Paolo y Antonella llevaban días planeando la caída del heredero, era un plan sencillo, pero a la vez arriesgado. Su éxito o su fracaso dependía de Lorenzo. Si él no sospechaba, no tendrían problemas, por eso necesitaban que saliera perfecto. —Recuerda, debes asegurarte de que firme cada página sin leer el documento. —Me lo has dicho cientos de veces, no soy estúpida —chisteó poniendo los ojos en blanco, habían repasado el plan tantas veces que la tenía fastidiada. —Te has ganado un par de nalgadas por voltearme los ojos —le advirtió Paolo con una mirada lujuriosa. —¿Solo un par? —Enarcó una ceja. —No me tientes, nena, o no saldrás de esta habitación hoy. —Podemos esperar a mañana —dijo con voz seductora, las hormonas del embarazo tenían su lívido a millón. —No, entre más pronto lo hagas, más pronto nos iremos. —Bueno, supongo que tendré que conformarme con Henry, él nunca me falla —mencionó dando media vuelta para ir por su fiel aliado a pilas. —Supones mal —gruñó agarrándola
Sara pensaba que la tensión de Lorenzo se debía a que le preocupaba lo que Antonella estuviera tramando, pero había algo más en su mente en ese momento que las intrigas de su futura ex esposa. Había dejado que la víbora venenosa se metiera en su cabeza y le hiciera dudar de sí mismo. Sin embargo, Sara no tenía idea de la lucha interna que peleaba el italiano en aquel momento. —Entonces… ¿qué vamos a desayunar? —preguntó dejando de lado el tema de Antonella, no iba a darle el placer de arruinarle la mañana como lo había hecho Vittoria el día anterior. —Eh, sí, el desayuno —balbuceó girando la silla para ir por las flores y los bombones, la aparición de Antonella lo había distraído de lo que era realmente importante—. Estas son para ti. No sé porqué pensé en tulipanes rosas, ¿significan algo? Sara recibió las flores, las llevó a su cara y las olió. —Sí, me enviaste un tulipán rosa después de cada cita que tuvimos, tenía una docena la noche que… que tuvimos sexo por primera vez —le c
Antonella se subió en el auto en el que la esperaba Paolo y le dijo que estaba hecho, que el tonto de Lorenzo firmó cada página sin leer y que, como Sara estaba con él, lo más seguro sería que no lo leería pronto. El primer paso del plan había salido bien, el éxito del siguiente dependía de Paolo. La pareja se despidió con un beso y Antonella se bajó del auto para irse en un taxi al hotel en el que se hospedaban, él tenía que quedarse a vigilar que Lorenzo saliera para poder entrar y conseguir el documento firmado. Mientras esperaba, recibió una llamada de su primo Luca, le había encargado vigilar a Vittoria y le había informado sobre su accidente. —Ha reaccionado, pero la sedaron porque tuvo una crisis nerviosa. —Maldita@ bruja con suerte, pensé que no sobreviviría al accidente. Quédate vigilando y avísame cuando despierte —le ordenó sin apartar la mirada de la entrada del hotel, esperaba que Lorenzo saliera pronto para él poder entrar. Estaba tan cerca de conseguir lo que quería,
Quince días después Zoe gritó de emoción cuando vio la piscina en el patio trasero de su nueva casa, era una vivienda moderna de tres habitaciones, tres baños y medio, sala de estar, sala de juegos, comedor, una cocina amplia y muchas áreas verdes donde la niña podía correr con libertad, siempre habían vivido en apartamentos y a ella le encantaba el aire libre, era la casa que a Sara le había gustado y Lorenzo no dudó en complacerla. —¡Mami! ¿Me puedo meter a la piscina? —le preguntó a su madre corriendo hacia ella. —No, mi amor, tenemos que esperar que nos mudemos para usarla. —¿Mañana? —El fin de semana, en tres días más, cariño —le respondió acariciándole la mejilla. —¿Y papi vendrá con nosotras? Sara se acuclilló para estar a su nivel y le tomó las manitos. —No, amor. ¿Recuerdas lo que hablamos hace unos días? —Zoe sacudió la cabeza, Sara había tenido una larga conversación con ella sobre la decisión que habían tomado de separarse, ella no lo entendía, hizo muchas p
