Capítulo 5: Él No Te Hará Daño...

Edwan miró con satisfacción a Rosalin, mientras la bajaba al suelo con cuidado, pero sin apartarla de él.

 

—Ella es mi esposa —contestó Edwan con una amplia sonrisa y con un tono de orgullo.

 

—¿Cómo que tu esposa? —preguntó la chica con desconcierto y un tono de molestia.

 

—Si, nos casamos esta tarde, Beatriz. Por fin la Diosa me ha traído a mi compañera —Edwan apartando la mirada de Rosalin vio a Beatriz que tenía una mano en el pecho, como si le doliera algo —¿te sientes bien Beatriz?

 

Preguntó Edwan mirando con preocupación a Beatriz, pero ella no estaba nada bien, la sangre había dejado de circular por su cuerpo y un sollozo de sufrimiento salió de su garganta, contuvo lo más que pudo las lágrimas que querían salir.

 

Al levantar la vista Beatriz, vio a Rosalin que era abrazada por Edwan con posesividad, algo con lo que ella soñó y tal parecía nunca podría obtener de él; el olor que percibía de ella era nauseabundo, no era loba como ella, era una m*****a humana que le estaba robando su felicidad.

 

Quería hacerle daño, apartarla de él, porque algo le decía que era un peligro para Edwan, pero si lo hacía él iba a sufrir y no podía dañarlo, tendría que buscar otra manera para apartarla de él.

 

Rosalin sostuvo la mirada a Beatriz, sus ojos le decían cuanto la odiaba y los celos que ardían en su pecho.

 

—¿¡Qué!? ¿Cómo es que te casaste con ella? —preguntó Beatriz ocultando su dolor

 

—Sí, fue todo tan rápido que no podía desperdiciar la oportunidad que tenía para hacerla mi esposa, reclamarla como mía —dijo Edwan besando la mejilla de Rosalin.

 

Rosalin sin pensar, levantó la barbilla delante de Beatriz, y no se apartó de Edwan, fue como si despertara un sentimiento de posesión que nunca antes hubiera sentido y ese deseo que surgió en la noche de compromiso, que la hacía tener las ganas de subir a la habitación y dejar que ese hombre lobo la hiciera suya.

 

Pero no estaba lista para darle a saber a Edwan sus sentimientos, ya era bastante aceptar esa absurda pasión por el hombre que en una noche había cambiado su mundo

 

—Qué bonito —dijo Beatriz con sarcasmo —¿Y no se te ocurrió invitarme a tu boda?

 

—Lo siento, pensé que Drake te había dicho…—Rosalin miró a Beatriz de abajo hacia arriba, llevaba un vestido ligero de color crema y un poco descocado que dejaba ver su silueta.

 

Rosalin no sabía que Edwan tuviera una chica viviendo con él.

 

—¿Quién es ella? —preguntó Rosalin mirando a Edwan.

 

—Ella es mi hermana Beatriz, amor —dijo Edwan con una sonrisa tierna —Beatriz ella es Rosalin.

 

—Nadie en el valle sabe que tienes una hermana o familia —replicó Rosalin sin apartar la mirada de Beatriz.

 

—Es que yo de verdad no soy su hermana, no soy nada de Edwan —habló Beatriz respirando muy agitada.

 

—No eres de sangre, pero siempre te he querido así, desde que te encontré como una cachorra en el bosque —replico Edwan —espero que se lleven bien —termino diciendo mirándolas a las dos.

 

—Edwan me estas pidiendo demasiado, yo no puedo vivir con ella y tú lo sabes bien —contestó Beatriz bajando la mirada.

 

—Solo te pido un esfuerzo, Rosalin nunca te hará daño —Edwan acarició la mejilla de Rosalin, algo que Beatriz no soportó ver.

 

Sin decir ni una palabra más dio media vuelta, sin importar quien la viera desnuda dejó caer los tirantes del vestido, corrió por un gran pasillo y al final de este dio un gran salto, en el aire dejó su lado humano para convertirse en una loba de color cobrizo. Y desapareció por la puerta trasera de la casa.

 

—Te mostraré nuestra habitación —dijo Edwan sin ninguna preocupación.

 

—No piensas ir tras de ella… —Edwan levantó los hombros con indiferencia.

 

—Es solo un berrinche, pronto se le pasará —Rosalin sintió el calor de la mano de Edwan envolviendo la suya, la llevó hasta sus labios y dejó un suave beso en los nudillos, casi cerca del anillo de bodas.

 

Sin decirle nada comenzó a caminar, ella lo seguía como un perrito necesitado, sin comprender el poder que él ejercía en ella.

