Inicio / Fantasía / Rechazada: La mujer del alfa / 3. Hermandad de los rechazados
3. Hermandad de los rechazados

Axel dejó salir el humo entre sus labios mirando el nuevo amanecer que la vida le estaba dando. Es un mafioso que se ha sabido mantener, vivió tantas precariedades en el pasado que en ese momento todo lo que tenía enfrente parecía fantasía. 

Fue adoptado por un mafioso al igual que otros lobos que fueron abandonados y tenían diferentes historias que contar. Él se volvió alguien frío y calculador que se ganó algo más que dinero. 

Su nombre resuena en todos lados y su apellido adoptivo es sinónimo de poder. 

— Hermanito —dijo su hermana adoptiva—. ¿Cómo te trata la vida en este bello y hermoso día?

— Todo va bien —dijo sin mirarla—. ¿También te llamó el anciano?

— Sí —respondió pasándole un vaso de Whiskey—. Supongo que ya es hora —dijo Astrid, ladeando la cabeza—, y pensar que nosotros pudimos haber tenido tanto en el pasado y ahora seremos los putos reyes.

— Tú eres una reina, mi pequeña hermana —Axel pellizcó su nariz—. ¿En dónde se encuentran los demás? ¿Sabes algo de ellos?

— Creo que andan por la cocina molestando a las sirvientas —Astrid se puso a su lado—. Hace años éramos desconocidos, ahora somos dueños de todo lo que vemos delante de nosotros.

— Así es —el mayor ladeó un poco la cabeza—. ¿Tienes idea de las reglas que nos pondrá nuestro padre?

— No, a lo mejor diga un par de cosas, pero no considero que sean extremas —suspiró imitando su acción—. Regresaremos a los lugares de donde nos echaron, nos humillaron y por último; hicieron que nuestros nombres se quedaran marcados por el olvido.

— Por suerte apareció nuestro padre y ahora somos esto que estás viendo ahora —levantó su vaso, en señal de brindis—. ¿Qué tal si nuestro padre nos manda a otros lares? ¿Lo aceptarás?

— De ese hombre acepto cualquier cosa —rio, negando con la cabeza—. Nuestro padre nunca nos perdonará si hacemos algo que no va de acuerdo a la mafia y sabes lo que les pasó a sus otros hijos.

— Con nosotros no será así —su hermano Dominick hizo acto de presencia—. Buenos días, seres inmortales —saludó—. Andan bebiendo solos y eso no es para nada bonito.

— Lo dice el hombre que pasaba sus años en la universidad cogiéndose a jovencitas mucho menores que él —se burló—. No me hagas reír.

— Al menos lo intenté —Dominick levantó una botella de alcohol—. ¿Seguimos con la fiesta o esperamos al anciano?

— Será mejor que no sigan bebiendo —su hermano Klaus llegó de repente—. Ese hombre nos hará matarnos, luego si sabe que andamos bebiendo a sus espaldas —puso el vaso para que Dominick le diera un poco—. Sin embargo, siento que hoy no será el mejor día de todos. ¿O me equivoco?

— Tienes toda la razón —dijo Bruno, el último de sus hermanos—. Buenos días, alcohólicos.

— Llegó la madre Teresa de Calcuta —dijo Astrid—. Mejor me voy a otro lado, antes de que se me peguen sus bichos.

— No te vayas todavía, Astrid —dijo Axel, tomando el brazo de su hermana—. Muy pocas veces estamos juntos los cinco, será mejor que tomemos las cosas con calma, esperemos a ver qué nos dice el anciano y luego decidimos si seguimos con esto. ¿Estamos?

— Lo dices como si fuera la cosa más fácil de todas —dijo su hermana, mirándolo de arriba hacia abajo—. Ninguno de los cinco tenemos idea de lo que dirá papá. ¿Saben lo que eso significa?

— Que ya es hora de cobrar venganza —dijo Bruno, encogiéndose de hombros—. Han pasado más de veinte años desde que llegamos a Italia en busca de entrenamiento, hemos hecho que nuestro apellido tenga peso en cualquier parte del mundo, sin embargo, estamos destinados a no poder escapar de nuestros destinos.

— Somos alfas que fuimos moldeados para matar sin compasión —dijo Dominick, riendo sin humor—. Supongo que es hora de que pongamos las cosas en claro. ¿No?

— Toda la razón —dijo Axel, volviendo su vista a la ciudad—. Somos esto que están viendo todos ahora mismo, pero, ¿estamos listos para tomar el mando?

— Sí —respondieron sus otros hermanos.

— Entonces tenemos que ir con el anciano. Demostrarle que somos mejores que esos bastardos que fueron sus hijos en el pasado y vamos a dejar las cosas en claro desde este momento —le dio un largo sorbo a su bebida, luego les indicó a sus hermanos con la cabeza que era momento de irse.

Salieron en fila india con sus bebidas en manos, todos caminaron con la frente en alto hasta la sala de reuniones en dónde su padre ya los estaba esperando. 

En cada asiento se encontraban sus nombres, al igual que carpetas que se veían llamativas.

≪ Es el momento de la verdad ≫

— Siéntense —ordenó su padre—. Comencemos con la última prueba de ustedes cinco —su padre se quedó un momento en silencio—. Han estado esperando esto durante veinte años, y es momento de que cobren las deudas que les dejó el pasado.

— ¿A cambio de qué? —preguntó Bruno, mirando la carpeta delante de él—. Esto que nos has dado durante los últimos años no es gratis, lo sabemos. No obstante, seguimos sin saber por qué nos has dado tantos lujos.

