Lucian
—Mi señor, es hora de salir a recibir a los invitados.
Le respondo a mi lacayo con un gruñido. De ser por mí, no habría venido a esta ridícula fiesta, pero los lobos Alfa del pueblo de Grimstan insistieron, no pude negarme.
El lobo me mira con temor, agacha la cabeza y se aleja en silencio. Este es mi día a día, es mi condena, que todos me miren como si estuviera a punto de arrancarles la cabeza; y quizá no estén tan equivocados, a veces eso es todo lo que quiero hacer.
Sorin, el viejo lobo de la manada y también mi Beta más cercano, camina hasta quedar frente a mí; es el único que se atreve a hacerlo sin que le tiemble la voz.
—Alfa Lucian, entre más lo demore, peor será, mejor apresurémonos, así podremos regresar a Dunwic más pronto.
—Muy bien, terminemos con esto.
—Oh, y trate de ser más amable, quizá aquí pueda encontrar a una esposa.
Vuelvo a gruñirle con fastidio. Ya me he resignado, ninguna mujer loba es lo suficientemente fuerte como para aguantar mi presencia, además, mi aspecto de bestia les resulta repulsivo.
—Olvida eso Sorin, sabes que no puedo tener una mate.
—Pero ninguno de ellos sabe eso, una esposa puede darle un aspecto más… dócil, así le temerían menos.
Bufo con desdén. ¿Y yo para qué quiero verme más dócil? Gracias a la maldición que me atañe desde que tengo memoria, soy el rey más poderoso de todos los reinos que existen en esta tierra. Todas las criaturas sobrenaturales están bajo mi mando, y todas me rinden pleitesía. Con mi gran ejército de hombres lobo, no hay manada ni criatura que intente hacerme frente; ni siquiera las brujas.
—Lo consideraré, ahora, abre la puerta —ordeno.
Sorin hace lo que le digo. Ingreso al salón donde un gran grupo de lobos y lobas me reciben con una reverencia. No hay ni uno que se atreva a alzar la cabeza y encontrarse con la intensidad de mi mirada. Ninguno, excepto por una diminuta mujer que tiene su vista fija en mí como si yo fuese cualquier cosa.
La pequeña chica levanta su mirada y sus ojos se cruzan con los míos por un breve instante.
He visto muchas mujeres lobo en mi vida, pero sin duda, nunca había visto a una como ella. La pobre chica parece un papel tembloroso y pálido. Agacha la mirada cuando se da cuenta de que la estoy viendo y pretende que no ha hecho una gran transgresión.
Los Alfas de las manadas me saludan, pero yo estoy mucho más intrigado en esta chica. Hace tantos años que nadie despertaba mi interés de esta forma, que no puedo evitar acercarme y ver de quién se trata. Quiero saber quién es la chica misteriosa que se atreve a mirar a los ojos a su rey.
—¿De quién es esta loba?
De inmediato el Alfa de la familia Kindred se pone delante de mí y agacha la cabeza.
—Es mía, Alfa Lucian, ¿lo ha ofendido de alguna manera?
Yo no diría que me ha ofendido, más bien, me intriga descubrir de dónde viene tal acto de valentía, o estupidez.
La chica tiembla y no levanta la cabeza ni responde ante mi voz, debe estar luchando en su interior por no ceder e hincarse ante mí.
—Debería enseñarles a sus omegas a no levantar la cabeza en presencia del rey.
—Mil disculpas Alfa Lucian, de inmediato la castigaré para que aprenda.
Enseguida el lobo la sujeta con brusquedad para golpearla. Detengo su mano en el aire, impidiendo que le haga daño.
—No es necesario, por esta noche, me siento generoso.
Poso con delicadeza una de mis garras en su mentón, obligándola a mirarme. La loba parece nerviosa, pero lejos de apartar los ojos hacia otro lado, me sostiene la mirada todo el tiempo que la retengo así. Es la primera vez que una mujer hace eso conmigo, las demás siempre huyen, gritan, algunas incluso suplican que las mate. Sonrío ligeramente, aunque lo más seguro es que ese intento de sonrisa se vea como una mueca extraña y torcida.
Esta loba me parece interesante. Quizá pueda añadirla a mis adquisiciones, quiero descubrir si es tan valiente como aparenta.
Regreso a mi trono y tomo asiento, pero no aparto la mirada de ella en ningún momento.