 

Subieron por las escaleras, al llegar al final se encontró con un pasillo que la llevaba hasta una gran puerta de madera de cedro de doble hoja.

 

—Desde está noche está será tu habitación —dijo Edwan que abría la puerta de par en par, le dio un pequeño empujón en la parte de la espalda baja para que entrara —te daré un tiempo para que estés lista.

 

Detrás de ella Edwan cerró la puerta, Rosalin pensó que la mantendría encerrada, pero su sorpresa fue enorme al darse cuenta que podría salir de esa habitación cuando quisiera.

 

No sabía cómo sería estar con un hombre lobo, y si le hacía daño, el miedo se instaló en su pecho, pero una voz dulce le hablo al oído.

 

“Él no te hará daño Rosalin. Acéptalo, él es tu destino…”

 

—¿Quién dijo eso? —pregunto a la nada, y el silencio que gobernaba permaneció.

 

Con lentitud de ensueño, vagó por la habitación, la cama era grande y estaba rodeada por cuatro doseles de los que estaba sujetas unas cortinas blancas.

 

Sobre está estaba una caja blanca con un moño grande del mismo color blanco, tenía una tarjeta donde decía su nombre. Por curiosidad abrió la caja y se encontró con un conjunto de lencería blanco.

 

No podía negar que era hermoso, de un encaje elegante y fino, era tan de buen gusto que le parecía una lástima no usarlo para esa ocasión, pero había jurado que no permitiría que ese hombre lobo la tocará, primero muerta antes que pusiera una mano en su cuerpo.

 

Se apartó de la cama como si fuera lava caliente, tenía que encontrar la manera de huir de ahí, tal vez si llegaba a casa de su padre tendrían una oportunidad de irse los dos a Quebec, de donde fue su madre, ahí se establecerían y podrían vivir una vida en paz y tranquila o a la otra ciudad, todo era mejor que vivir bajo el mismo techo que Edwan King.

 

Caminó hasta los grandes ventanales de la habitación, buscando una manera de salir, de abrir las ventanas para por ahí poder salir, pero no había forma, no había forma de abrir la ventana y si pudiera salir por ahí, era un suicidio saltar de esa altura, no había forma de escapar de esa casa que se estaba volviendo su cárcel.

 

Tal vez podría salir corriendo por la puerta, pero no llegaría a cruzar la puerta, el hombre lobo rápido la atraparía.

 

Su estómago se redujo cuando escuchó a alguien entrar en la habitación, salió de entre las cortinas blancas que cubrían desde el techo hasta el suelo.

 

Y se encontró con la mirada apacible de Edwan, por primera vez en la noche lo veía radiante de felicidad, bajo la vista por su cuerpo, la corbata negra de su traje había desaparecido junto con el saco, su camisa estaba abierta dejando ver una parte de su fuerte torso.

 

Rosalin se obligó a moverse, mientras Edwan se acercaba, al estar a centímetros, pudo oler su perfume de cedro, con un toque de lavanda y canela que era perfecto para su fuerza y masculinidad.

 

Con pasos lentos y seguros llegó hasta ella, Edwan levantó sus dedos, rozando su mejilla con una sutil caricia, Rosalin no quería, pero tembló ante su contacto.

 

—¿Tienes miedo? —le preguntó Edwan en un susurro.

 

Rosalin levantó la barbilla y se obligó a verlo a los ojos, nunca le iba a demostrar ese sentimiento.

 

—No —respondió fríamente.

 

—Tal vez si deberías, soy un hombre lobo —Rosalin se mantuvo mirándolo con dureza.

 

—Se lo que eres, pero no me das miedo, lo que siento por ti es otra cosa muy distinta —se apartó de él caminando hasta el tocador —lo que siento por ti es odio, desprecio.

 

Una amplia sonrisa se dibujó en el rostro de Edwan mientras la miraba vagar por su habitación, eso pronto cambiaria.

 

Rosalin estaba desorientada, sus emociones eran mezcladas, por un lado, sentía rebeldía y enojo por haberla apartado del hombre que amaba, pero, por otro lado, había atracción, su cuerpo vibraba de deseo por estar con él en la cama, como en su sueño, ser tomada, besada, acariciada y  otra cosa que la hacía pensar que se había vuelto loca.

 

—Si hubiera visto otra forma de tenerte, te juro que lo hubiera hecho —dijo Edwan mirando la espalda de Rosalin —pero no la encontré, había pensado en otra cosa que sería igual o peor que esta, sin embargo, mi lobo no podía permitir que ese hombre te tocara después de saber que eres mi compañera.

 

Rosalin curveó sus labios en una sonrisa.

 

—Pues eso no lo evitaste, yo fui suya…

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