Rashad.
Lealtad…
Era imposible negar que el impacto fue mortal. Frío, duro y seco, como si de cierta forma, los cristales se hubiesen insertado en mi cuerpo, y el golpe hubiese roto mis huesos.
Por un momento me quedé quieto mientras sentía como la corriente llevaba mi cuerpo de forma rápida e intentaba recuperarme. Intenté divisar algo en la profundidad, pero fue imposible, era de noche, el bravo caudal parecía más furioso que yo, y en nada ayudaba que siguiera sin respirar.
Sin embargo, una tela, extensa y larga, tocó varias veces mi rostro, y no dudé en tomar con fuerza un pedazo de esta, y halé con tanta fuerza, que, en un instante, un cuerpo vino a estrellarse conmigo.
Con potencia me empujé hacia arriba, y luego tomé una gran aspiración volviendo el respiro a mi cuerpo. Intenté acoplarme al caudal y
Rashad.Obsesión…Todo dentro de mí se hizo un caos. Intenté pasar por alto su mirada de angustia, traté de hacer mi mayor esfuerzo para reducir la conmoción que sus palabras y lo que sus ojos me estaban causando.Pero no pude…Había una mezcla de ira, de rabia y de esa sustancia extraña que cada vez se hacía más viva en mi cuerpo que provenía de Hadassa. Cada vez se hacía fuerte, e incluso se comparaba con lo que pude sentir por Malek cuando lo dejé aquella vez.Esta situación tibia que de alguna forma me creaba agonía, me hacía pensar diferente, y desequilibrarme al mismo tiempo, tomaba fuerza cuando esos ojos llenos de eso, desconocido, se clavaban en mí como una daga mortífera, pero que a la vez me daban otra especie de vida.El aliento literalmente quemó mi garganta y ese dolor en el pecho, en este punto ya era insoportable de sostener.—Cállate… —mi boca susurró de forma lenta, dolorosa y quebrada, pero esta mujer nunca tenía un límite, y yo nunca se lo colocaba.—Ya… estoy ente
Rashad. Estrategia… Las pesadillas fueron continuas…Durante toda la noche estuve observando con atención a Hadassa, mientras ella batallaba con la fiebre, el dolor y su vida. Su mano entrelazada conmigo era apretaba entre sus sueños y sus susurros constantes, además de sus movimientos imprevistos que la hacían aquejar todo el tiempo.Fue inevitable para mí no cabecear por la madrugada, este era como el tercer día sin que tuviera un descanso, y si lo pensaba bien, era mejor mantenerme despierto que caer en este desafío de la mente, que creaba escenarios que solo me ponían más tenso.Estaba en el momento más oscuro de la madrugada cuando pude escuchar unos toques bajos, pero insistentes en la puerta, y luego de que me despegué lentamente del cuerpo de Hadassa, caminé apresuradamente para que este ruido no la molestara.Faruk estaba allí.—Señor… es necesario que nos reunamos…Lo entendía.Los enemigos en este momento ya se debían estar debilitando ante la ausencia de nuestro encuentr
Rashad.Mia…—Señor… la señorita Hadassa ha preguntado por usted… incansables veces… —Apreté mis dientes, y seguí consumiendo de la bandeja que había sido presentada en mi habitación.Era de noche, de hecho, este era el último día en el que Babel tendría una paz absoluta, una que, incluso, dolía en los oídos.No había un pueblo presente, solo hombres que se preparaban para una batalla esperando que el sol tocara nuestro suelo glorioso. Había cierta incertidumbre en el aire, y ese sin sabor que se gestaba en la boca de mi estómago ante lo inminente.Había visitado a Hadassa estos días, por supuesto, pero no había querido estar presente cuando ella estuviera despierta. Necesitaba que mis sentidos estuvieron sujetos a mi ira por lo que se avecinaba, y tenerla cerca no era una opción, a pesar de que me moría de ganas por verla y tenerla conmigo.—¿Ella sigue recuperándose? —Pregunté hacia Ara que era la mujer que Hadassa prefería para su cuidado personal, y alzando el rostro la vi asentir
Rashad.Primera batalla…Terminé de colocarme la última prenda de mi atuendo, y deslicé las espadas tratando de no hacer ruido. Y luego de que estuve listo para salir, me detuve frente a la cama, solo para besar de forma lenta, la frente de Hadassa.Salí apresurado, y para mi mayor satisfacción, los generales estaban reunidos en el patio principal esperando las indicaciones de Faruk, y este último, mi presencia antes de que se abrieran las compuertas.No dije una sola palabra, estas sobraban en este punto, y luego me puse frente a las grandes compuertas que sellaban el castillo de Babel, esperando la orden de Faruk para que fueran abiertas.Lentamente, las puertas de metal y madera resonaron, y me monté en un caballo preparado para mí, posicionándome para inspeccionar todos los pelotones de afuera. Pero cuando los grandes portones me dieron accesibilidad, al exterior, solo pude soltar un aliento de triunfo, aunque ni siquiera había degollado al primer traidor.Eran muchos de los míos,
Rashad.Segunda batalla…Apenas amanecía, pero todos mis hombres estaban preparados con su armamento listo, mientras las compuertas seguían cerradas.Estaba justo detrás de ellas apretando mi espada, entre tanto, con mi otra mano sujetaba mi brazo oprimiéndolo un poco. La herida seca en mi brazo era molesta. Y la irritación en mi piel solo era el punto de declive para aumentar mi ansia por salir a eliminar todo lo que se obstruyera en mi paso.El sonido del hierro y la madera, ya conocido, solo hizo que inhalara bruscamente, para que a mis fosas nasales llegara todo tipo de olor desde el exterior.Podía divisar un área desierta, pero no por hombres muertos, sino por el silencio desolador que se respiraba.Me había encargado de dejar los hombres empalados a la vista, porque esto me serviría de bandera para mis enemigos. Solo los soldados babilonios fueron recogidos, y el resto de muertos, estaban esparcidos por todos los lugares donde pusiera mis ojos, mientras las moscas venían a posa
Rashad.Última batalla…Faruk había intentado levantarse cuando escuchó mi orden, pero fue imposible sostenerse en fuerzas, y literalmente lo obligué a recuperarse.Estaba fuera del palacio, mirando, y detallándolo todo, cuando Nabu, el segundo al mando del ejército de Babel, vino a posicionarse muy cerca de mí.—Están todos, mi amo… todos listos para ir a dar la mejor sorpresa a esos hombres muertos, que aún no saben que lo están…Sonreí ante su sadismo, porque si algo destacaba en Nabu, era esa sed por matar a cualquier persona que no perteneciera a mi reino, fuera culpable o no.Aun mi cuerpo vibraba, y aún podía sentir el sabor de los labios de Hadassa en mí.Levanté mi mirada hacia la multitud de hombres, y apretando la mandíbula di un grito ensordecedor.—¡Babel!—¡¡¡BABEL!!! —todos respondieron al unísono, y esperé que este grito llegara al valle.De cierta forma no quería una sorpresa, deseaba que se prepararan porque iba a dar hasta mi último aliento para que ningún traidor q
Rashad.Gran verdad…Detallé como Caleb enderezó su espalda, y por supuesto me dio la cara sin parpadear, pero los ojos de Hadassa en él, seguían suplicándome.—Golpeaste a tu hermana… y jodiste tu única oportunidad… —traté de hablar con calma, intentando contenerme todo lo que podía.—No quiero una maldita oportunidad… te pudrirás en el infierno de todas formas… —el hombre escupió las palabras con evidente rabia, mientras mi sonrisa se ensanchó hacía él.—Estoy seguro de que entrarás primero que yo… —me monté en el caballo y él se quedó mirando un poco esperanzado al ver que no lo llevaba conmigo, pero de un momento a otro, enredé sus cabellos en mi mano de forma segura, y golpeé el caballo para que comenzar a andar a paso mediano. Caleb comenzó a trotar al ritmo del animal, y yo le di inicio a mi venganza personal para con este hombre.Quebré su primer brazo mientras su grito perforó mis oídos, pero las filas de mis hombres no se inmutaron ante lo evidente.Alhamar iba amarrado al
Hadassa.Oculto… “Estoy seguro de que… nos uniremos de nuevo… estaremos juntos en esta vida, o en la otra… nunca pierdas la esperanza…”Un estruendo, parecido a varias vasijas caerse de forma repentina, hicieron que mi cuerpo saltara, mientras mis ojos intentaban abrirse pese al ardor en ellos.Había tomado suficiente del brebaje que Edom me había preparado para calmar un vómito intenso, y un dolor de cabeza que a últimas instancias estaban acabando con mi cordura.Tenía la bata manchada, y parte de mis brazos llenos de sangre seca, las rodillas raspadas y el cabello revuelto.En el momento en que me senté tomando mi frente bañada en sudor, sujeté mis costillas que aún dolían como el primer día, mientras divisé que Ara estaba recogiendo una bandeja del suelo de forma apresurada.Esto, sin duda alguna, es lo que me había despertado de golpe.—Lo siento, señorita Hadassa… me tropecé —Negué rápidamente hacia ella, pero no dije una palabra.Tenía la boca seca.Ella pudo notar como me apr