— En esas carpetas lo dice —dijo su padre tomando asiento en la cabeza de la mesa—. No hagan nada estúpido. Ahí están los lugares a los que irán para hacerse cargo de los negocios —todos tomaron las carpetas—. No se muestren sorprendidos, esto es lo que ustedes han estado buscando durante años. Regresar.

— ¿Por qué ahora? —preguntó Axel, abriendo la suya, y mirando las fotos de las dos personas que le hicieron tanto daño en el pasado—. ¿Es una broma todo esto?

— No, sigan viendo las fotos —ordenó.

Se miraron entre los cinco. 

Axel se quedó un momento mirando las fotos de esa hermosa mujer, nunca la olvidó y por alguna razón su sangre comenzó a hervir. Ella lo humilló hace tantos años por ser pobre, por querer darle una buena vida y sin imaginarse que las cosas que pasarían luego.

Su mente se quedó en blanco al ver una foto de una mujer idéntica a su primer amor, tuvo que ponerse a comparar las fotos que tenía antes de darse cuenta de que era su hija. Esos hijos de puta tuvieron una hija y él…

— Salgan todos menos Axel —dijo su padre—. Esperarán su turno, luego hablaremos.

Sus hermanos salieron, él se quedó mirando esas fotos y toda la información que había en esa carpeta. Ese maldito viejo supo desde el único como eran las cosas. Sin embargo, se quedó callado y no le comentó nada.

— ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Es divertido para ti todo esto?

— ¿Debía decirte que ellos tienen una familia y que son nuestros enemigos? —preguntó su padre, ladeando la cabeza hacia él—. Eres el mayor de tus hermanos, el mejor en esto y te daré la oportunidad de que vayas a Inglaterra a reclamar lo que por derecho te pertenece. Ya es cosa tuya si dejas que tus sentimientos sean más fuertes que tus metas y convicciones.

— ¿Desde cuándo sabes todo esto? —apuntó las fotos—. Dime.

— Desde el primer momento —Alek se puso de pie y miró a su hijo adoptivo con superioridad—. Eres mi hijo, Axel. Sin embargo, no has sufrido ni la cuarta parte de lo que han hecho tus hermanos —se sentó a su lado—. Irás al reino unido, serás el puto amo de todo y yo veré que lo hagas bien. No me defraudes, hijo. Porque sabes que no perdono si no hacen lo que les pido.

— ¿Mamá sabe que amenazas a tus hijos? —Alek tensó la mandíbula—. No le has dicho que mataste a tus otros hijos porque estos se enamoraron y no terminaron sus misiones. ¿Harás lo mismo con nosotros?

— Sí.

— Eres tan hijo de puta que no te importa hacerla enojar —observó las fotos—. Tuvieron una hija, algo que fue fruto de su amor y yo aquí estoy tratando de no entrar en pánico por culpa de ellos.

— Hablas de una forma que me agrada —puso una mano sobre su hombro—. No busques problemas, tendrás opciones para hacerte cargo del negocio familiar, aun así, quiero que mantengas la compostura.

— Lo haré, te sentirás orgulloso de mí —dijo sin mirarlo—. ¿Algo más que quieras decirme?

— Los que estaban antes que ustedes, no llegaron a tanto si acaso a unas cosas por encargo. No te pases de listo y termina con el trabajo y serás el dueño de todo eso.

— Entiendo —examinó la foto de la hija de esos dos—. Dieciocho años, y solo está ella ahí. 

— La sobreprotegen tanto que no saben nada sobre sus dones —Alek dijo, apuntando a la información—. Esa niña vale mucho, si la tienes contigo, te aseguro que vas a poder lograr todo lo que quieras.

— Aquí dice que no sabe nada de sus orígenes…

— ¿Desde cuándo los Melek salen a las calles y no son asesinados?

— Desde que estos dos la mantienen oculta para que no sea llevada al mercado negro —su padre pasó las hojas—. Quiero que mantengas la frente en alto, si tienes que matar a sus padres, lo haces. Aun así, quiero que no te olvides de tu objetivo y para qué fuiste moldeado.

— Lo sé, no te voy a defraudar.

— Bien, dile a Bruno que entre.

Asintió, se puso de pie y salió de la habitación, le indicó a su hermano que podía entrar y este de esta forma lo hizo.

 No se despidió de ninguno de ellos, puesto que si lo hacían, estarían en su lecho de muerte y ese no sería el caso. 

Fue a su casa, con la cabeza fría y contó hasta diez antes de tomar asiento en el sofá y pasarse una mano por el rostro. 

— Esos hijos de puta tuvieron una hija —apretó el puño, y pasó la hoja—. ¿Qué diablos? —tuvo que pestañear varias veces antes de que hubiera otra más—. Esto no tiene sentido. Dos hijas, y de la única que se sabe información es de la mayor.

Debía pensar bien las cosas, que no se salgan de control y menos de sus manos. Tenía dos misiones las cuales debía cumplir, una de ellas eran las órdenes que le dejó su padre y la otra era su propia venganza, si moría en el intento, valía la pena.

Al día siguiente, un avión privado lo esperaba al igual que a sus otros hermanos. Se dieron una última mirada, antes de que cada uno partiera a su destino. 

Londres, la ciudad que alguna vez fue suya en sus años de juventud y que iba a regresar simplemente para completar la misión de su padre y para cobrar venganza por sus propias manos.

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo