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5. Ni Dios podrá salvarte

Su padre dejó en claro lo que él tenía que hacer, el trabajo a conseguir y con quienes relacionarse. Nada debía salirse de la línea o su cabeza iba a rodar. Esa casa fue construida especialmente para él, ya que su padre no tenía nada que ver en sus gustos y esperaba que no hubiera cámaras por ahí, porque en verdad lo iba a matar. 

Desde que llegó todo fue negocios, y más negocios. No se esperó a que su padre dejara tantas cosas sueltas para que él las limpiara, sin lugar a dudas, sería muy interesante todo en esa ciudad. 

— Señor —uno de sus empleados llegó de imprevisto con un dispositivo y le mostró unas fotos—. Hemos encontrado a la persona que buscaba — A ver —había hasta videos de esa persona y su familia—. Puedes retirarte. De paso les dices a los chicos que saldremos a dar una vuelta esta noche, que preparen todo.

— Como ordene, señor —asintió el hombre retirándose.

Axel se quedó mirando la foto de ese pequeño ser, que sin lugar a dudas sería interesante de usar para sus planes. Caminó hacia la salida de la bodega, luego de terminar el trabajo, y le indicó al chofer que fueran a un restaurante cercano para cenar, puesto que no deseaba comer nada en casa. Con un enorme suspiro, se sentó en la mesa más alejada, en dónde podía ver lo que pasaba.

Su llegada a esa ciudad era digna de una película y era como si el mismo Hades estuviera de su lado, puesto que vio a la hija de su primer amor entrar con un chico de su edad al local. 

Sin duda alguna era un ángel, demasiado hermosa, su olor era exquisito y ella estaba ahí sin saber lo que realmente era. Con un mocoso que se veía demasiado interesado en meterse entre sus piernas que estar al pendiente de la conversación que ella tenía.

— Nuestros padres quieren que nos casemos —escuchó decirle al chico—. ¿Tú quieres casarte?

— No —respondió la chica mirándolo incómoda—. Es muy pronto para casarnos, eso del matrimonio arreglado no va conmigo y lo siento.

— Eso pensé —dijo el chico, poniendo su mano sobre la pierna de la chica—. Eres muy hermosa, llamas mucho la atención de las personas y eso me agrada.

— Tienes razón —el chico se acercó un poco más a ella—, pero eso no quita que podamos divertirnos, ¿no?

— Eso es…

— Algo bueno, no tienes que ponerte tímida conmigo —dijo el chico poniendo su mano sobre la de ella—. ¿Por qué me tratas de ese modo, Sasha?

— Porque no quiero casarme, Joshua —respondió incómoda—. Yo… debo irme a otro lado, lo siento —intentó ponerse de pie, pero vio que el chico estaba más pendiente de llevársela a la cama, que de estar con ella—. Suéltame.

— No…

— Si la señorita le dijo que la dejara, debe hacerlo —Axel se metió, agarrándola del brazo—. Estos jóvenes de hoy en día lo único que buscan es tener sexo desde la primera cita.

— ¿Quién es usted? —preguntó Joshua poniéndose de pie y tomando su otro brazo—. ¡Suéltala!

— Soy su guardaespaldas —jaló con un poco más de fuerza a la chica—. Aléjate de ella en este preciso momento o mi puño irá a parar a tu rostro.

— Sasha no vino con nadie aquí…

— ¿Desde cuándo debo darte explicaciones? —la chica al fin pudo decir algo—. Mi familia siempre tiene a alguien cuidándome, y lamento decirte que no quiero ir contigo a ningún lado, por favor, dejemos esto aquí.

— Esto no se quedará así…

— Sí, lo que sea —dijo Axel, terminando de alejarlo de la chica.

Vio a ese intento de alfa salir del restaurante, luego su vista fue a parar al cuerpo de la chica que tenía enfrente. La ropa que tenía puesta no la favorecía mucho, y las fotos que había visto de ella en paños menores eran muy diferentes. Su cabello rizo, era como una esponja, largo hasta su trasero y cuando sus ojos lo miraron, no pudo evitar que una leve nostalgia se instalara en su rostro, era el mismo verde que lo enamoró hace veinte años.

— Gracias, señor…

— Mi nombre no es necesario en estos momentos —sonrió soltándola—. Vamos, te llevaré a tu casa.

— No es necesario que lo haga, puedo…

— Sasha… ¿Es tu nombre, no? —la chica asintió—. Es tarde, te llevaré a dónde quieras que lo hagas y luego podrás estar en tu bella casa.

La vio mirar a todos lados, antes de asentir.

Se cuestionó si era estúpida o confiada, ya que irse con alguien que no conocía era mucho. La llevó hasta su auto, dónde le abrió la puerta como todo un caballero y una vez que estuvo bien cerrada, contó hasta diez en su mente, puesto que esa chica estaba sobrepasando todos sus límites y él no quería cometer una locura en el proceso. Era la viva imagen de esa mujer que le arruinó la vida hace tantos años y él tenía que quedarse de brazos cruzados por el momento. 

Lo que le llamó la atención realmente, fue que no tenía ni una pizca de olor en su cuerpo, más que el de ser una omega común y corriente. Al ser un alfa de raza pura, le era fácil reconocer cualquier tipo de olor y ella no tenía por el momento nada que ver con los de un ángel.

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