La cifra que pedía Paolo a cambio de devolver a Zoe era millonaria, pero a Lorenzo el dinero no le importaba, todo lo que quería era recuperar a su hija a salvo. Sin embargo, tenía dudas sobre si notificaba o no a las autoridades, él podía engañarlo y no entregarle a la niña en cuanto tuviera lo que deseaba. La decisión no era solo suya, debía hablarlo con Sara, pero quería hacerlo a solas. Pensó un momento y se le ocurrió una idea para deshacerse de Santiago para poder hablar con ella como quería.—Necesito mi laptop para hacer la transferencia, está en el hotel —dijo esperando que picara el anzuelo.—Iré por ella, tenemos que estar listos para cuando Paolo envíe la prueba de vida —se ofreció Sara sabiendo que ella podría llegar más rápido que Lorenzo.—No, iré yo. Tú quédate aquí —intervino Santiago, quería ser útil en algo, además, el encierro comenzaba a agobiarlo.—Sí, mejor que vaya él. Esta es mi tarjeta de acceso, me hospedo en la suite presidencial, la laptop está en la caja
El abogado se comunicó con Lorenzo para informarle que retirar la demanda en contra de Federico oficialmente tomaría al menos dos días y él no quería esperar tanto tiempo para recuperar a su hija, deseaba que esa misma noche estuviera de vuelta en casa. La imagen de Zoe llorando por su mamá no se borraba de su cabeza, lo torturaba. Lorenzo le pidió a Carlo que agilizara el proceso como fuera, que necesitaba que la solicitud se hiciera efectiva ese mismo día, pero él argumentó que sería imposible porque, como la fecha del juicio ya había sido fijada, tomaría más tiempo. —No te lo pidiera si no fuera importante, por favor, haz tu mayor esfuerzo, te pagaré muy bien —insistió intranquilo, dos días eran una eternidad, no quería que su hija pasara una noche más lejos de casa con ese par de criminales, porque eso eran, unos criminales movidos por la m@ldita codicia. Carlo respondió que lo intentaría, pero que no podía prometerle nada. Quedó en comunicarse si conseguía algo y finalizaron la
Que Zoe se enfermara lo complicaba todo, no podía llevarla a urgencias, pero tenía la temperatura muy alta y debía hacer algo. Nervioso, subió las escaleras y fue a preguntarle a Antonella, pero ella sabía lo mismo que él de niños: nada. Investigaron en internet y en todas las páginas decía casi lo mismo, que debían darle antipiréticos y refrescarle el cuerpo con un baño tibio o con compresas húmedas. —Iré por el medicamento, cuídala en lo que vuelvo —le dijo Paolo tomando las llaves del auto. —Ay, no —se opuso poniendo los ojos en blanco—. Mejor hazlo tú, yo iré por el medicamento. —Tienes que hacerlo tú, es una niña y se sentirá más cómoda contigo. Y cuídala bien, es nuestro boleto de oro. —Valeee —suspiró con desgano, no quería cuidar a esa “mocosa”, mucho menos estando enferma, ¿y si lo que tenía era contagioso? Esperaba que no, porque no quería enfermarse. Buscó una toalla pequeña y un cuenco con agua tibia y fue al sótano para intentar bajarle la temperatura. Zoe estaba ech
Lorenzo sabía que pagar el rescate no era garantía de tener de vuelta a Zoe, aquella suma no saciaría la codicia de Antonella y de Paolo, además, ellos podían mantenerla cautiva solo por maldad, así le diera todo lo que poseía, entonces pensó en Federico y toco encajó como piezas de puzle, él era la clave: “El enemigo de tu enemigo es tu amigo”. Debía aliarse con él si quería recuperar a su hija. El problema era que no le respondía las llamadas y en Milán era más de medianoche. El tiempo estaba en su contra, Paolo le había dado solo una hora para hacer la transferencia. Debía buscar la manera de ganar más tiempo.Tal vez tendría suerte si lo volvía a intentar. Marcó el número de Federico desde el teléfono de Sara y, sorpresivamente, respondió. Se escuchaba música de fondo, risas y conversaciones, parecía que estaba en un club nocturno o algo similar.—Necesitamos hablar, te conviene —le dijo esperando que no lo mandara a la mierda.—Estoy ocupado, llámame mañana —respondió sin darle m
