio donde se encontraba otra porción de los recién graduados.

Intenté llamarle varias veces a Adrián, mi novio, pero no contestaba. No había querido comprar boletos para su propia graduación puesto que sabía las fiestas organizadas por la Universidad no eran las mejores, tampoco quiso ir a alguna otra porque su madre saldría de la ciudad a ver unas tías que sinceramente olvidé dónde radicaban, y él serviría como chofer todo el fin de semana.

—¿Qué haces?

Bruno regresaba con algunas bebidas hasta el lugar que habíamos elegido para sentarnos; tomó asiento junto a mí en el sillón rojo. Me acercó la mimosa que había pedido para mí, alcanzando a mirar la pantalla del celular.

—¡Increíble! ¿De verdad no puedes darnos una noche completa a nosotros? Ese hombrecito te está alejando de nosotros, Tinita.

—Solo quiero saber cómo llegó con sus tías de quién sabe dónde—. Reí colocando el teléfono en el centro de la mesa.

—Seguro que ha de estar dormido y por eso no responde las quinientas llamadas que le has hecho—. Mencionó mi amiga con incredulidad—, tendrá el sueño de un oso en hibernación.

Rodé los ojos al entender el sentido de sus palabras.

Sabía bien que ser novia de uno de los jugadores del equipo de fútbol del campus no era algo que ellos esperaban, pero en mi defensa podía decir que tenía un sentido de humor y carisma bastante bueno, aunado a que había salido con excelentes promedios en la carrera de leyes de la Universidad. El mejor partido que podría haber elegido.

La pantalla del celular se encendió con la fotografía de Adrián; respondí de inmediato.

—¿Hola?

Su voz ronca encendía cada terminación nerviosa en mi cuerpo.

Caminé hacia la salida para que el murmullo no me impidiera atender la llamada.

—Hola amor, ¿cómo estuvo tu viaje?

—Bien, bueno, algo. Mi madre olvidó algunos enseres que llevaría con sus hermanas e hicimos doble viaje. Pero ya estoy en casa ¿y tú?

—En una de las chorrocientas mil fiestas de graduación que hay en la Ciudad. ¿No quieres venir siquiera unas cuantas horas? Digo, es tu graduación y yo tendré que esperar dos años para tener algo como esto, anda.

Tardó mucho tiempo en responder.

—No, mejor nos vemos al inicio de semana, aunque sea un poco porque encontré empleo y debo presentarme.

—Muy bien, entonces habrá que celebrarlo. Te dejo descansar, excelente noche, corazón.

Colgamos y entré de nuevo a la discoteca.

—¿Qué dijo, vendrá? —Preguntó Bruno.

—No, lo escuché sumamente desganado así que preferimos vernos hasta el lunes.

—Entonces, señorita, debería invitarla a bailar para que el alcohol no ocasione estragos en su sistema. Además, ese vestido rojo no lucirá solo, menos ese peinado hermoso que le hace a sus rizos dorados verse fascinantes.

Me tendió la mano y entre risas caminamos hasta la pista.

Colocó su mano derecha en mi cintura y entrelazó la izquierda con la mía. Sabía que él sentía algo por mí, de ahí su enojo al ver que le prestaba demasiada atención a Adrián; sin embargo, también era consciente de que existía una mujer que daría todo por estar en mi lugar con Bruno. La observé vernos desde la mesa donde estuvimos sentados los tres.

El pelirrojo me miraba de una forma que me provocaba reír, como si fuera algo delicado de tratar. Sus ojos aceitunados continuaron observándome detenidamente afirmando de manera continua que me veía preciosa y yo me sentía la peor amiga del mundo.

Mariel se había fijado en Bruno desde que recordaba haberlos conocido, ambos estuvieron juntos en el colegio y ahora en la Universidad, habían tenido una amistad y él jamás sospechó de sus intenciones. Éramos el típico triángulo amoroso que se encuentran en los libros, telenovelas y cuanta bobería existente hay.

Bailamos dos piezas de salsa que me permitieron metabolizar rápido el licor que ya estaba en mis venas.

—Ahora cambiemos de pareja, tú con Mariel y yo... ya veré.

Aceptó e inmediatamente le hice señales a la chica en cuestión para que se acercara.

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