Alina
La luz chispeante de la vela a mi lado crea la atmosfera perfecta mientras escribo esta carta de despedida. Quisiera decir que me causa nostalgia tener que abandonar a mi manada y esta tierra, pero la verdad es que no.
Cuando creces siendo despreciada por todos, incluso por tu propio padre y Alfa de la manada, lo único que deseas es poder huir, ser libre y, aunque eso me condene a ser una loba solitaria, lo prefiero mil veces a seguir soportando sus humillaciones.
Termino de trazar la última palabra en la carta, un suave y delicado “adiós para siempre”, ahora que estoy segura de que me fugaré con mi amado Beta.
Él es el único que me ha demostrado algo de cariño y compasión, es el único al que no le ha importado lo defectuoso de mi condición. Por eso estoy más que segura de lo que voy a hacer, huiré, me refugiaré en las manadas del sur si es que me aceptan, o si no, vagaré junto a él hasta las tierras más allá del sol, ¿quién sabe? Quizá descubra algo nuevo para mí, en un lugar donde sí pueda encajar.
Doblo bien el pedazo de papel y lo guardo en un sobre color crema, luego le pongo un sello rojo, el característico de la manada Kindred y lo dejo estratégicamente sobre la mesa para que sea lo primero que mire al entrar a la habitación.
Pliso mi vestido de color rojo vino y me miro en el espejo una última vez. Quiero verme bien para mi Beta.
De pronto escucho un ligero bullicio afuera, corro a asomarme por la ventana para ver de qué se trata. La manada parece agitada, los lobos de mi padre corren de aquí para allá llevando troncos de madera, antorchas y flores blancas. ¿Qué está sucediendo ahí?
Desde el balcón nadie se percata de mi presencia. Entonces veo a la distancia una gran consorte real. El emblema en los banderines que portan los lobos escoltas del rey me deja claro que no se trata de ninguna broma.
Uno de los hombres se baja del caballo y camina hasta mi padre, a su vez, le entrega una especie de invitación. Mi padre le hace una reverencia y el hombre del rey se va.
Lo que sea parece importante, así que me decido a bajar antes de largarme de aquí para siempre; no vaya a ser que sea algo que requiera aún de mi presencia aquí.
Cuando llego abajo ya mi padre está enseñándole la invitación a mi insoportable hermanastra. Y es que él se había vuelto a casar con otra mujer loba después de la muerte de mi madre, y con ella tuvo una hija.
Fue el Alfa más feliz cuando vio que su nueva hija sí que podía convertirse en loba, y no como yo.
—¡Manada, reúnanse! —anuncia con su imponente voz.
Todos los lobos nos acercamos en un círculo a su alrededor, aunque, por supuesto, como siempre, yo quedo excluida.
—¿De qué se trata Alfa Thorne?
—La escolta del mismísimo rey Lucian Wolsfbane ha venido a anunciarme que esta noche habrá una fiesta en su honor. Todos debemos asistir, así que dejaremos los preparativos de la boda de Nyssa con Ulric para después.
Siento que todo mi mundo se viene abajo al escuchar el nombre que acaba de pronunciar. ¿Ulric? No, eso no puede ser. No puede estarse refiriendo al mismo lobo.
Mi corazón late acelerado y una creciente angustia se anida en mi pecho. Esto tiene que ser una equivocación.
Los lobos se dispersan, pero yo me quedo de pie ahí como una tonta. Avanzo hasta mi padre, mi hermanastra todavía sigue ahí a su lado con una sonrisa de suficiencia.
—¿Qué has dicho? —pregunto con un hilo de voz.
—Alina, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Acaso te he permitido salir de la habitación? —cuestiona el Alfa con desdén.
—¿Nyssa va a casarse con Ulric? ¿Cómo pasó eso? —cuestiono, ignorando su pregunta inicial.
Mi padre, el Alfa de la manada, levanta una mano para golpearme. He desobedecido su orden directa y ahora mismo, ignorar su pregunta es un claro desafío.
Sin embargo y para mi sorpresa, mi hermanastra interfiere para que no lo haga.
