Capítulo 17. Engaño imperdonable Que llamara a Zoe “su hija” le produjo a Santiago un profundo enojo, él era su padre, no llevaba su sangre, pero la había cuidado desde antes de su nacimiento, estuvo en cada etapa de su vida, en sus fiebres, en sus resfriados, en cada caída, y Lorenzo aparecía cinco años después a ocupar un lugar que él se había ganado. No era justo. —¿Ahora sí es tu hija? Porque no le creíste a Sara cuando te lo dijo, la acusaste de mentirosa y la humillaste —espetó sin filtrar su enojo. —No pienso discutir esto contigo, Santiago. Estoy aquí por Zoe, para donarle parte de mi hígado, si somos compatibles. —Claro, y así quedar como el héroe de la historia —mencionó en tono irónico. —No, lo que quiero es que esté bien —replicó enojándose, no le importaba ganarse ningún título, todo lo que quería era que su hija se recuperara—. No elegí ser un padre ausente, no tenía idea de que Zoe existía hasta hace unas semanas. Si hubiera sabido que tenía una hija, habría esta
Capítulo 18. Sintiéndose un trusoLas puertas del ascensor se estaban abriendo cuando Lorenzo llegó, un médico y dos enfermeras se bajaron y, por último, un hombre vestido con jeans deslavados, botas de montaña y una chaqueta de cuero negra que apartó la mirada de él como si no quisiera que lo viera. A Lorenzo le resultó extraño, pero no le dio mucha importancia porque pensó que solo era un idiota más de los que tantas veces se había cruzado en el camino. Por su discapacidad, muchas personas lo miraban con lastima mientras que otros lo hacían con menosprecio. Subió a la cabina del ascensor, pero no podía alcanzar el botón del piso al que debía ir, tenía que esperar hasta que alguien entrara para pedirle el favor. Y pasaron varios minutos antes de que alguien lo hiciera. Fue una enfermera que, casualmente, iba al mismo piso, por lo que no tuvo ni que decirle. Pronto, llegó al laboratorio, tocó la puerta y esperó hasta que alguien abriera. Pero como nadie salía, tocó de nuevo, esta vez
Capítulo 19. Lorenzo confronta a AntonellaEra de madrugada en Milán cuando el teléfono de Vittoria timbró sobre la mesita de noche, su esposo se removió balbuceando palabras ininteligibles y ella se apresuró a contestar antes que el sonido lo despertara. Salió de la habitación y entró a la de al lado para hablar. —¿Sabes qué hora es aquí? —reclamó de malhumor. —No me importa qué hora es. Lorenzo estaba en el hospital cuando fui a terminar el trabajo. Me vio, Vittoria. —¿Y qué? Él no te recuerda, no sabe quién eres. —Puede recordarme y no pienso correr el riesgo de que me relacione con lo que pasó con la niña. Busca a otra persona que lo haga, no pienso regresar a ese hospital. —Tienes que hacerlo tú, Paolo, recuerda que tengo pruebas incriminatorias en tu contra. ¿Quieres terminar tus días en prisión? —lo amenazó. —También tengo pruebas que puedo usar. Si yo caigo, tú caes también —señaló sin dejarse intimidar. —Mientes, no tienes nada, solo estás alardeando. —Piensa lo que q
Capítulo 20. Dos razones para sobrevivir Al doctor Miller le preocupaba que Lorenzo no estuviera apto para pasar por la cirugía, en su condición, los riesgos de que algo pudiera salir mal eran muy altos, lo ideal era realizarle estudios y análisis para saber cuál era su estado de salud, pero Zoe no podía esperar mucho más por el trasplante, sus síntomas comenzaban a empeorar y, si no recibía un nuevo hígado pronto, podría morir. —No me importan los riesgos, haga la cirugía, firmaré el consentimiento o todo lo que haga falta —dijo decidido luego que el doctor le manifestara su inquietud. —Podría morir, señor Moretti. ¿En verdad quiere hacerlo? —le preguntó inquisitivo, debía estar seguro de que entendía los riesgos antes de presentar la petición a la junta médica, no podía realizar la cirugía sin contar con su aprobación. —Sí, quiero hacerlo, quiero salvar a mi hija —manifestó, sin dejar lugar a dudas. El doctor Miller alzó las cejas sin poder ocultar su sorpresa. Pensaba que Santi
Capítulo 21. Víboras de la misma manada.Sara comenzó a rogar desde el momento que ingresaron a Lorenzo al quirófano, deseaba que estuviera bien, la idea de que aquel beso fuera el último le comprimía el corazón. Aún sentía en sus labios su sabor y en su piel el calor que encendió mientras la besaba. Fue distinto a todos los besos que alguna vez le dio, pero a la vez lo sintió tan apasionado como siempre. Su mente tal vez no podía recordarla, pero su alma la había reconocido. Cinco minutos, seis, siete… diez. No dejaba de mirar la hora, sentía que el corazón quería salirse de su garganta, los nervios comenzaban a alterarla. Santiago, que la estuvo observando los últimos minutos sin que ella lo notara, se acercó con un vaso de su café favorito tamaño mediano (mocca con caramelo), y se lo dio. Ella lo miró y sonrió pronunciando un sincero “gracias”, no solo por el café sino porque, a pesar de que estaban separados, aún se preocupaba por ella. —¿Te han dicho algo de Bárbara? —le pregun
Capítulo 22. Lorenzo le exige a Antonella que se quite la careta Dos semanas después Zoe se estaba recuperando muy buen de la cirugía, la dieron de alta tres días después de la intervención y al fin pudieron volver a casa, aunque necesitaría de muchos cuidados hasta que su herida estuviera por completo curada. Sara estaba todo el tiempo con ella, temía que se lastimara o que intentara quitarse el vendaje. No era fácil mantenerla en cama, Zoe era muy inquieta y le gustaba andar brincando por todos lados como si fuera un canguro. —Mami, ¿cuándo veré a mi tía? —le preguntó mientras le daba el desayuno. Bárbara seguía ingresada en el hospital, se encontraba en estado de coma, no despertó cuando le bajaron la dosis de sedantes. Santiago no entendía por qué no reaccionaba, tenía actividad cerebral, debía haber vuelto en sí. Le había hecho estudios y exámenes y en todos salía bien. —Espero que muy pronto, muñequita. —¿Mi papi no puede curarla? ¿perdió sus poderes? —le preguntó con
Capítulo 23. El día más esperado Justo una semana antes del cumpleaños de Zoe, el milagro que tanto habían esperado sucedió: Bárbara salió del coma sin presentar ningún tipo de daño neurológico, aún tenía una larga batalla que enfrentar en rehabilitación para poder volver a caminar por sí misma, por la fractura en su pierna, pero, eventualmente, estaría bien. Enterarse que había perdido a su hijo fue muy duro, estaba tan ilusionada con ser mamá y le costó tanto conseguirlo que se sintió devastada, no había ninguna palabra que la consolara, estaba en duelo y con el corazón roto, solo el tiempo la ayudaría a sanar y a recuperar la esperanza. Había pasado casi un mes desde el violento ataque del que Zoe y Bárbara fueron víctimas y la policía aún no había hallado al responsable, no encontraron el vehículo y, aunque varias cámaras registraron el hecho, no pudieron rastrear al propietario del auto porque no tenía placas que lo identificaran y no tenían a ningún sospechoso. Ni Sara, Santia
Capítulo 24. La caída del heredero Apenas Lorenzo se fue, Antonella llamó a su amante y le dijo que lo esperaba en su apartamento, necesitaban pensar en un nuevo plan para quedarse con parte de la enorme fortuna del heredero de los Moretti, el hombre podía comprar un país si le daba la gana, y ni siquiera lo sabía. Le hicieron creer que su abuelo solo le había dejado el 10% de la empresa, pero su padre había modificado el testamento ilegalmente y comprado a quien fue el abogado del difunto Filippo Morreti y lo que en verdad le correspondía era el 50% de las acciones, convirtiendo a Lorenzo en el hombre joven más adinerado de Italia. Sabiendo todo eso, ella no iba a conformarse con limosnas, quería un gran trozo del pastel y no iba a irse sin él. Merecía una vida de reina y la tendría. —¿Has pensado en algo? —le preguntó Antonella a su cómplice en cuanto entró al apartamento. —Directo a los negocios, ¿eh? —apuntó, haciendo un gesto con las cejas—. Ya tendremos tiempo de hablar, en