Uno

Estaba consiente pero esta vez no quería abrir los ojos, tenía miedo de saber lo que me encontraría, no lograba enfocar mis pensamientos a recuerdos profundos de cómo o qué hacía en un hospital, lo único que podía recordar era a los sujetos malos que al parecer eran doctores, la señora y aquel muchacho, todo lo demás estaba revuelto en mi mente.

 Gemí al sentir un pinchazo en mi brazo, y por inercia abrí los ojos encontrándome con el doctor Roques, él también parecía un poco sorprendido de que estuviera consiente, rápidamente mantuvo la compostura y me brindó una especie de ligera sonrisa cuando terminó de extraer mi sangre y sacó la aguja de la jeringa de mi brazo.

 -Hola, ¿Cómo te sientes? –preguntó, mis ojos miraron mi nariz donde la mascarilla me inducía oxígeno, el doctor se dio cuenta de que no podría responderle, así que estiró la mascarilla y la reposó en mi cuello con delicadeza.

 -Yo… -mi garganta me seguía doliendo, pero escuchar mi voz era lo único familiar que sentí, Dios mío, que patético- ¿Dónde estoy?

 El doctor afirmó casi que involuntariamente con la cabeza como si comprendiera que estaba ajena a todo lo que ocurría.

 -¿Recuerdas el accidente? –contestó el doctor con tanta delicadeza como su voz se lo permitió, casi parecía no querer alterar mis nervios, aunque ya sentía mi corazón bombear cada vez más rápido. Negué débil con la cabeza sin comprender de qué hablaba.

 -Estabas en un auto a exceso de velocidad mientras llovía, según el reporte saliste por la ventana. Sufriste traumatismos en el lóbulo temporal, unos cuantos rasguños y suturas no tan graves, creo que tu daño real no es físico –el doctor señaló con su dedo su propia cabeza para hacerse entender mejor, prácticamente me estaba diciendo que me había dañado la cabeza.

 -No lo recuerdo…No recuerdo nada -Susurré, era frustrante escucharlo y tener que creerlo porque no había otra justificación.

 -Puede que progresivamente comiences a recordar –contestó el doctor, en ese momento entró la señora observándome como si temiera que comenzara a gritarle-. Ella es tu tutora legal, Débora.

 -Soy tu mamá –Dijo la señora acercándose hasta sostener mi mano con las suyas, tuve que resistir la idea de alejarme, esa señora según el doctor era mi madre, casi me hizo gracia que confiara más en lo que dijera el doctor que lo que decía la señora- ¿Puedes recordarme, bebé? Mi voz, mi rostro…

 Solo se me hacía extrañamente familiar la forma en que sus cejas se alzaban, era como si ya lo hubiera visto antes en otra persona.

 -Necesito hablar un momento con usted –dijo el doctor mirando a mi madre, ella parecía querer resistirse pero luego afirmó con la cabeza y siguió al doctor fuera de la habitación, a pesar de que cerraron la puerta los escuchaba perfectamente, gracias al completo silencio de la habitación.

 -… Puede que tarde meses, años o tal vez nunca pueda volver a recordar, debe tener paciencia y si es necesario, deberá comenzar a asistir a terapias, todo dependerá de cómo comience a desenvolverse, los medicamentos están prescritos en la lista que le di –escuché que decía el doctor.

¿Terapia? Mi mente se reflejó a un hombre viejo donde me hacía preguntas insoportables todo el día, no por favor, todo menos terapia.

-¿No recuerda absolutamente nada? ¿Ni siquiera a mí? –dijo mi madre en un hilo de voz, silencio, silencio, un sollozo y luego continuó diciendo:- puede que esta sea una segunda oportunidad para ella, Dios escuchó nuestras oraciones, puede evitar los graves errores, es como si volviera a nacer…

¿Graves errores? ¿A qué se refería?

-Es importante la terapia –insistió el doctor-, no es que nació de nuevo, ya ella formó su temperamento y decisiones, lo único que pueden hacer es mostrarle como era su vida antes, eso la ayudaría a comenzar a recobrar la memoria.