Con el tiempo en contra, Sara, Lorenzo y Santiago se subieron a una avioneta que los llevaría a Minneapolis, la ciudad desde donde intentarían salir Paolo y Antonella con la niña, según había dicho Federico. Esperaban que no les hubiera mentido, porque era la única pista que tenían hasta ahora. Santiago había hablado con su amigo Anthony y él lo puso en contacto con el jefe de la policía de Minneapolis, que casualmente era su primo. El plan estaba en marcha, si todo salía como esperaban, Zoe pronto estaría con ellos.Sara se había quedado sin uñas de los nervios, rogaba que todo saliera bien, que pudieran recuperar a su hija sana y salva. Era un plan riesgoso, pero era mejor que la alternativa. Lorenzo había transferido el dinero antes de salir, pero Paolo no se comunicó con él como lo hizo cuando le envió la primera parte. En cambio, Antonella llamó a Federico y le dijo que tuviera todo preparado con el transporte. Él respondió que tomaría algo más de tiempo porque la avioneta presen
Antonella escogió el peor momento para decirle a Zoe la verdad, era una arpía sin alma ni corazón. Ella en verdad deseaba que la niña muriera para causarle dolor a Sara y a Santiago. La idea de dejarla abandonada en esa casa fue suya, sin agua y sin comida, solo sería cuestión de tiempo antes de que falleciera. Tal crueldad no tenía nombre, pero a Paolo no le importó, era tan malvado como ella, o quizás peor. Solo le importaba el dinero y, en la primera oportunidad que tuvo, la traicionó. Consiguió un trato para él y la dejó a ella desamparada. Cuando saliera de prisión, una fortuna lo esperaría en un banco suizo. La cuenta a la que Lorenzo el dinero era suya y solo él podía tener acceso a ella. Antonella no tenía nada más que su palabra como prueba, en cambio, él se había asegurado de crear un archivo con pruebas suficientes para incriminarla por delitos que él había cometido. Desde el inicio, había contemplado la posibilidad de terminar en prisión y sabía justo lo que haría si suce
Zoe fue la niña más feliz del mundo cuando supo que su mamá estaba esperando un bebé, al fin, su deseo de cumpleaños se hacía realidad: tener un hermanito o una hermanita. Todos los días hablaba del tema, decía lo que harían juntos, que lo ensañaría a nadar, a columpiarse, a manejar bici, a patinar… A todos los que veía, le hablaba del bebé. Estaba muy emocionada y contenta, quería que comenzaran a decorar la habitación, que por supuesto, estaría junto a la de ella.El día que Sara tuvo la cita de su segunda ecografía, llevó a Zoe para que estuviera presente, en la primera, había ido sola con Lorenzo, quería asegurarse de que todo estuviera bien antes de darle la noticia. Cuando se lo dijo, estaba cumpliendo doce semanas y, ese día, había iniciado la semana dieciséis. La emoción de Zoe era incomparable, estuvo esperando ese momento más que la noche de Navidad. Desde que llegaron a la clínica, no dejaba de preguntar cuándo iba a ver al bebé, comenzaba a enloquecer a Sara y solo habían
En solo tres días, Lorenzo se realizó todos los análisis requeridos para la cirugía y estaba listo para pasar por el quirófano. No quería esperar más, estuvo deseando una oportunidad así desde que supo de su parálisis. Todo ese tiempo pensando que su condición era permanente y resultó que lo habían estado engañando. Cuando creía que lo había descubierto todo, surgía una nueva verdad que reafirmaba la maldad por la estuvo rodeado durante años. Pero la justicia había llegado hasta cada uno de los que le hicieron daño y, de alguna manera, estaban pagando por lo que hicieron.—Nos vemos pronto, amore mio —pronunció Sara despidiéndose de Lorenzo antes de que lo llevaran al quirófano.—Te amo, principessa —enunció él acariciándole la mano—. Si algo sale mal, dile a…—¡Shhh! —lo silenció con el dedo—. Todo saldrá bien, se lo dirás tú cuando vuelvas a casa. —Le dio un beso en los labios y se apartó para que el camillero se lo llevara.Sara suspiró hondo y se sentó en el sillón junto a la cama