Lorenzo se despidió de Sara antes de viajar a New York en un vuelo comercial para presentarse ante la notaría y revocar el poder que le había otorgado a Antonella bajo engaño, debía hacerlo personalmente para que tuviera un efecto inmediato. Mark lo esperó en el aeropuerto y lo llevó directo a la notaría, donde lo esperaba un representante del bufete de abogados del que era cliente. Firmó el documento y lo presentó ante el notario, solo sería cuestión de horas antes de que Antonella fuera notificada de la revocación del poder.Como medida de protección, contrató un equipo de seguridad que cuidara de Zoe y de Sara, quería asegurarse de mantener a las personas más importantes de su vida a salvo. Consideraba a Antonella y a Paolo como una amenaza, y más cuando descubrieran que su plan había fallado.—No quiero seguir casado con ella ni un minuto más, pero dudo que acceda a firmar sin obtener lo que desea —comentó de camino al apartamento de Mark, no podía ir al suyo porque Antonella lo e
Pensándolo mejor, tenía mucho sentido que Federico y Vittoria no fueran sus padres biológicos, todos las mentiras y engaños que había descubierto eran más fácil de entender a la luz de aquella verdad. Pero, si no querían un hijo, ¿por qué adoptar uno? Lorenzo se lo preguntó a Federico, y él, con absoluto desparpajo, le dijo que fue una condición de su padre para que pudiera heredar y, como no pudo procrear hijos propios, tuvieron que adoptar. Él solo fue un medio para un fin, una moneda de cambio que dejó de importar en el momento que obtuvo lo que deseaba. Pero Federico no contaba con que Lorenzo se metería en el bolsillo al viejo y terminaría dándole lo que por derecho debía ser para él. —Si es todo, conoces la salida —dijo Federico dando media vuelta, no le interesaba seguir hablando con él, mucho menos ahora que sabía la verdad. —Disfruta de los días de libertad que te quedan, porque no descansaré hasta verte tras las rejas como el delincuente que eres —le advirtió una vez más,
El corazón de Sara se llenó de angustia y todo su cuerpo se estremeció ante la noticia que le acababan de dar. Lorenzo le preguntó que pasaba y ella no lograba pronunciar una frase coherente, temblaba de la cabeza a los pies. Respiró hondo y finalmente le dijo que Zoe había desaparecido, que la directora del colegio le informó que no la encontraban, que pensaban que alguien se la había llevado. —¿Quién? ¿cómo pasó? —formuló sobresaltado. Había un equipo de seguridad cuidando a Zoe las veinticuatro horas del día, no era posible que se la hubieran llevado. —No lo sé, no me dieron detalles. Tengo que ir a la escuela. —Corrió a buscar su ropa y comenzó a vestirse a las prisas. Mientras tanto, Lorenzo llamó a Damon, el encargado del equipo de seguridad que había contratado, y le puso al tanto de la situación. —Mis hombres están en las afueras del colegio, me comunicaré con ellos y lo llamaré en cuanto me den información —respondió Damon. —Si algo le sucede a mi hija, toda la responsabi
Habían pasado más de doce horas desde que Zoe desapareció, la policía estuvo buscando duranta horas sin encontrar ninguna pista de dónde podía estar, sin testigos, era como intentar encontrar una aguja en un pajar, para entonces, podían haberla sacado de la ciudad. Sara, Santiago, Bárbara y Lorenzo estaban reunidos en la sala de la casa de Sara a la espera de noticias, la angustia de todos era cada vez mayor conforme pasaban las horas sin saber nada de Zoe. Era imposible no pensar en los peores escenarios, cualquiera pudo llevársela con intenciones perversas. Solo de imaginarlo, Sara temblaba de terror, había llorado tanto que se estaba quedando sin lágrimas. Su niña, su pequeña, la luz de su vida, podía estar en peligro, o tal vez… tal vez muerta. ¿Por qué nadie llamaba para pedir rescate? Era la pregunta que se seguía haciendo Lorenzo. Estaba casi seguro de que Federico o Antonella estaban detrás de la desaparición de su hija, pero ninguno le contestó las llamadas cuando intentó c
La cifra que pedía Paolo a cambio de devolver a Zoe era millonaria, pero a Lorenzo el dinero no le importaba, todo lo que quería era recuperar a su hija a salvo. Sin embargo, tenía dudas sobre si notificaba o no a las autoridades, él podía engañarlo y no entregarle a la niña en cuanto tuviera lo que deseaba. La decisión no era solo suya, debía hablarlo con Sara, pero quería hacerlo a solas. Pensó un momento y se le ocurrió una idea para deshacerse de Santiago para poder hablar con ella como quería.—Necesito mi laptop para hacer la transferencia, está en el hotel —dijo esperando que picara el anzuelo.—Iré por ella, tenemos que estar listos para cuando Paolo envíe la prueba de vida —se ofreció Sara sabiendo que ella podría llegar más rápido que Lorenzo.—No, iré yo. Tú quédate aquí —intervino Santiago, quería ser útil en algo, además, el encierro comenzaba a agobiarlo.—Sí, mejor que vaya él. Esta es mi tarjeta de acceso, me hospedo en la suite presidencial, la laptop está en la caja
El abogado se comunicó con Lorenzo para informarle que retirar la demanda en contra de Federico oficialmente tomaría al menos dos días y él no quería esperar tanto tiempo para recuperar a su hija, deseaba que esa misma noche estuviera de vuelta en casa. La imagen de Zoe llorando por su mamá no se borraba de su cabeza, lo torturaba. Lorenzo le pidió a Carlo que agilizara el proceso como fuera, que necesitaba que la solicitud se hiciera efectiva ese mismo día, pero él argumentó que sería imposible porque, como la fecha del juicio ya había sido fijada, tomaría más tiempo. —No te lo pidiera si no fuera importante, por favor, haz tu mayor esfuerzo, te pagaré muy bien —insistió intranquilo, dos días eran una eternidad, no quería que su hija pasara una noche más lejos de casa con ese par de criminales, porque eso eran, unos criminales movidos por la m@ldita codicia. Carlo respondió que lo intentaría, pero que no podía prometerle nada. Quedó en comunicarse si conseguía algo y finalizaron la
Que Zoe se enfermara lo complicaba todo, no podía llevarla a urgencias, pero tenía la temperatura muy alta y debía hacer algo. Nervioso, subió las escaleras y fue a preguntarle a Antonella, pero ella sabía lo mismo que él de niños: nada. Investigaron en internet y en todas las páginas decía casi lo mismo, que debían darle antipiréticos y refrescarle el cuerpo con un baño tibio o con compresas húmedas. —Iré por el medicamento, cuídala en lo que vuelvo —le dijo Paolo tomando las llaves del auto. —Ay, no —se opuso poniendo los ojos en blanco—. Mejor hazlo tú, yo iré por el medicamento. —Tienes que hacerlo tú, es una niña y se sentirá más cómoda contigo. Y cuídala bien, es nuestro boleto de oro. —Valeee —suspiró con desgano, no quería cuidar a esa “mocosa”, mucho menos estando enferma, ¿y si lo que tenía era contagioso? Esperaba que no, porque no quería enfermarse. Buscó una toalla pequeña y un cuenco con agua tibia y fue al sótano para intentar bajarle la temperatura. Zoe estaba ech
Lorenzo sabía que pagar el rescate no era garantía de tener de vuelta a Zoe, aquella suma no saciaría la codicia de Antonella y de Paolo, además, ellos podían mantenerla cautiva solo por maldad, así le diera todo lo que poseía, entonces pensó en Federico y toco encajó como piezas de puzle, él era la clave: “El enemigo de tu enemigo es tu amigo”. Debía aliarse con él si quería recuperar a su hija. El problema era que no le respondía las llamadas y en Milán era más de medianoche. El tiempo estaba en su contra, Paolo le había dado solo una hora para hacer la transferencia. Debía buscar la manera de ganar más tiempo.Tal vez tendría suerte si lo volvía a intentar. Marcó el número de Federico desde el teléfono de Sara y, sorpresivamente, respondió. Se escuchaba música de fondo, risas y conversaciones, parecía que estaba en un club nocturno o algo similar.—Necesitamos hablar, te conviene —le dijo esperando que no lo mandara a la mierda.—Estoy ocupado, llámame mañana —respondió sin darle m