—Espera, padre. No la lastimes esta noche. Al menos debe verse medianamente presentable para el rey —le dice con una sonrisa.
—Tienes razón Nyssa, como siempre, pensando en el bien de la manada. —Acaricia su mejilla con ternura, luego voltea a mirarme con severidad—. Vuelve a tu cueva, y quédate ahí hasta que te ordene salir, ¿entendiste? Irás en calidad de sirviente para la manada.
Se da media vuelta y regresa a sus asuntos. Aprieto los puños sintiéndome furiosa y dolida. Es increíble que ni siquiera el día que decido escapar, el destino me permita poder hacerlo.
Derramo un par de lágrimas y regreso a toda prisa a mi habitación. Sin darme cuenta, Nyssa me ha seguido. Intento cerrar la puerta, pero ella la detiene.
—Debes estar muy sorprendida de mi matrimonio con Ulric —comenta de forma casual mientras admira sus uñas afiladas.
Levanto la mirada y ella las esconde enseguida.
—¿Qué le has hecho? Él nunca se casaría contigo.
—¿Y por qué no? Soy la Beta más poderosa de esta manada, y él, el Beta más poderoso de la suya. Unirnos hará que seamos más fuertes, tendremos más miembros y así el señorío de mi padre crecerá.
—Nuestro padre.
—¡Ja! —exclama burlándose—. Sabes que es más mío que tuyo. Pero, todavía no respondes mi pregunta.
Me quedo callada, obviamente no puedo decírselo, porque se supone que nadie sabe lo que hay entre Ulric y yo.
—Eso no pasará —aseguro.
Nyssa se echa a reír y dirige su vista hacia la carta. Enseguida agarra el pedazo de papel sin mi permiso y la abre.
—¡Dame eso!
Por mucho que intento recuperarla, no puedo, ella es más fuerte, más ágil y poderosa que yo. Nyssa lee la carta y empieza a carcajearse de la risa.
—¡Ay, no, no! No puedo creerlo —dice doblada en dos—. ¿De verdad creíste que Ulric huiría contigo? ¿Quién querría dejar su manada solo para huir con una loba defectuosa como tú? ¿Qué podrías ofrecerle a él? Ni siquiera puedes convertirte, no me hagas reír.
Nyssa rompe la carta delante de mis ojos.
—¡No! —chillo.
Ella esparce los pedazos de papel en el suelo sin importarle pisotear mi orgullo.
—Ya sabía que te traías algo con Ulric. No fue nada difícil seducirlo ante la luna para que se uniera a mí. Ahora yo soy su pareja, y me casaré con él solo para hacerte la vida más infeliz.
Trato de contener las lágrimas, mas, sé que no soy capaz. Nyssa jamás se cansará de humillarme.
Sale de la habitación dejándome hecha un mar de lágrimas. No podré huir, nunca podré escapar de este infierno y de la vida que me tocó.
Me asomo al balcón y miro hacia la luna, todavía faltan unas cuantas noches para que esté llena. Aun así, eso no me serviría de nada, pues ni siquiera con su influjo puedo convertirme en lo que se supone que soy: una mujer loba.
Las horas pasan y llega el momento de asistir a la fiesta que han preparado para el rey. Nunca lo he visto, de hecho, creo que casi nadie, pero sí que he escuchado muchas cosas sobre él. Lucian es un hombre lobo aterrador.
Las leyendas cuentan que siempre mantiene su forma bestial para asustar a sus enemigos, o a cualquiera que ose desafiarlo. Solo de pensarlo, mi cuerpo se estremece.
No deseo ir a esa fiesta, ni tener que conocer a ese rey despiadado del que todos hablan y al que debemos rendirle pleitesía, pero no me queda otra opción.
Mi padre me obliga a salir de la habitación portando un vestido que demuestra mi servidumbre, junto a los otros omegas, vamos detrás de la manada, al final, como escoria.
La gran mansión del rey tiene las luces encendidas, aunque la mayoría del tiempo suele estar a oscuras, pues no vive en esta parte del reino. Mientras entramos, escucho cuchichear a los demás lobos de otras manadas.