—Que inicie la fiesta.
Ante mis palabras, la música vuelve a sonar en el salón, los lobos se dispersan y dejan ir su atención de la omega, a excepción del Alfa, que parece muy disgustado por lo que acaba de pasar.
A los pocos minutos cada Alfa de su manada trae ante mí el regalo que me ofrecen. Algunos solo dejan objetos de valor; otros, artefactos mágicos valiosos que obtuvieron en la antigua guerra de las razas; sin embargo, algunos Alfas son más osados y se atreven a entregarme a los omegas que les estorban.
Después de un rato me siento hastiado con tanta formalidad. Me pongo de pie, causando que los invitados se sobresalten.
—Continúen, por favor —les digo de forma amable.
Avanzo por el salón, casi puedo olfatear el miedo en cada uno de ellos, ninguno representa realmente un desafío para mí, excepto en la luna llena.
Es irónico, no lo negaré. El lobo más poderoso de todos, pero nunca se ha dejado ver en luna llena. Me he encargado de llenar las historias de leyendas sobre lo poderoso y aterrador que soy esas noches, pero la verdad es que es mi momento más vulnerable.
El Alfa de antes está reunido con otro más, conversan entre risas, mientras que la chica que me miró antes anda por ahí sirviendo bebidas.
—Rey Lucian, esperamos que se sienta complacido —habla uno de ellos. Si mal no recuerdo, es de la manada Holloway.
—Por supuesto, aunque lo estaría más si alguien me ofreciera una esposa —bromeo.
Ninguno de ellos se ríe, pero el Alfa Thorne Kindred se da cuenta de que he vuelto a mirar a la chica.
—¿De verdad está buscando esposa? Yo creí que esperaría a su mate —comenta Thorne.
—Los mates son cosas del pasado, tradiciones antiguas que deberían desecharse —respondo.
Ellos se asombran de mis palabras, pero no se atreven a contradecirme.
—Bueno, ciertamente, yo me volví a casar después de la muerte de mi mate —asegura con una risa incómoda—, pero lo hice por el bien de la manada.
—Yo le ofrecería una, Alfa Lucian, pero lamentablemente todas las lobas de mi manada están emparejadas —dice Holloway.
—Mmm, yo podría ofrecerle a alguien: mi hija —dice el Alfa Thorne.
En seguida el otro lo mira con consternación, como si hubiera dicho un sacrilegio.
»Tranquilo, no me refiero a Nyssa. Hablo de mi otra hija, la primogénita. Su nombre es Alina.
Ni bien él menciona su nombre, la chica de la servidumbre levanta la cabeza y se acerca a nosotros, pensando que la han llamado.
—¿Sí, Alfa?
—¿Ella? ¿Eso es lo que le ofreces a tu rey? Me decepciona Alfa Thorne. Creería que tendrías algo mejor que una omega para ofrecerle a tu rey.
La chica no me mira, sigue con la cabeza gacha, sumisa y temblorosa. El Alfa Thorne también agacha la cabeza y suspira con una ligera decepción. Dudo mucho que cualquier padre normal sea capaz de ofrecer a su hija como esposa para mí, realmente debe odiarla demasiado; si es que ha escuchado las historias de mis intentos de concubinas.
—Lo lamento mi señor, no he querido ofenderlo de ninguna manera. Tiene toda la razón ella es…
Levanto la mano para detener su palabrería, odio a los lobos que intentan besar mis pies como adoradores sin cerebro. Lo miro con severidad y de pronto puedo sentir la tensión que se ha formado en la sala, como si estuviesen esperando que lo mate aquí mismo.
—¿Por qué es una omega si es tu hija primogénita?
—Ah… pues… es que ella es la más débil de la manada —explica con voz titubeante. No sé si me convence del todo esa explicación, ella no debería ser débil y, sobre todo, no debería ser una omega.
—¿Eso es cierto, niña? —cuestiono mirando a Alina.
Ella levanta la cabeza y me vuelve a mirar. Ya van tres veces en una sola noche. Definitivamente necesito a esta mujer en mi palacio, así sea para que me entretenga en el tormento eterno de mi maldición.
—Sí —responde en un susurro.
—Alfa Lucian, seguramente habrá otras lobas más apropiadas para usted —dice Thorne.
—No, la quiero a ella.
Alina abre los ojos con asombro, agacha la mirada otra vez y su cuerpo se estremece, parece que está a punto de llorar. Creo que me equivoqué, quizá no es tan valiente como pensé en un principio.
