Cuatro

Seguidora, yo era su seguidora fiel y además me había llamado Danna Banana. Al parecer había prometido seguirla en su locura de satanismo, no éramos conocidas que apenas se saludaban, éramos mejores amigas, nos unía un fuerte lazo de lealtad donde yo le tenía aprecio y ella a mí...  

¿O tal vez novias? No... ¿o tal vez sí?

Lancé la laptop a un lado y bajé las escaleras a toda velocidad encontrándome, necesitaba hablar con July, ella estaba pasando la aspiradora por la sala, así que descortésmente le desconecté el cable, July se volteó y me miró confundida, o puede que algo atemorizada la entendía yo debía de parecer una desquiciada en este momento.

 —¡Quiero que me digas quién era realmente esa chica! —exigí—, ella me mencionó en su carta de suicidio, ¡Tú debes saberlo!

 —Señorita Danna… —July parecía que no podía dejar de temblar, y volteó la cabeza hacia la puerta justo mis padres habían acabado de llegar, ellos se detuvieron en la puerta al verme gritándole a la empleada.

Pero me quería respuestas.

 —Ella era mi mejor amiga, se suicidó y esperaba que yo también lo hiciera, ¿eso era lo que intentaban ocultarme? 

Mi grito alterado los sobresaltó, mi madre se acercó a mí casi como si temiera que la mordiera o algo así.  

 —Hija, no grites —dijo mi madre— ¿De qué estás hablando?

—De Abril Ronkine —expuse—, la muchacha que se suicidó, ella era mi mejor amiga, ¿por qué intentaban ocultármelo?

 —No te lo ocultamos, simplemente no te lo dijimos —dijo mi padre pareciendo agotado—, ella no es importante en esta familia.

 —¿Yo quería suicidarme como ella?, ¿era eso? —Insistí— ¿también era una bruja?

 Mis padres parecieron perplejos, July salió de la sala casi como si quisiera desaparecer de esta discusión.   

 —Ustedes eran inseparables —comenzó a decir mi madre—, ella siempre te influenciaba con sus ideas extrañas, te escapabas a mitad de la noche, a veces no aparecías por días, ya la policía no tomaba enserio nuestras llamadas de tus desapariciones porque te tacharon como una adolescente problemática, no entendías, no nos hacías caso, solo la seguías a ella como si fuera un dios. 

¿Qué?

 Me sorprendí de que yo fuera capaz de hacer esas cosas, me creía un poco más inteligente que una seguidora de una chica mala conducta. Los ojos de mi madre estaban acuosos, parecía que le dolía recordar eso.

 —Luego de su muerte, te buscamos ayuda psicológica, tú no parecías creer que Abril se hubiera suicidado, pensabas y decías que ella estaba esperándote en el infierno y que debías ir a acompañarla –continuó-. Después de varias sesiones, comprendiste que las drogas que mezclaba Abril desestabilizaron su estado mental, y desarrolló su problema, ella estaba diagnosticada con esquizofrenia desde pequeña, él intentaba ayudarla con los medicamentos y ayuda profesional. Por eso comenzaste a rendir mejor en clases, y te interesaste por la medicina, comprendiste que lo que ella hizo no fue mandato espiritual, sino ideas locas de una muchacha, querías ayudar a los demás, para que no terminaran como lo hizo Abril.

 Mi cabeza comenzó a doler paulatinamente por esta información que me parecía tan familiar, No podía creer como había influenciado en mí las ideas convincentes de una enferma mental, ahora podía confiar que lo que me decía mi madre era verdad, o al menos sentía que eso era real.

—No queríamos que recordaras eso —corroboró mi padre.

 —El pasado es el pasado —dije—, son cosas que hice, no pueden ocultarme lo que fui en realidad.

 Mi padre aclaró su garganta y se disculpó para irse, mi madre madre en cambio se acercó a mí y tomó mi mano forzando una ligera sonrisa.

 —Es difícil para nosotros, te tomaron como cómplice por los actos vandálicos de la comunidad —dijo—, el abogado que te defendió logró catalogarte como una niña vulnerable y te dejaron inmune, pero eso igual es una fea marca para ti y la familia, que no queremos recordar.

Lo comprendía, eso había sido realmente algo muy desagradable, mis padres teniendo que aguantarme en mi rebeldía y devoción por Abril, tal vez hubiera sido mejor no recordarlo, pero ahora que lo sabía podía simplemente dejarlo atrás...

Pero si eso era lo grave que habían intentado ocultarme, ¿Quién era el hombre con el que engañé a Tolmer? ¿Qué pasaba con el tatuaje?  

—Ahora que estamos sincerándonos —murmuré— ¿De verdad tengo tanto tiempo con Tolmer?

 —Yo diría que desde que naciste estaban vinculados a estar juntos —dijo mi madre—, ¿Por qué?

Porque le estaba montando cachos.

