Capítulo 20. Dos razones para sobrevivir Al doctor Miller le preocupaba que Lorenzo no estuviera apto para pasar por la cirugía, en su condición, los riesgos de que algo pudiera salir mal eran muy altos, lo ideal era realizarle estudios y análisis para saber cuál era su estado de salud, pero Zoe no podía esperar mucho más por el trasplante, sus síntomas comenzaban a empeorar y, si no recibía un nuevo hígado pronto, podría morir. —No me importan los riesgos, haga la cirugía, firmaré el consentimiento o todo lo que haga falta —dijo decidido luego que el doctor le manifestara su inquietud. —Podría morir, señor Moretti. ¿En verdad quiere hacerlo? —le preguntó inquisitivo, debía estar seguro de que entendía los riesgos antes de presentar la petición a la junta médica, no podía realizar la cirugía sin contar con su aprobación. —Sí, quiero hacerlo, quiero salvar a mi hija —manifestó, sin dejar lugar a dudas. El doctor Miller alzó las cejas sin poder ocultar su sorpresa. Pensaba que Santi
Capítulo 21. Víboras de la misma manada.Sara comenzó a rogar desde el momento que ingresaron a Lorenzo al quirófano, deseaba que estuviera bien, la idea de que aquel beso fuera el último le comprimía el corazón. Aún sentía en sus labios su sabor y en su piel el calor que encendió mientras la besaba. Fue distinto a todos los besos que alguna vez le dio, pero a la vez lo sintió tan apasionado como siempre. Su mente tal vez no podía recordarla, pero su alma la había reconocido. Cinco minutos, seis, siete… diez. No dejaba de mirar la hora, sentía que el corazón quería salirse de su garganta, los nervios comenzaban a alterarla. Santiago, que la estuvo observando los últimos minutos sin que ella lo notara, se acercó con un vaso de su café favorito tamaño mediano (mocca con caramelo), y se lo dio. Ella lo miró y sonrió pronunciando un sincero “gracias”, no solo por el café sino porque, a pesar de que estaban separados, aún se preocupaba por ella. —¿Te han dicho algo de Bárbara? —le pregun
Capítulo 22. Lorenzo le exige a Antonella que se quite la careta Dos semanas después Zoe se estaba recuperando muy buen de la cirugía, la dieron de alta tres días después de la intervención y al fin pudieron volver a casa, aunque necesitaría de muchos cuidados hasta que su herida estuviera por completo curada. Sara estaba todo el tiempo con ella, temía que se lastimara o que intentara quitarse el vendaje. No era fácil mantenerla en cama, Zoe era muy inquieta y le gustaba andar brincando por todos lados como si fuera un canguro. —Mami, ¿cuándo veré a mi tía? —le preguntó mientras le daba el desayuno. Bárbara seguía ingresada en el hospital, se encontraba en estado de coma, no despertó cuando le bajaron la dosis de sedantes. Santiago no entendía por qué no reaccionaba, tenía actividad cerebral, debía haber vuelto en sí. Le había hecho estudios y exámenes y en todos salía bien. —Espero que muy pronto, muñequita. —¿Mi papi no puede curarla? ¿perdió sus poderes? —le preguntó con
Capítulo 23. El día más esperado Justo una semana antes del cumpleaños de Zoe, el milagro que tanto habían esperado sucedió: Bárbara salió del coma sin presentar ningún tipo de daño neurológico, aún tenía una larga batalla que enfrentar en rehabilitación para poder volver a caminar por sí misma, por la fractura en su pierna, pero, eventualmente, estaría bien. Enterarse que había perdido a su hijo fue muy duro, estaba tan ilusionada con ser mamá y le costó tanto conseguirlo que se sintió devastada, no había ninguna palabra que la consolara, estaba en duelo y con el corazón roto, solo el tiempo la ayudaría a sanar y a recuperar la esperanza. Había pasado casi un mes desde el violento ataque del que Zoe y Bárbara fueron víctimas y la policía aún no había hallado al responsable, no encontraron el vehículo y, aunque varias cámaras registraron el hecho, no pudieron rastrear al propietario del auto porque no tenía placas que lo identificaran y no tenían a ningún sospechoso. Ni Sara, Santia