—¿A ella? —pregunta con incredulidad.
—Sí. ¡Sorin! Alista a esta loba, me la llevaré esta misma noche al castillo.
Alina ¿Qué acaba de pasar? Estoy temblando, mi mente no puede procesar todo lo que acabo de escuchar. ¿Cómo es que, de un momento a otro, mi padre me ha regalado al gran rey Alfa Lucian? Esto no está pasando, es una pesadilla. El lobo al que él acaba de llamar Sorin se acerca a mí y me toma de los hombros para empujarme hacia otra habitación de la mansión. Los demás lobos solo se quedan como espectadores, mirando cómo me llevan hacia lo que probablemente, será mi perdición. Lloro sin darme cuenta, no quiero irme con el rey, yo lo que quiero es huir de este lugar, no terminar siendo la esclava de un hombre lobo tan soberbio y despiadado que se niega a mostrar su forma humana solo para mantenernos aterrorizados. Sorin cierra la puerta tras nosotros, ahora estamos en un pasillo oscuro, solo iluminado por la tenue luz de la luna creciente que está en el cielo. Las nubes pasan sobre ella y la ocultan, dejando una penumbra que me hiela la sangre. Me conduce en silencio hasta otra hab
LucianNo es posible que otra vez me suceda lo mismo. Esta loba osa rechazarme como lo han hecho muchas otras antes que ella, pero me niego a dejar que sea lo mismo en un maldit0 ciclo sin fin, ¡ella será mía, aunque no quiera!Alina me mira con el labio tembloroso y los ojos a punto de desbordarse en lágrimas. La expresión en su rostro es de puro miedo, e incluso podría decir que algo de desprecio.—¡No puedes obligarme! —espeta luego de un par de segundos en silencio.Estoy consternado por su nivel de osadía, nunca una loba, ni nadie en realidad, me había hablado de esa manera. Normalmente suplican que las mate, o me piden hacerlas mis esclavas, pero nunca, mi esposa.—Claro que puedo, yo soy el rey de esta tierra, eres una súbdita y estás bajo mi mando, soy tu Alfa y me debes obediencia —respondo con severidad. La intensidad de mi mirada y el gruñido que sale de mi garganta por fin la hacen flaquear.Alina agacha la cabeza y aprieta los puños con fiereza. Suspira profundamente y en
AlinaSiento mis oídos zumbando, todo a mi alrededor es como una especie de pesadilla borrosa, como si no estuviera viviendo lo que estoy viviendo, pero esto es real. El rey Lucian está frente a mí y acabo de decirle que acepto ser su esposa.Sorin nos declara marido y mujer, se supone que ahora viene la parte del beso. Mi cuerpo se paraliza, estoy tan tensionada que creo que no podré moverme.Lucian es casi el doble de alto de lo que soy yo, así que tengo que obligarme a mirarlo hacia arriba. No concibo la idea de cómo se supone que debo besar a esta bestia; cierro los ojos, esperando simplemente sentir su hocico sobre mi cara, pero, para mi sorpresa, eso no sucede.En cambio, Lucian toma mi mano con sus garras y me hace voltear hacia los súbditos que nos observan.Todos los lobos se hincan ante él y ante mí. Ahora estamos oficialmente casados, pero yo no me siento como su esposa, sino como una esclava más.En la tarde mientras me arreglaban para el peor día de mi vida, Rhea trató de
Lucian Ahora mismo la rabia invade cada fibra de mi ser. ¿Cómo pude ser tan ingenuo? ¿Será que estoy comenzando a perder poder y respeto? Un maldit0 e insignificante Alfa se atrevió a meterme gato por liebre y ahora estoy atascado y casado con una loba que no puede convertirse. Llego hasta mi habitación, por la ira soy incapaz de controlar mi fuerza, termino azotando la puerta con violencia y esta se astilla, Un enorme hueco queda en donde se supone que debería estar el cerrojo. A los pocos segundos Sorin se aparece, su expresión atónita y consternada me indica que debo verme mucho más aterrador que de costumbre. —Amo Lucian, ¿qué pasó? ¿La chica lo rechazó? —No, yo la rechacé a ella. Ahora Sorin enarca una ceja, está confundido y no lo culpo, mi humor es tan cambiante como las fases de la luna. —¿La rechazó? No lo entiendo, mi señor, se acaba de casar con ella. —Pasa que debí hacerte caso. No solo es una loba débil, es que ni siquiera puede convertirse en una. —¿Qué? —pregunt