Aparentemente el rey ha venido a conseguir nuevas adquisiciones. En otras palabras, más esclavos que le sirvan en su palacio en Dunwic.
Mantengo la mirada gacha a medida que avanzo por el gran salón. Está muy bien iluminado, los ventanales enormes con mosaicos decorados en la parte de arriba le dan un aire místico y elegante al lugar. Al fondo hay un gran trono con apliques que parecen de oro y un suave acolchado de terciopelo negro, pero el rey no está ahí.
Los invitados se dispersan, conversando y conviviendo con miembros de otras manadas, excepto nosotros los omegas, que somos relegados a la cocina para comenzar a servir a los demás.
Unos minutos después, la suave música del salón queda en silencio y todos los Alfas de las manadas se ponen al frente para recibir al gran rey.
Se supone que debo mantener la cabeza gacha, pero la curiosidad me impulsa a levantarla y mirar. Desde la puerta que se encuentra en la esquina del gran salón, se asoma una silueta de al menos dos metros. Grande, imponente y jodidamente bestial, el rey Lucian Wolfsbane hace acto de presencia.
Su cuerpo es totalmente el de un hombre lobo convertido. Camina en sus dos pies, lentamente a medida que mis ojos lo recorren, siento un gran escalofrío en mi espalda. Sus brazos ligeramente peludos terminan en esas garras amenazantes que serían capaces de destrozar mi cuello solo con un zarpazo. Lleva el pecho descubierto dejando ver una fina capa de pelaje entre negro y plateado, y unos pectorales muy bien definidos y marcados. Pero el impacto más grande me lo llevo al ver su rostro.
Sus ojos rojos como la sangre y ese aspecto de lobo me dejan sin aliento. Sin querer ahogo un pequeño grito, su presencia es tan imponente que casi me hace querer correr, mis piernas tiemblan sin que lo pueda evitar.
Todo deja de cobrar sentido cuando sus ojos se posan sobre mí. ¡Maldición! Me ha escuchado, se ha dado cuenta de que lo estoy mirando.
Trago en seco y me apresuro a agachar la mirada rogándole al cielo que solo me ignore y ya.
—Bienvenido Rey Alfa Lucian —saludan los Alfas de las manadas y le hacen una reverencia—. Esperamos que se sienta complacido con su estancia aquí.
El rey no contesta, en lugar de eso, se abre paso entre los lobos, que de inmediato se hacen a un lado para dejarle el camino libre. Mis piernas tiemblan con más insistencia, pues escucho claramente sus pasos hasta mí. No levanto la mirada a pesar de que sé que estoy en problemas.
—¿De quién es esta loba? —pregunta.
¡Dios mío! Su voz es tan grave e imponente que hace vibrar cada hueso de mi cuerpo. Solo escucharlo hablar me hace querer hincarme a sus pies.
—Es mía, Alfa Lucian, ¿lo ha ofendido de alguna manera? —se apresura a decir mi padre.
—Debería enseñarles a sus omegas a no levantar la cabeza en presencia del rey.
—Mil disculpas Alfa Lucian, de inmediato la castigaré para que aprenda —afirma. Mi padre me sujeta del brazo, pero entonces, para sorpresa de todos, el Alfa lo detiene.
—No es necesario, por esta noche, me siento generoso.
De pronto siento su garra en mi barbilla, me obliga a levantar la cabeza y mirarlo. Hay un ligero destello en sus ojos, pero no puedo determinar qué es. A pesar de su apariencia bestial, el rey Lucian se ve increíblemente atractivo. Paso saliva y le mantengo la mirada hasta que me suelta.
Me parece ver una ligera sonrisa en su expresión, sin embargo, rápidamente se da la vuelta y regresa hasta el fondo del salón, donde toma asiento en su trono.
—Que inicie la fiesta.
