Noche turbulenta

Layan pasó por varias sensaciones antes de que su ceño se frunciera. Su habitación estaba a oscuras, solo iluminada por la luz de la luna que se filtraba por el balcón, a través de las finas cortinas de su cama de dosel. Aun así podía ver perfectamente, gracias a sus capacidades lobunas, el rostro sonriente y frío de la mujer sentada sobre él.

Los muslos blancos estaban a cada lado de su cadera, haciendo que el simple y holgado camisón corto se corriera hacia arriba dejando demasiada piel a la vista. Si eso fuera lo peor no se molestaría. Priscila tenía todo su torso acostado sobre su pecho recostando su rostro en su mano. La posición hacía que uno de sus hombros estuviera totalmente descubierto y parte del valle de su pecho. Y a ella no parecía incomodarle.

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