 -Eso es lo que me preocupa, que recuerde como era su vida –escuché antes de que escuchara otras voces y luego hablaran de los medicamentos que debían administrarme. Pero yo navegaba en las palabras de mi supuesta madre, ¿por qué decía esas cosas? ¿Acaso mi vida era un desastre?

 Mi madre guardaba mis cosas mientras la enfermera me hacía un masaje en las piernas, mi madre decía que estos tres meses en donde había estado inconsciente habían sido los más difíciles de toda su vida porque temía por mí, habló de que iríamos nuevamente a casa y me daría mi comida favorita, no fue específica, así que no sabía con exactitud cuál era mi comida favorita. Mi madre me vistió y peinó con ayuda de la enfermera, eso me dio cierta simpatía hacia ella porque de verdad se preocupaba por mí, me dijo que dentro de un momento mi padre James Wester vendría a buscarnos, que él estaba arreglando mi habitación para que estuviera cómoda al llegar a casa.

 -¿No vivía con ustedes? –Pregunté, mi madre aclaró su garganta y pude ver un poco de molestia que se ocultó rápidamente con una sonrisa-, estabas en la universidad del oriente –al ver que no comprendía, explicó:- es en otro estado, estabas en un programa de la universidad de trabajo y estudios, te proporcionaban residencia…

 Casi me enorgullecí de esa muchacha que al parecer era yo, una estudiante universitaria que trabajaba y la universidad le daba asilo.

 -¿Qué estaba estudiando? –Mi pregunta quedó en el aire cuando mi mamá recibió una llamada y dijo que mi padre ya había llegado.

 Caminamos hasta el ascensor, y cuando este se abrió observé al muchacho musculoso salir, fue cuando detalle que no era tan muchacho, de hecho tenía unas cuantas arrugas en la frente y bolsas debajo de los ojos, ahora que detallaba; mi madre tampoco era tan vieja, de hecho también era atractiva.

 -Hola –expuso casi sin aliento al verme, parecía realmente sorprendido.

 -¿James…? ah, papá –murmuré. Su cara fue una pelea de emociones hasta que reprimió una sonrisa y negó con la cabeza.

 -Yo no soy tu papá -Cruzó una mirada con mi madre casi perpleja.

 -Él es Tolmer –intervino mi madre-, es tu novio…

Me sobresalté débilmente, ¿Mi novio? Vaya, mi novio era realmente atractivo, Tolmer pareció sonrojarse débilmente ante mi escrutiñadora mirada y aclaró su garganta para dejar relucir una sonrisa ladeada.

 -El señor Wester estacionó el auto afuera, ¿Qué tal si bajamos? –dijo Tolmer, mi madre entró al ascensor y yo entré detrás de ella, Tolmer tocó mi espalda, casi como si me sostuviera o como si tuviera la necesidad de sentirme, no pude apartar mi mirada de él, analizaba cada milímetro de su rostro, era mi novio, se suponía que mi corazón era suyo, el chico con el que compartía secretos y caricias, pero no lo recordaba, simplemente no sentía más que el calor que emanaba su mano en la parte baja de mi espalda.

 -¿Estas bien? –murmuró Tolmer mientras que con su otra mano acariciaba mi mejilla, ojos verdes con rayas amarillas y cejas marcadas, sentía que era un completo extraño, de hecho, estaba en un ascensor con dos completos extraños que decían ser mi familia e íbamos al auto de otro completo desconocido que decía ser mi padre.

 Cuando las puertas del ascensor se abrieron, un hombre se quedó petrificado frente a nosotros, su cabello completamente canoso y su piel pálida, vistiendo un elegante traje de negocios.

 -Danna –susurró el hombre, no esperó a que alguno de nosotros reaccionara, simplemente me envolvió en un enorme abrazo.

 -¿Papá? –pregunté correspondiéndole débilmente el abrazo. Se sentía tan extraño, todavía tenía ese extraño presentimiento de que me confundían con otra persona y yo simplemente les seguía la corriente.   