—Es que... —aclaré mi garganta— cada vez que estamos juntos, no logro recordarlo, su voz, o su mirada no los reconozco, los rechazo.

Vomité.

 —Es porque apenas puedes recordarlo —dijo—, dale tiempo al tiempo.

 —No, es que no comprendes —insistí—, siempre hay algo en mí que reconoce ciertas cosas, es como un conocimiento general, como: para qué sirve la cafetera o cómo saben unas tostadas, incluso cuando tú alzas las cejas lo reconozco, es familiar. Pero cuando Tolmer me besa o intenta tocarme, no me siento cómoda, no es nada familiar.

 Mi madre quitó todo humor de su rostro y pareció sonrojarse débilmente.

-Oh, Tolmer… ¿intentó tocarte? –Preguntó y asentí lentamente-. No sé qué decirte, es decir, debería ser una madre puritana y decirte que guardaras castidad hasta que te cases, pero yo también fui joven, él está siendo como un poco apresurado, apenas ayer despertaste… hablaré con él.

 Suspiré, al menos sentía que me comprendía. Sin embargo todavía sentía que me faltaba algo –además de la mayoría de mis recuerdos- tal vez solo necesitaba seguir la terapia.

 ¨¨¨

—¿Son rosas? —preguntó el psicólogo Ronald viendo la pintura que estaba haciendo, según el formulario que llenó mi madre uno de mis pasatiempos era pintar, así que el psicólogo me dio unas cuantas temperas y un lienzo.

 —Son rosas secas —dije, diseñaba tres rosas en un jarrón sin agua, me encantaba la textura frágil que adquirían cuando se secaban o por lo menos, me encantaba como lucían en la pintura.

 —Ronald, ¿me conocías antes? –me voltee hacia el psicólogo-, ¿había venido a tu consulta antes del accidente?

 —Hace unos años, eso creo —dijo—, ¿Lo recordaste?

Oh, entonces sí había venido.

Negué con la cabeza a su pregunta.

—No, pero mi madre mencionó algo, al parecer yo era pupila de una esquizofrénica que adoraba a Satán.

 —En realidad tuviste cinco o seis sesiones conmigo, según mi historial, entendiste muy rápido que lo que hizo Abril no era correcto, y decidiste solo llorar su muerte porque no pudiste ayudarla a comprender que creía en una locura.

 Tal vez para todos era una locura, pero cada persona tenía su creencia, Abril murió confiando en su causa, y no la juzgaba por ello, pero sí me juzgaba a mí por seguir su estúpida ideología.

—¿Y tu... sabes si en ese tiempo… —indagué— yo tenía un novio?

—No, no tenías, en ese tiempo tú le habías entregado tu alma completa a Abril –dijo luego de unos segundos—, no había otra persona involucrada que interfiriera entre ustedes.

 Entonces había descubierto la mentira, Tolmer no era mi novio desde todos esos años.

Me mintieron.

—¿Yo era... lesbiana? —esas palabras sonaron extrañas en mi boca, si era lesbiana, entonces explicaría el por qué me habían mentido acerca de tener tantos años con mi supuesto novio, además que también explicaba el por qué no lograba enamorarme o perder la cabeza por su increíble atractivo, yo tenía otras preferencias, una que él no podía satisfacer.

Nunca.

 —No creo que fueras lesbiana —rascó descuidadamente su barba creciente—, probablemente tenías aprecio hacia ella, una búsqueda experimental como cualquier adolescente, no sabría decir cuán intima era su relación. No me lo dijiste.

  Me intrigaba mucho lo que había descubierto y mis sospechas de mis preferencias, tal vez mis padres además de aguantar mi rebeldía  también tenían que aguantar que no me gustaran los hombres y que jamás les daría nietos de la forma tradicional, tal vez a eso se refería el tatuaje de mi espalda, tal vez mi aventura era una mujer, engañaba a mi supuesto novio Tolmer con una mujer... ¿o no?

—¿Terminaste? –Preguntó Ronald acercándose a mi lado, bajé los pinceles y asentí débilmente con la cabeza observando lo que mi psicólogo veía, unas rosas muertas en contrastes oscuros, algunos pétalos caídos al suelo porque no resistían la resequedad.

 —Creo que llamaré a mi pintura —dije con algo de ironía—: mentiras muertas.

 Salimos del consultorio y mi madre mencionó que viajaríamos esa noche a una fiesta de empresarios ricos cerca del oriente de Marté para beneficio de las personas de bajos recursos, July había empacado las cosas por mí, así que prácticamente solo esperé que dieran las nueve para trasladarnos al aeropuerto.

Pensé que era un viaje normal, pero mi padre alquiló un jet privado.

Y creí que podía comportarme y actuar como si creyera que no me mentían, hasta que descubrí que Tolmer mi —falso novio— tambien iba, y no pude contenerme.

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