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CAPITULO 1 (3) | Colateral

—¿Y cuánto crees que eso tarde? Digo, no es que me urja porque el dolor de cabeza es tuyo y no mío.

—¡Argh! Ya voy, ya voy. Te pareces a mi madre regañándome.

Me levanté para tomar la pequeña toalla rosada con la cual limpiaba la pantalla del computador, la doblé en tres partes y humedecí en el lavamanos del baño. No tenía la menor idea de cómo eso me ayudaría, pero por alguna extraña razón confiaba en ese hombre.

Regresé a la habitación para volver a recostarme. En el teléfono seguía corriendo el tiempo de la llamada y me sorprendía que siendo las cuatro de la mañana él todavía no dormía.

—Listo, ya estoy de nuevo recostada y con la toalla sobre mi cabeza—. Informé.

—Muy bien, siendo así entonces me despido porque, aclaro, yo sí soy educado. Ten excelente noche Julieta.

—¿Ya? No fue tan difícil, pensé que ahora me pedirías ir a buscar sexo como un buen generador de endorfinas.

—¡Ja! Si no pudiste conseguirlo en horas que te perdiste por la Ciudad menos lo lograrás en minutos. Sí es buen productor de endorfinas y, por consiguiente, aliviará el dolor, eres una psicóloga muy sabia.

Aunque todavía fuera una simple estudiante a la cual le faltaba la mitad de la carrera, el perfil de Blind-date mencionaba 25 años así que tuve que decirle a Marqués que ya era egresada y trabajaba en una Clínica, ahorrándome el decirle cual.

—¡Obviamente lo sé! Y conociéndote pensé que tu solución tendría que ver con algo así. Mi alma respira tranquila.

Volvió a reír y mi cuerpo parecía encenderse, el dolor bajaba un poco y sin darme cuenta, mi mano derecha ya se encontraba sobre mi pecho, masajeándolo con delicadeza. Intenté no mostrar rastros de nada, incluso quise evitarlo, pero algo en mí me pedía continuar.

—¡No, no! Necesito algo más esto no está ayudando en nada, de verdad—. Chillé.

—Creo que tengo otro pequeño tip que podría serte útil, solo se trata de que coloques tu cabeza en la orilla de la cama y la dejes colgar un poco, solo intenta no matarte.

Estiré mi brazo hasta la mesa de noche donde tenía los auriculares, me moví lentamente siguiendo sus instrucciones, pero lo hice con reservas, pensando que tampoco serviría de nada así que decidí solo intentarlo y ya.

—¡Es horrible! No sé qué estaba pensando cuando decidí tomar esa botella de vodka, soy una completa estúpida.

—Todos los seres humanos lo somos en algún momento de nuestras vidas, aunque tú ya llevas dos a tan corta edad. A los veinticinco yo ya sabía que los reyes magos no existían y dejé de buscar a las princesas de los cuentos porque esas, lamentablemente y contrariando todo en lo que crees, no existen, Julieta; nadie en esta vida busca en realidad ser salvado.

—A veces no todos tenemos la fortuna de entender de los tropiezos, ¿sabías? Me alegra que tú sí.

Hubo un silencio incómodo por unos cuántos minutos, no dije nada, pero de pronto sentí una necesidad de seguir escuchando su voz, su respiración, algo de él que me permitiera terminar con el delirio.

—Y así es como dejas callado a un cabrón—. Reí tras sentir mayor alivio del dolor de cabeza.

—¡Jaaaaa! Es algo que quisieras conseguir, pero no, solo estoy esperando que la niña se quede dormida para colgar la llamada e ir a esa hotline a la que acudo normalmente a estas horas. Así que ¿ya mejor?

Esas palabras habían provocado un vuelco en mi corazón, sentí rabia corriendo por mis venas sin entender de dónde demonios venía aquello. Dos baldes de agua fría en una noche y yo sintiendo que todo en la vida valía madres... Y literalmente lo expresé.

—Sade, de verdad, vales para pura madre. Adiós.

Colgué sin darle tiempo a decir algo, sin siquiera esperar una explicación porque de verdad lo había dicho de una forma tan creíble. No quería que nadie desestabilizara de nuevo mi ser, pero con él era imposible y nada podría ser igual a antes de conocerlo porque, simplemente, no lo deseaba.

El teléfono timbró varias veces, las mismas veces que lo ignoré. Después vino el tono de mensaje.