Lucian —Mi señor, es hora de salir a recibir a los invitados. Le respondo a mi lacayo con un gruñido. De ser por mí, no habría venido a esta ridícula fiesta, pero los lobos Alfa del pueblo de Grimstan insistieron, no pude negarme. El lobo me mira con temor, agacha la cabeza y se aleja en silencio. Este es mi día a día, es mi condena, que todos me miren como si estuviera a punto de arrancarles la cabeza; y quizá no estén tan equivocados, a veces eso es todo lo que quiero hacer. Sorin, el viejo lobo de la manada y también mi Beta más cercano, camina hasta quedar frente a mí; es el único que se atreve a hacerlo sin que le tiemble la voz. —Alfa Lucian, entre más lo demore, peor será, mejor apresurémonos, así podremos regresar a Dunwic más pronto. —Muy bien, terminemos con esto. —Oh, y trate de ser más amable, quizá aquí pueda encontrar a una esposa. Vuelvo a gruñirle con fastidio. Ya me he resignado, ninguna mujer loba es lo suficientemente fuerte como para aguantar mi presencia,
Alina ¿Qué acaba de pasar? Estoy temblando, mi mente no puede procesar todo lo que acabo de escuchar. ¿Cómo es que, de un momento a otro, mi padre me ha regalado al gran rey Alfa Lucian? Esto no está pasando, es una pesadilla. El lobo al que él acaba de llamar Sorin se acerca a mí y me toma de los hombros para empujarme hacia otra habitación de la mansión. Los demás lobos solo se quedan como espectadores, mirando cómo me llevan hacia lo que probablemente, será mi perdición. Lloro sin darme cuenta, no quiero irme con el rey, yo lo que quiero es huir de este lugar, no terminar siendo la esclava de un hombre lobo tan soberbio y despiadado que se niega a mostrar su forma humana solo para mantenernos aterrorizados. Sorin cierra la puerta tras nosotros, ahora estamos en un pasillo oscuro, solo iluminado por la tenue luz de la luna creciente que está en el cielo. Las nubes pasan sobre ella y la ocultan, dejando una penumbra que me hiela la sangre. Me conduce en silencio hasta otra hab
LucianNo es posible que otra vez me suceda lo mismo. Esta loba osa rechazarme como lo han hecho muchas otras antes que ella, pero me niego a dejar que sea lo mismo en un maldit0 ciclo sin fin, ¡ella será mía, aunque no quiera!Alina me mira con el labio tembloroso y los ojos a punto de desbordarse en lágrimas. La expresión en su rostro es de puro miedo, e incluso podría decir que algo de desprecio.—¡No puedes obligarme! —espeta luego de un par de segundos en silencio.Estoy consternado por su nivel de osadía, nunca una loba, ni nadie en realidad, me había hablado de esa manera. Normalmente suplican que las mate, o me piden hacerlas mis esclavas, pero nunca, mi esposa.—Claro que puedo, yo soy el rey de esta tierra, eres una súbdita y estás bajo mi mando, soy tu Alfa y me debes obediencia —respondo con severidad. La intensidad de mi mirada y el gruñido que sale de mi garganta por fin la hacen flaquear.Alina agacha la cabeza y aprieta los puños con fiereza. Suspira profundamente y en
AlinaSiento mis oídos zumbando, todo a mi alrededor es como una especie de pesadilla borrosa, como si no estuviera viviendo lo que estoy viviendo, pero esto es real. El rey Lucian está frente a mí y acabo de decirle que acepto ser su esposa.Sorin nos declara marido y mujer, se supone que ahora viene la parte del beso. Mi cuerpo se paraliza, estoy tan tensionada que creo que no podré moverme.Lucian es casi el doble de alto de lo que soy yo, así que tengo que obligarme a mirarlo hacia arriba. No concibo la idea de cómo se supone que debo besar a esta bestia; cierro los ojos, esperando simplemente sentir su hocico sobre mi cara, pero, para mi sorpresa, eso no sucede.En cambio, Lucian toma mi mano con sus garras y me hace voltear hacia los súbditos que nos observan.Todos los lobos se hincan ante él y ante mí. Ahora estamos oficialmente casados, pero yo no me siento como su esposa, sino como una esclava más.En la tarde mientras me arreglaban para el peor día de mi vida, Rhea trató de