Lorenzo se desesperó al ver a su hija en ese estado y comenzó a gritar fuerte llamando a Sara, él no sabía qué hacer, nunca había lidiado con una situación igual, temía moverla y que terminara lastimándola más. Sus gritos eran tan fuertes que Sara lo escuchó y, en seguida, corrió al patio con el corazón palpitando en su garganta: algo había pasado, el terror en la voz de Lorenzo era alarmante. —¡Zoe, Dios mío! —pronunció asustada cuando vio a la niña en el suelo. Corrió hacia ella y se arrodilló en el suelo delante de la pequeña. —Se cayó de la resbaladilla, no reacciona, está sangrando —le dijo Lorenzo con la voz rota y el cuerpo tembloroso, sentía mucho miedo e impotencia. —Zoe, cariño, ¿me escuchas? —le preguntó ella tocándole la cabecita con cuidado, pero la niña estaba inconsciente, no respondía—. Llama a urgencias, Lorenzo —murmuró entre lágrimas. —Sí, sí. —¿Cómo no se le había ocurrido? Se sacó el móvil del bolsillo y marcó el número de urgencias. En cuanto contestaron, les
En cuanto llegó al hotel, Lorenzo comenzó a buscar el sobre con el documento que había firmado, pero no lo encontró donde lo había dejado, quizá los de la limpieza lo tiraron. Enojado, llamó a la recepción y puso una queja por la desaparición del sobre. Y como se trataba de un huésped importante, el propio gerente subió a la suite y le aseguró que haría todo lo posible por descubrir si alguno de los empleados de limpieza había tomado el sobre. Habló con todos, pero cada uno dijo lo mismo: no lo vieron. Ante la duda, el gerente decidió revisar las cámaras de seguridad del pasillo, iniciando en la fecha que Lorenzo le indicó que obtuvo el sobre.—¿Reconoce a ese hombre? —le preguntó el gerente luego de mostrarle la grabación donde se veía a Paolo ingresando en la suite con una tarjeta.—Sí, lo he visto antes, pero no sé su nombre —contestó recordando que lo había visto en el hospital cuando Zoe tuvo el accidente. ¿Quién era? ¿por qué había entrado a su habitación y para qué? —Ese hombre
Federico Moretti se levantó del sillón de su oficina golpeando el escritorio con los puños cuando escuchó a su abogado hablarle de la demanda que Antonella había levantado en su contra. ¿Cómo era posible que pudiera hacer tal cosa? En todo caso, debía ser Lorenzo quien lo hiciera, no ella. Ante la duda, su abogado le explicó que su hijo había firmado un poder, dándole a su esposa dominio absoluto sobre sus bienes, finanzas y todo lo relacionado a su herencia.—¿Qué? ¿en qué demonios estaba pensando ese idiota cuando hizo tal estupidez? —gritó volviendo a golpear el escritorio. Lorenzo era un inútil, podía perder el control de la siderúrgica por su culpa. El abogado frunció los hombros, no lo sabía, tendría que preguntárselo él mismo a su hijo.¡Maldita la hora que mi padre se empeñó en que le diera un nieto! Yo debía ser su único heredero, pero no, el viejo quería ser abuelo.Fillippo Moretti siempre quiso tener una familia numerosa, pero su esposa solo pudo darle a Federico, tuvo muc
Lorenzo se despidió de Sara antes de viajar a New York en un vuelo comercial para presentarse ante la notaría y revocar el poder que le había otorgado a Antonella bajo engaño, debía hacerlo personalmente para que tuviera un efecto inmediato. Mark lo esperó en el aeropuerto y lo llevó directo a la notaría, donde lo esperaba un representante del bufete de abogados del que era cliente. Firmó el documento y lo presentó ante el notario, solo sería cuestión de horas antes de que Antonella fuera notificada de la revocación del poder.Como medida de protección, contrató un equipo de seguridad que cuidara de Zoe y de Sara, quería asegurarse de mantener a las personas más importantes de su vida a salvo. Consideraba a Antonella y a Paolo como una amenaza, y más cuando descubrieran que su plan había fallado.—No quiero seguir casado con ella ni un minuto más, pero dudo que acceda a firmar sin obtener lo que desea —comentó de camino al apartamento de Mark, no podía ir al suyo porque Antonella lo e