Lorenzo miró su reloj por tercera vez en los últimos cinco minutos, Sara debía haber llegado ya, le escribió un mensaje diciéndole que estaba saliendo y había pasado media hora desde entonces. ¿Se había arrepentido? Esperaba que no, porque tenía muchas ganas de verla y de tenerla entre sus brazos de nuevo, no dejaba de pensar en ella y en ese beso tan apasionado como excitante que le había dado. A Sara no parecía importarle que fuera parapléjico, lo besaba con ganas y necesidad, como nunca lo hizo Antonella. Para su esposa, él solo era un medio para un fin, nunca lo amó, lo que la movía era el interés. ¿Cómo pudo ser tan ciego con Antonella? Una llamada entrante lo sacó de sus pensamientos, era de un número desconocido. Pocas veces contestaba llamadas de números que no tuviera registrados en los contactos, pero decidió hacerlo solo por curiosidad. —Buenos días, ¿es usted familiar de Vittoria Morreti? —le preguntó una mujer en cuanto él respondió. Lorenzo frunció el ceño, ¿por qué a
“La prueba de embarazo de su esposa salió positiva”, había anunciado el médico segundos antes, dejando a Sara por completo sorprendida. No era posible, su período no había faltado y ella usaba un implante anticonceptivo, se lo había cambiado dos meses atrás. ¿Cómo pudo quedar embarazada? Aquella noticia le cayó como un balde de agua helada, amaba ser mamá, pero no estaba en sus planes tener un bebé. En cambio, Santiago estaba encantado, en su rostro se había dibujado una sonrisa de oreja a oreja cuando lo supo, sonrisa que se borró en el momento que miró a Sara y vio la expresión en su rostro. Claro, el hijo es mío, si estuviera embarazada de Lorenzo, la historia sería otra, pensó sintiendo una mezcla de ira y dolor. ¡Soy un idiota! ¿Cuántas veces podía romperle Sara el corazón? —Pediré que le realicen una ecografía, volveré más tarde —enunció el médico dándose cuenta de la tensión entre los esposos, lo mejor era dejarlos solos para que pudieran hablar. Tan pronto el médico
Lorenzo solo necesitó un gesto de Sara para confirmar que era cierto, que estaba esperando un hijo de Santiago. Sin decir nada, giró la silla y salió del cubículo sintiéndose como un estúpido, no porque estuviera embarazada, sería un hipócrita si se molestara con ella cuando Antonella esperaba un hijo suyo, sino porque no fue honesta con él. Era obvio que no quería decírselo, por eso se puso tan pálida cuando lo vio entrar, y él preocupado por como un tonto. Pensaba que podía confiar en ella, que, de todas las personas de su pasado, Sara era la única que era sincera con él, pero se había equivocado otra vez. Estaba tan enojado que salió de la sala de urgencias sin esperar a Elizabeth y no se detuvo hasta cruzar las puertas del hospital y llegar afuera. Quería irse, lo habría hecho si no fuera por su madre, aunque no mereciera que se preocupara por ella. ¿Qué era lo que había pasado? Se volvió a preguntar Lorenzo mientras intentaba apaciguar la ira que lo consumía como un veneno. Neces
Santiago estaba cegado por el dolor y la rabia, pensaba que ese bebé sería su oportunidad de recuperar a su esposa y terminó de nuevo con las manos vacías. ¿De qué le había servido ser un buen esposo con Sara? De nada, porque en el momento que Lorenzo reapareció en el mapa, todo lo que hizo por ella y por su hija quedó en el olvido. Pero ya no sería más un perdedor ni el idiota que se había rendido sin pelear. Sujetaba a Sara del brazo, decidido a llevársela, cuando escuchó a Lorenzo exigirle que la soltara, como si tuviera que obedecerle. ¿Quién se creía el muy imbécil para ordenarle algo? —¿O qué? Eres un paralítico de m****a, no puedes hacer nada —siseó, dejando salir su lado oscuro, uno que Sara había visto antes, pero que se negaba a pensar que era parte de él. Aquella había sido la gota que derramó el vaso, nunca, en todos los años que tenía conociendo a Santiago, lo había escuchado menospreciando a alguien por su discapacidad. —Solo los cobardes usan la fuerza para someter a