Lucian Ahora mismo la rabia invade cada fibra de mi ser. ¿Cómo pude ser tan ingenuo? ¿Será que estoy comenzando a perder poder y respeto? Un maldit0 e insignificante Alfa se atrevió a meterme gato por liebre y ahora estoy atascado y casado con una loba que no puede convertirse. Llego hasta mi habitación, por la ira soy incapaz de controlar mi fuerza, termino azotando la puerta con violencia y esta se astilla, Un enorme hueco queda en donde se supone que debería estar el cerrojo. A los pocos segundos Sorin se aparece, su expresión atónita y consternada me indica que debo verme mucho más aterrador que de costumbre. —Amo Lucian, ¿qué pasó? ¿La chica lo rechazó? —No, yo la rechacé a ella. Ahora Sorin enarca una ceja, está confundido y no lo culpo, mi humor es tan cambiante como las fases de la luna. —¿La rechazó? No lo entiendo, mi señor, se acaba de casar con ella. —Pasa que debí hacerte caso. No solo es una loba débil, es que ni siquiera puede convertirse en una. —¿Qué? —pregunt
AlinaMi cuerpo está paralizado mientras veo a Lucian luchar contra los vampiros que hace un momento estaban a punto de acabar con mi vida. El shock del momento y la adrenalina que fluye a tope por mis venas impide que me desmaye en este preciso segundo.Por un momento creí que este sería el fin de mi vida; y quizá así sea, porque no sé qué es peor; ser atacada por los vampiros, o enfrentarme a la furia de Lucian cuando termine de luchar contra ellos; si es que sobrevive.Una pequeñísima parte de mí desearía que no lo hiciera, así me libraría de la atadura que nos une debido a su terquedad.Ni siquiera sé cómo es que llegué a este punto.Por mi mente pasan los momentos previos a este encuentro, como si de una película se tratase. Y es que todo ocurrió tan rápido que no he podido ni procesarlo.A los diez minutos de que Lucian me había dejado en la celda, Sorin apareció con una pequeña vela y me abrió la puerta.—Niña, salga de ahí, se va a congelar de frío —me dijo.Le hice caso porqu
AlinaLlevo todo el día recorriendo los pasillos del castillo. El lugar no parece tan aterrador como lo vi en un principio, de hecho, es amplio y luminoso. La decoración gótica que lo adorna le da un aire señorial muy elegante, es evidente que tiene muchos siglos construido, aun así, sus paredes se mantienen firmes.Los lobos del castillo son mil veces más amables de lo que era mi antigua manada, me siento muy bien estando aquí, a pesar de cómo inició todo, este lugar no es tan malo como parece.Sin embargo, hay algo que ronda mi mente desde que me lo dijo Rhea, y es que no puedo dejar de pensar en la torre más alta, la que está prohibida para todos, excepto para el rey.Mi imaginación vuela alto, pensando en las mil cosas que podría estar ocultando allí. ¿Qué gran secreto podría esconder Lucian como para prohibir su completo acceso a ese lugar?La noche llega bastante pronto, y la luna llena se alza en el cielo nocturno que se encuentra despejado. Agradezco que él no se encuentre aqu
LucianEs curiosa la manera en la que Alina Kindred ha comenzado a desestabilizar todo en mi reino y en mi cabeza.Jamás en mi vida había arriesgado mi propio pellejo por salvar a otra persona, ni siquiera a los de mi manada, pero ella, una loba que no puede transformarse, de pronto me importa lo suficiente como para detener mi venganza e ir a su rescate.He de admitir que fue algo muy estúpido. Estaba tan molesto por el engaño que bien pude haberla dejado morir, pero no pude hacer eso. Tenía que salvarla, aunque eso me metiese en problemas con el Príncipe Vampiro.Luego de que la dejé en el castillo en una habitación cómoda y bajo los cuidados de Sorin y Rhea, fui directamente a hablar con Valard, el Príncipe vampiro. Por supuesto que mi irrupción en su territorio le molestó, había matado a cuatro de los cinco, pues uno de ellos consiguió sobrevivir.Cuando le expliqué que lo hice para salvar a mi nueva reina, Valard se mostró comprensivo, aunque por supuesto, no lo iba a dejar pasar