Capítulo 24. La caída del heredero Apenas Lorenzo se fue, Antonella llamó a su amante y le dijo que lo esperaba en su apartamento, necesitaban pensar en un nuevo plan para quedarse con parte de la enorme fortuna del heredero de los Moretti, el hombre podía comprar un país si le daba la gana, y ni siquiera lo sabía. Le hicieron creer que su abuelo solo le había dejado el 10% de la empresa, pero su padre había modificado el testamento ilegalmente y comprado a quien fue el abogado del difunto Filippo Morreti y lo que en verdad le correspondía era el 50% de las acciones, convirtiendo a Lorenzo en el hombre joven más adinerado de Italia. Sabiendo todo eso, ella no iba a conformarse con limosnas, quería un gran trozo del pastel y no iba a irse sin él. Merecía una vida de reina y la tendría. —¿Has pensado en algo? —le preguntó Antonella a su cómplice en cuanto entró al apartamento. —Directo a los negocios, ¿eh? —apuntó, haciendo un gesto con las cejas—. Ya tendremos tiempo de hablar, en
Capítulo 25. ¿Y si dejas de pensarlo y lo haces? Lorenzo no tenía idea de que su madre iba a aparecerse en la fniesta de Zoe, ni siquiera sabía que se encontraba en Estados Unidos, no había hablado con ella desde la última vez que la vio en Milán, no le interesaba tener ningún tipo de relación con Vittoria, al contrario, entre más lejos estuviera de él, mejor. —Tienes que irte, Vittoria. Ahora —le ordenó hablando en voz baja, pero en tono contundente. —¿Por qué? Es el cumpleaños de mi nieta, ¿no? Tengo derecho a estar aquí —señaló enarcando las cejas. —No, no tienes derecho a nada, lo perdiste el día que decidiste mentirle a Sara y a mí —espetó disgustado justo antes de que Sara se plantara delante de Vittoria y la echara de la fiesta como la intrusa que era. —Sé que merezco su odio, que jamás debí mentirles como lo hice —admitió, tragándose su orgullo, tenía que convencerlos de que estaba arrepentida—. Les pido perdón y la oportunidad de conocer a mi nieta, de ser parte de su vi
Capítulo 26. Un beso dulce y un final amargoSara corrió abrir la puerta, pero no vio a nadie por ningún lado. ¿Lorenzo le había mentido? No podía creer que lo hiciera. ¿Por qué jugaba así con ella? —¡No estás! ¡Qué malo eres! —dijo haciendo un mohín como los de Zoe, en verdad esperara encontrarlo en el pasillo cuando abriera la puerta. —Estoy afuera del edificio y está haciendo un frío de muerte. ¿Puedes abrirme? —¡Ay, Dios! Sí, sí, enseguida te abro. —Corrió a presionar el botón que abría la puerta principal del edificio y escuchó mientras Lorenzo entraba, pero entonces recordó que el ascensor estaba averiado y que no podría subir. Se calzó los pies, tomó las llaves y salió del apartamento para encontrarse con él en el lobby. Mientras bajaba, sonreía, aquella parecía una escena de película de romance. Como la llamada seguía abierta, Lorenzo podía escuchar la respiración agitada de Sara. ¿Se estaba ejercitando a esa hora? Pero cuando vio el letrero de “averiado” colgado en la
Lorenzo miró su reloj por tercera vez en los últimos cinco minutos, Sara debía haber llegado ya, le escribió un mensaje diciéndole que estaba saliendo y había pasado media hora desde entonces. ¿Se había arrepentido? Esperaba que no, porque tenía muchas ganas de verla y de tenerla entre sus brazos de nuevo, no dejaba de pensar en ella y en ese beso tan apasionado como excitante que le había dado. A Sara no parecía importarle que fuera parapléjico, lo besaba con ganas y necesidad, como nunca lo hizo Antonella. Para su esposa, él solo era un medio para un fin, nunca lo amó, lo que la movía era el interés. ¿Cómo pudo ser tan ciego con Antonella? Una llamada entrante lo sacó de sus pensamientos, era de un número desconocido. Pocas veces contestaba llamadas de números que no tuviera registrados en los contactos, pero decidió hacerlo solo por curiosidad. —Buenos días, ¿es usted familiar de Vittoria Morreti? —le preguntó una mujer en cuanto él respondió. Lorenzo frunció el ceño, ¿por qué a