Un no rotundo salió de la boca de Sara, él no podía regresar a la casa después de como la había tratado en el hospital, no se sentiría segura viviendo de nuevo con Santiago. Tenía que irse o sería ella la que se marchara. No confiaba en él, le temía como nunca pensó que lo haría. Se había convertido en un hombre muy distinto al que conocía, como si fuera una persona completamente distinta. —¿No? —Alzó las cejas—. Hasta donde sé, yo compré este apartamento y no puedes impedirme volver. —Los dos sabemos muy bien porqué te fuiste en primer lugar, pero tienes razón, este es tu apartamento y no puedo evitar que regreses. Me iré yo —señaló decidida, no había manera de que se quedara bajo el mismo techo que él. —Vete si quieres, pero Zoe se queda conmigo —dijo en tono amenazante. —¿Qué has dicho? —Entrecerró los ojos—. Zoe es mi hija, a donde vaya, ella va conmigo. —También es mi hija, tengo los mismos derechos que tú de estar con Zoe —replicó apretando los puños. —No sé qué carajos pa
Sara no estuvo de acuerdo con Lorenzo, ella quería que Zoe supiera que él era su papá. Tendrían que esperar un tiempo antes de decírselo, pero no iba a ocultarle a su hija la verdad para siempre. Fue un error no hablarle de él desde el inicio, debió mostrarle fotos suyas, que lo conociera, así estuviera muerto. —No por el momento, pero pienso decírselo, eres su padre y merece saber la verdad —dijo decidida, quizás sería difícil para ella entenderlo, pero con el tiempo lo haría. —No lo sé, pienso que será demasiado confuso para ella. Después de lo que vi hoy, me di cuenta de cuánto quiere a Santiago y no creo que… que me acepte como su padre —admitió con el rostro abatido. —Lo siento mucho, Lorenzo—susurró Sara con la voz rota—, nunca debí decirle que Santiago era su padre, ella debió saber que eras tú. —Sara, no —se acercó lo más que pudo, pero la estúpida silla de ruedas era un impedimento para hacer muchas cosas y quedó a menos de un metro de ella. Sara, al darse cuenta de su
Paolo y Antonella llevaban días planeando la caída del heredero, era un plan sencillo, pero a la vez arriesgado. Su éxito o su fracaso dependía de Lorenzo. Si él no sospechaba, no tendrían problemas, por eso necesitaban que saliera perfecto. —Recuerda, debes asegurarte de que firme cada página sin leer el documento. —Me lo has dicho cientos de veces, no soy estúpida —chisteó poniendo los ojos en blanco, habían repasado el plan tantas veces que la tenía fastidiada. —Te has ganado un par de nalgadas por voltearme los ojos —le advirtió Paolo con una mirada lujuriosa. —¿Solo un par? —Enarcó una ceja. —No me tientes, nena, o no saldrás de esta habitación hoy. —Podemos esperar a mañana —dijo con voz seductora, las hormonas del embarazo tenían su lívido a millón. —No, entre más pronto lo hagas, más pronto nos iremos. —Bueno, supongo que tendré que conformarme con Henry, él nunca me falla —mencionó dando media vuelta para ir por su fiel aliado a pilas. —Supones mal —gruñó agarrándola
Sara pensaba que la tensión de Lorenzo se debía a que le preocupaba lo que Antonella estuviera tramando, pero había algo más en su mente en ese momento que las intrigas de su futura ex esposa. Había dejado que la víbora venenosa se metiera en su cabeza y le hiciera dudar de sí mismo. Sin embargo, Sara no tenía idea de la lucha interna que peleaba el italiano en aquel momento. —Entonces… ¿qué vamos a desayunar? —preguntó dejando de lado el tema de Antonella, no iba a darle el placer de arruinarle la mañana como lo había hecho Vittoria el día anterior. —Eh, sí, el desayuno —balbuceó girando la silla para ir por las flores y los bombones, la aparición de Antonella lo había distraído de lo que era realmente importante—. Estas son para ti. No sé porqué pensé en tulipanes rosas, ¿significan algo? Sara recibió las flores, las llevó a su cara y las olió. —Sí, me enviaste un tulipán rosa después de cada cita que tuvimos, tenía una docena la noche que… que tuvimos sexo por primera vez —le c