Nebraska estaba en el estudio delante de los registros de la manada verificando que las condiciones de vida estuvieran en su mejor estado. Esa parte la había asumido para aligerar la tarea de Hades como alfa y se le daba bien. Después de todo ella había asumido todas esas tareas cuando era reina de su antigua manada.
Había sido joven al asumir el cargo por lo que no confiaba en muchos como para darle tanta responsabilidad. Y había estado en lo correcto. Al único lobo al que le había entregada su confianza había sido Liam y mira como había terminado. Ahora era mucho más precavida. Ya no era una simple cachorra. Al menos ahora tenía a su esposo, hijos, cuñado, al beta con su esposa y sabía que con ellos no había problemas. Aun así no bajaba la guardia.
Priscila estaba sumida en el sueño. Su cuerpo estaba agotado y dolía en algunos lados. Sobre todo sus piernas por la larga caminata a la que el alfa la había hecho someterse, sin pensar que ella llevaba ¿Cuánto tiempo sin caminar tanto? ¿10 años? Hasta Litus la había llevado casi todo el camino en su lomo para ayudarla a descansar.Ahora, después de provocarlo lo suficiente como para sacarlo de sus casillas, otra vez, deseaba sumirse en la total inconciencia. Porque ahora tenía la seguridad que podría hacerlo sin que su mente fuera invadida, la razón de eso se debía a...Unas manos estuvieron pronto su cuerpo tocando su piel con cierta fuerza.-Layan- ella soltó con voz pastosa y los ojos
Priscila había sido empujada y sus rodillas se había herido ante el proceso rompiendo la tela de su pantalón. No le gustaba el dolor, era molesto, incómodo y su piel sangraba ensuciándola. ¿Quién demonios se atrevía a hacer algo como aquello?Se giró mostrando sus colmillos para quedarse quieta. Detrás de ella había un cachorro pequeño, no muy grande ni tampoco tan chico, debía rondar los 18 años lobunos y apenas le llegaba a ella a la cintura. Los ojos del cachorro se llenaron de lágrimas.Priscila guardó sus colmillos y se giró hacia él y lo miró.-No llores- ella le dijo sin expresión en su rostro sobándose sus rodillas con raspones. La g
Layan llevó a su boca un pedazo de carne y lo masticó como si fuera chicle. Apenas si le pasaba por la garganta por lo que se llevó una gran copa llena de agua tragando hasta la última gota. Esta fue llenada nuevamente por Kei que estaba sentado frente a él en la mesa especial de él.A diferencia de la manada de Hades no todos comían en el castillo junto con él dado el tamaño de la manada. Normalmente los que estaban emparejados solían cocinar en sus respectivas casas. Mientras tanto, los solteros, guardias, jóvenes, los que trabajaban allí adentro o cualquiera que ese día no quisiera ir a cazar, podía unírseles. Al final siempre eran más de 50 los que se reunían allí.-¿Alfa, ocurre algo?- Kei le sirvió otro pedazo de carne en el plato aunque Layan no le prestó atención y eso preocupó al beta. Dado su trabajo su alfa era de los que más alimento consumía.-Perdí los estribos hoy Kei- soltó Layan dejando caer su espalda contra el respaldar de su asiento- Le grité a
-Priscila-El nombre salió de los labios del lobo petrificado delante del cuerpo congelado en el suelo. Sus ojos estaban fijos en ella y a pesar de que la llamó mediante el lazo no volvió a tener respuesta. Su pecho comenzó a latir de pánico.Chasqueó los dientes y se arrodilló. Sus dedos temblaron ligeramente cuando tocó con cuidado el hombre de ella. No recibió respuesta. Más bien, su cuerpo era tan frío como el hielo que estaba a su alrededor.-KEI- gritó y miró por encima del hombro como su beta se asomó pero no entró- Prepara la tina de mi baño con el agua más caliente que puedan--Si, alfa- respondió el hombro y rápidamente desapareció.Layan volvió a enfocarse en la loba y tragó en seco. Esperaba que no fuera lo que se imaginaba. Solo la había dejado por poco tiempo encerrada. Ella no podía estar muerta. Su pecho se apretó tanto que el aire le faltó a él.Pero no era momento de enloquecer.Volvió a tocarla. Él no se congelaba pero aun
Layan se removió incómodo. Frunció el ceño.-Explícate mejor-Priscila inclinó la cabeza hacia un lado, el cabello le hizo sombra en su rostro más no opacó el brillo de sus ojos plateados, todo lo contrario, eran más brillantes. Eso puso en alerta a Layan. Había algo en todo eso que no le iba a gustar, lo sabía.-Que cuando te toco puedo dejar de oír voces en mi cabeza y mis poderes quedan reducidos a la nada. Esa es la razón por la que no te congelaste cuando entraste a la habitación--¿Estabas consiente?- fue lo único que pudo preguntar con la voz un poco temblorosa todavía asimilando la primera parte.
Layan estaba en su estudio revisando algunas cosas antes de salir a correr cuando escuchó el sonido de los vidrios de una ventana romperse en miles de pedazos. La puerta se abrió de golpe. Kei entró corriendo con un rostro conmocionado totalmente contrario al suyo ausente de emociones. Eso no pronosticaba nada bueno.-¿Qué ocurre?--Leila y Priscila, ellas...-Layan abrió sus ojos. Su intención al dejarlas solas era que intentaran entenderse no que se pelearan y menos de esa forma, pero estaba hablando de Priscila después de todo con quien hasta él perdía la paciencia en menos de dos segundos. En eso era idéntica a su padre.Salió corriendo hacia el ja
Layan se quedó tan congelado que ni siquiera podía respirar.Lágrimas.Era en lo único que podía concentrarse. Y estas bajaban por el hermoso rostro de aquella loba que lo hacía perder la paciencia. Acercó, sin dudar, sus dedos hacia su mejilla para recoger algunas de ellas pero ella alejó su rostro de su tacto y logró soltar su brazo herido de la mano del alfa que la mantenía sujeta y lo llevó hacia ella.-Te odio-Fueron las palabras que salieron de los labios, todo mordidos de Priscila. Resistiendo el dolor no se había permitido soltar un sonido que la rebajara. Pero las traicioneras lágrimas le habrán jugado una mala pasada y ahora ba
Layan era posesivo. Mucho más de lo que aparentaba. Era como un niño con su primer juguete y no lo podía evitar. Era un alfa, pero sobre todo era un alfa.Entonces...Que saliera al patio y se encontrara a la loba que supuestamente lo declarara como suyo porque el destino así lo dictaba, sentada a horcajadas sobre su beta. Y de paso, inclinada sobre este como que no era la imagen más agradable para él.Y por supuesto.La bestia dentro de él salió a la luz y no hizo nada para detenerla.-PRISCILA- le gruñó posesivamente, tan fuerte que los cristales de las ventanas del castillo se estremecieron.
Último capítulo