 Danna, mi nombre era Danna, debía comenzar a absorber toda la información que pudieran darme, después de todo yo estaba mal de la cabeza. En el auto me limitaba a ver por la ventana todos los edificios y negocios de la ciudad, esperando que alguno de esos lugares me trajera algún recuerdo interesante, pero ni siquiera al llegar a la enorme mansión donde al parecer era la casa de mis padres me trajo algún posible recuerdo.

 Mi habitación era algo de ensueño, una cama enorme, cortinas que enmarcaban una ventana con vista al mar, el techo parecía hecho de madera (aunque estaba segura que solo era un tapiz), un baño con tina, mi closet tenía muchísima ropa, todas eran ropa fina y costosa, ¡y los zapatos! Deportivos, elegantes, esto era un sueño, me imaginaba que contaba los días de vacaciones de la universidad para poder venir a este paraíso que llamaba hogar.

 -¿Te gusta el color de las paredes? –Preguntó mi mamá-, decidimos pintarlas de champán, tu color favorito.

Mi color favorito es el champán, interesante, me daba cierta tranquilidad ese color, aunque a mi cuarto le faltaban adornos, tal vez unos cuadros o dibujos, todo era muy vacío y ordenado. Caminé alrededor observando unos cuantos peluches sobre el closet, uno en particular le faltaba un ojo y tenía pintado con marcador una horrenda mueca casi demoniaca, resaltaba entre todo el orden.

 -Ese muñeco antes era solo el señor cariñoso, pero luego de que uno de tus primos lo pintara hace ya muchos años, decidiste conservarlo, porque te lo había regalo tu abuelo –dijo mi madre-, intenté botarlo muchas veces, pero siempre preguntabas por él y no tenía más remedio que guardarlo, es un poco perturbador.

 -Es diferente –sonreí sintiéndome de repente tan ajena y sola-, pudiste simplemente botarlo, después de todo no lo hubiera recordado…

Mi voz se ahogó y mis ojos se llenaron de lágrimas, ese horrendo muñeco conservaba un muy alto valor sentimental para mi hace tanto, pero ahora simplemente lo veía y no había nada. Mi mamá me abrazó y limpió algunas lágrimas que se escurrieron por mis mejillas.

 -Ni siquiera se mi nombre completo, no se mi edad, no sé ni siquiera qué clase de música me gusta –dije-, soy una completa desconocida, no me conozco en lo absoluto.

 -Danna…

 -Hasta mi nombre es extraño, no me gusta –me senté en la cama, había sacado mi frustración y el dolor de cabeza comenzaba a presentarse nuevamente. Danna sonaba como nombre de niña indecisa e incrédula, lo odiaba.

 Mi madre me observó por un largo rato y se sentó a mi lado con una ligera sonrisa.

 -Nunca te gustó tu nombre –dijo-, era el nombre de tu abuela, y ustedes realmente nunca se llevaron bien.

 ¿A la antigua Danna no le gustaba su nombre? Sentía una chispa de esperanza al ver que seguía siendo la misma, o por lo menos en la misma actitud.

 -¿Por qué? –me atreví a preguntar, mi madre sonrió débilmente y negó con la cabeza.

 -Siempre fuiste más apegada a tu abuelo, me imagino que tu abuela estaba celosa –se encogió de hombros-, murieron cuando tú eras muy pequeña, primero tu abuela y luego él, casi cumplían el siglo de vida, pero no se puede vivir tanto tiempo.

 Me sentía triste porque a pesar de que sí los conocí, me hubiera gustado haberlos conocido ahora, saber el tono de su voz o de su risa, que deprimente. 

 Tocaron la puerta dos veces y luego se abrió dejando ver a Tolmer. Mi madre me dio una palmada en la pierna y dijo que nos daría un poco de privacidad, le dio una palmada  en el hombro a Tolmer y salió de la habitación cerrando la puerta.

 -Hola –dijo Tolmer acercándose hasta sentarse a mi lado-, me imagino que tienes unas cuantas preguntas que hacerme.