AlinaMi cuerpo está paralizado mientras veo a Lucian luchar contra los vampiros que hace un momento estaban a punto de acabar con mi vida. El shock del momento y la adrenalina que fluye a tope por mis venas impide que me desmaye en este preciso segundo.Por un momento creí que este sería el fin de mi vida; y quizá así sea, porque no sé qué es peor; ser atacada por los vampiros, o enfrentarme a la furia de Lucian cuando termine de luchar contra ellos; si es que sobrevive.Una pequeñísima parte de mí desearía que no lo hiciera, así me libraría de la atadura que nos une debido a su terquedad.Ni siquiera sé cómo es que llegué a este punto.Por mi mente pasan los momentos previos a este encuentro, como si de una película se tratase. Y es que todo ocurrió tan rápido que no he podido ni procesarlo.A los diez minutos de que Lucian me había dejado en la celda, Sorin apareció con una pequeña vela y me abrió la puerta.—Niña, salga de ahí, se va a congelar de frío —me dijo.Le hice caso porqu
AlinaLlevo todo el día recorriendo los pasillos del castillo. El lugar no parece tan aterrador como lo vi en un principio, de hecho, es amplio y luminoso. La decoración gótica que lo adorna le da un aire señorial muy elegante, es evidente que tiene muchos siglos construido, aun así, sus paredes se mantienen firmes.Los lobos del castillo son mil veces más amables de lo que era mi antigua manada, me siento muy bien estando aquí, a pesar de cómo inició todo, este lugar no es tan malo como parece.Sin embargo, hay algo que ronda mi mente desde que me lo dijo Rhea, y es que no puedo dejar de pensar en la torre más alta, la que está prohibida para todos, excepto para el rey.Mi imaginación vuela alto, pensando en las mil cosas que podría estar ocultando allí. ¿Qué gran secreto podría esconder Lucian como para prohibir su completo acceso a ese lugar?La noche llega bastante pronto, y la luna llena se alza en el cielo nocturno que se encuentra despejado. Agradezco que él no se encuentre aqu
LucianEs curiosa la manera en la que Alina Kindred ha comenzado a desestabilizar todo en mi reino y en mi cabeza.Jamás en mi vida había arriesgado mi propio pellejo por salvar a otra persona, ni siquiera a los de mi manada, pero ella, una loba que no puede transformarse, de pronto me importa lo suficiente como para detener mi venganza e ir a su rescate.He de admitir que fue algo muy estúpido. Estaba tan molesto por el engaño que bien pude haberla dejado morir, pero no pude hacer eso. Tenía que salvarla, aunque eso me metiese en problemas con el Príncipe Vampiro.Luego de que la dejé en el castillo en una habitación cómoda y bajo los cuidados de Sorin y Rhea, fui directamente a hablar con Valard, el Príncipe vampiro. Por supuesto que mi irrupción en su territorio le molestó, había matado a cuatro de los cinco, pues uno de ellos consiguió sobrevivir.Cuando le expliqué que lo hice para salvar a mi nueva reina, Valard se mostró comprensivo, aunque por supuesto, no lo iba a dejar pasar
Alina—Acompáñeme señorita Alina —me dice Sorin cuando ve que no me muevo del lugar.Haber encontrado ese invernadero me puso muy feliz, pero fue una decepción saber que ya no funcionaba. Me quedo mirando hacia allí un poco más, hasta que Sorin posa suavemente una mano sobre mi hombro.—¿Es necesario regresar ya?—Me temo que sí, será mejor prepararla antes de que conozca a Circe.Lucian me dijo que era su consejera, pero la forma en la que se fue y me dejó para ir corriendo a atenderla fue… no lo sé. No estoy segura si eso me agradó del todo.—Está bien.Entramos al castillo por una puerta diferente, Sorin me hace subir a toda prisa las escaleras, sin embargo, eso no evita que escuche ligeramente las voces de Lucian y quien supongo, es Circe.Desde aquí no alcanzo a oír con exactitud lo que dicen, pero por el tono, no parece una conversación tranquila.—¿Hay algún problema con la consejera? —pregunto cuando ya estamos arriba.Sorin me abre la puerta de la habitación para que pase pri