"¿Puedes dejar de ser una niña caprichosa y berrinchuda, por amor de Dios? Quizás sea mucho pedirte porque claramente no estás acostumbrada a ello. Ahora bien, sé que has tenido una muy mala noche y resulta triste y trágico, pero los demás mortales no tenemos la culpa de que te hayas cruzado con un verdadero cabrón. Dicho lo anterior, te volveré a marcar y si no respondes me daré por enterado de que no te interesa hablar conmigo por hoy." –Marqués de Sade.

En cuanto terminé de leer vi su nombre de nuevo en la pantalla del celular.

Lo pensé demasiado y llegué a la conclusión de ¿por qué tendría yo que responder? Así que cuando dejó de sonar cliqueé el botón verde de remarcar; solo tardó cinco segundos en responder.

—Dos cosas: una, no me digas tus asquerosos planes y dos, no me subestimes, estimado Marqués.

—Una simple cosa, Julieta, todo lo que digo no siempre es verdad. En fin, como sea.

De nuevo el silencio incómodo reinó y de pronto su respiración como si estuviera molesto por lo anterior, por mi arranque de celos del cual esperaba no tuviera ni la menor idea.

—Ya que no hablarás y puesto que me pediste no te avise de mis sucias intenciones, me retiro. Cuídate y descansa—. Se escuchaba agitado, al parecer había hablado enserio.

Por alguna extraña y desconocida razón sentí la necesidad de retenerlo, de que se quedara y siguiera hablando. Hoy más que nunca sentí algo en mi vientre pidiendo salir. Quizás el alcohol, puede que mi Aitana pervertida saliera a flote por primera vez o ambas cosas mezcladas, pero no lo dejaría irse.

—¿Y por qué sientes atracción hacia esas mujeres que no conoces más que por voz? Digo, si yo me lo propusiera podría hacer que te vinieras mejor que con cualquiera de ellas—. Un tono sensual salió, uno del que jamás me percaté poseía.

Lo escuché carraspear antes de responder. Sentí una sonrisa formándose en mi cara.

—Tú no eres así, te conozco Julieta y sé que no eres capaz de siquiera hablar tan pervertida como llego a requerirlo. Sé que yo puedo hacerlo mejor que tú y sería sumamente triste que te ponga en ridículo.

Esto se convertía en un reto para mí y me excitaba la idea de saber qué tan lejos podría llegar en este juego.

Relajé mi cuerpo y el dolor casi había desaparecido así que no significaría tan mala idea. Después de todo llevaba varias noches imaginando cómo se sentiría que él me tocara, ahora la voz ayudaría mucho.

—¿Quieres probar que aprendo rápido?

Lo escuché resoplar, pero la manera en que lo hizo provocó que mi cuerpo se estremeciera, parecía más una declaración de que lo intentaría, que se dejaría llevar por aquello que yo quería y seguro él también desde el momento en que nos conocimos.

—¿Qué quieres demostrar con ello, Julieta? Sabes que soy hombre y si esta es una de tus tantas, demasiadas bromas absurdas, solo quiero decirte que no me está gustando.

Con los ojos cerrados pensé dos veces antes de responder, sin embargo, era algo que me atraía, su voz lo hacía sobremanera. Marqués tenía tan seductora voz que no podía resistirme a seguir el camino que mi mano dibujaba entre mis senos bajando por mi estómago y rozando un poco el monte que se cubría con las bragas.

Quizás el exceso de alcohol en mi sistema en combinación con un toque de lujuria que él implantaba en mi cabeza con sus palabras, habían surtido efecto después de tantos años platicando y cortando la llamada cuando sabía él ya comenzaba a tocarse pensando en mí. Quería impedirlo, quería tener una simple razón para colgar como tantas veces lo hice, pero me fue imposible. Entonces Aitana se poseyó por algo que nunca experimenté.

—¿Alguna vez jugaste a los quemados? En ese juego no debías permitir que te tocara la pelota que otros te arrojaban. Pues digamos que si tú y yo jugáramos, dejaría que la pelota me tocara las veces que quisiera, supongo contigo sería divertido.

Un sonido ronco sonó en el auricular, había carraspeado de nuevo.

—Bien, si la niña quiere jugar a los quemados, ¿qué tanto dejarás que esto arda, Julieta?

—Lo suficiente como para disfrutarlo... más de una vez.

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