 Como las veces anteriores que lo vi, solo lo observé y lo observé esperando que en cualquier momento viniera alguna señal de que él era importante en mi vida, pero no hubo nada. Él se acercó, era consciente de que quería besarme, pero necesitaba saber si lograba encontrar lo que estaba buscando, esa chispa que se supone que se tienen las parejas. Cuando sus labios tocaron los míos hubo un ligero cosquilleo en mi estómago, pensé que el sentimiento sería más intenso, que tendría ganas de seguir besándolo pero como todo desde que empezó el día, no sentí nada. Tolmer se separó lentamente y pegó su frente a la mía.

 -No tienes idea de cuánto te extrañaba –dijo-, el tenerte aquí otra vez, estar juntos.

 Aspiré hondo grabando su perfume embriagante sin embargo tan nuevo y extraño.

 -¿Quién eres? –susurré inclinando la cabeza ligeramente de modo que puse algo de distancia entre los dos. El aclaró su garganta y pareció un poco herido.

 -Soy Tolmer Henks –comenzó- vivo a tres casas de esta, casi somos vecinos. Nos conocemos desde… uh, toda la vida diría yo, soy socio de tu padre en el restaurante… Ah, ¿qué más?... oh, yo te amo.

Sentí mis mejillas sonrojarse al escuchar sus palabras, ¿amor? ¿Cómo es que podía amarme?

 -¿Por qué me amas? –Murmuré-, ¿Cómo es nuestra historia? ¿En qué momento… nos comenzamos a amar?

Porque la verdad no sentía nada de amor por él, tal vez solo un poco de atracción por su físico.

 -Bueno –comenzó-, nos conocimos en una fiesta en la preparatoria, yo iba más avanzado evidentemente, cuando me gradué comencé a trabajar con tu padre y siempre nos veíamos hasta que lo formalizamos, claro que luego de que te fuiste a la universidad  nuestra relación fue a la distancia.

 Eso sonaba tan vacío, no sabía cómo era la antigua Danna, pero a mí no me impresionaba, no creía en el amor a distancia; era estúpido, o tal vez sí estaba enamorada de él, maldición era todo tan confuso, era frustrante no sentir nada por este hombre que conocía desde hace tantos años.

  -¿Puedo volver a besarte? –murmuró Tolmer, pero más que una pregunta fue una confirmación porque tomó mi rostro entre sus manos y me besó, con su lengua obligó mi boca a abrirse, pero no me sentía cómoda, sentía que estaba besando a un completo desconocido, por más lindo que él fuese, no me sentía bien.

  Tocaron la puerta y mi madre apareció ocasionando que nos separáramos casi enseguida, mi madre al parecer ni siquiera se dio cuenta que estábamos besándonos, o simplemente no le importó.

 -Bajen, la cena está lista –anunció mi mamá. Tolmer tomó mi mano cuando bajamos las escaleras hacia el comedor, no podía dejar de observar las fotos enmarcadas alrededor de las paredes, había una de toda la familia me imaginaba, otras donde estaba una pequeña muchacha detrás de un órgano musical con un vestido negro sobre lo que parecía ser un escenario, cuando me fijé mejor, me di cuenta que en el pie de página decía: “Danna Wester, recital de la academia 2004” ¿era yo? Me solté del agarre de Tolmer y corrí cruzando el pasillo, escuché a mis padres gritar mi nombre y a Tolmer ir detrás de mí, sin embargo yo estaba enfocada en el espejo.

 Cuando observé mi reflejo, me sobresalté, una cosa era no recordar mi entorno, pero yo ni siquiera podía reconocerme, era como si me hubieran hecho una operación de cambio de rostro, todo de mi decía que no era yo, pero aquí estaba, ojos avellanas, piel pálida y pecosa, sin mencionar un largo cabello oscuro de leves ondulaciones. Esa era Danna Wester, esa era yo.

 -¿Qué ocurre Danna? –preguntó Tolmer, su reflejo apareció detrás del mío.

 -Yo… soy bonita –susurré casi con incredulidad, escuché la carcajada de mis padres y luego la de Tolmer a mis espaldas.

 -Claro que lo eres, pequeña engreída –besó la coronilla de mi cabeza-. Ven, vayamos a comer.

 No era que quería ser egocéntrica, sino que no esperaba en realidad encontrarme con ese reflejo, mis ojos se aguaron de la impresión, porque no podía recordarme, me sentía como un espíritu infiltrado en otra vida y en otro cuerpo. Mis ojos giraron al reloj en la parte de arriba del espejo, eran casi las siete de la noche, 9 de agosto del año 2018, estábamos en el año 2018, el accidente fue hace tres meses, en mayo mi vida cambió bruscamente y tal vez para siempre…

En la mesa escuchaba comentarios y bromas de lo que yo acaba de hacer, pero para mí no era gracioso estar en blanco y ni siquiera reconocer mi cara.

 -¿Dónde fue ese accidente? –pregunté de repente. La mesa quedó en silencio y luego observé como todos parecían cruzarse miradas hasta que mi mamá aclaró su garganta para decir:

 -Los fines de semana siempre venías para acá, era un viernes en la noche, conducías tal vez a alta velocidad porque querías llegar rápido (nunca fuiste muy paciente) –soltó una pequeña risa sin gracia-, la carretera estaba mojada y los cauchos desgastados, era una mala combinación… estabas cerca de la intersección de la alcabala de la ciudad, son curvas peligrosas…

 Intenté imaginarme esa noche, pero nuevamente todo estaba en blanco, me enteré que me había graduado hace tres años en medicina, tenía 23 años, y estaba haciendo una especialización garantizada por la universidad por mi buen promedio, aunque mis padres no sabían en qué estaba haciendo mi especialidad porque al parecer todo había sido muy reciente. Cuando dieron las diez, Tolmer se fue a su casa, mis padres fueron a su habitación y yo fui a la mía, me senté un largo momento en la cama sopesando que tenía que aprender a vivir esta vida sin recuerdos o esperar que milagrosamente los recuerdos vinieran a mí como por arte de magia.

 Decidí revisar mis cosas del closet, desde mi ropa interior hasta los libros que guardaba en la parte de arriba, al parecer eran mis libros de la universidad, me tomé la libertad de revisar uno por uno, percatándome que todos eran de psicología o medicina, enfermedades, cuerpo humano, todo era fascinante y lo mejor era que de ese conocimiento si me acordaba o simplemente lo sabía, como: cuantas dosis había que darle a una persona, el tratamiento, funcionamiento de cada órgano o el funcionamiento de la mente humana.

Abrí un libro de trastornos compulsivos, queriendo mantener esa sensación de estar leyendo algo que ya sabía o que ya había leído, cuando una hoja salió volando y cayó a un lado del suelo donde yo estaba sentada, parecía ser un dibujo, lo tomé en mis manos y lo observé, parecía ser un dibujo de Victor en el cadáver de la novia, la película de Steven Spilbert, no podía creer que recordara esa película, de hecho me gustaba y me dieron extraños deseos de volver a verla comiendo palomitas de maíz con queso, por extraño que sonara. Mis ojos bajaron al pie de la hoja donde estaba una  firma apenas visible, voltee la hoja sorprendiéndome de encontrar una pequeña nota que decía:

“Para mi Doctora Sirena. Solo somos destellos en un mundo lleno de luz, pero tú eres la estrella  mayor, esa que llaman sol, o por lo menos para mí, iluminas mi vida. Siempre tuyo y espero que seas siempre mía, Zecus. 20-09-2017”

Era para sirena, o puede que solo fuera un apodo dulce y cursi para mí porque se refirió como doctora, ¿pero quién era Zecus? Mi novio se llamaba Tolmer, y según él habíamos estado juntos por más de seis años, y este dibujo fue del año pasado, ¿acaso tenía un amante? O… ¿alguien me estaba mintiendo?  

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo