Capítulo 2
El ambiente en el salón se volvió tenso, como si una tormenta hubiera estallado de repente. Las risas y las conversaciones se desvanecieron, y todos parecían estar esperando que yo reaccionara. Pero no podía. Mis pensamientos estaban atrapados en un torbellino de emociones contradictorias. La florista, mi compañera, se sentó a un lado del alfa de la manada azul, sonriendo con una ligereza que me desgarraba el corazón. ¿Por qué había decidido estar tan cerca de él? ¿Era una forma de castigarme? La ira y la tristeza se mezclaban en mi interior, y cada vez que intentaba centrarme, la imagen de su mirada seria y decidida me asaltaba. —Hunter, ¿estás bien? —preguntó Jack, colocándose a mi lado con una expresión preocupada en el rostro. —No —respondí, incapaz de ocultar mi frustración. —No estoy bien. Se giró hacia donde estaba ella, su risa resonando como un eco en mi mente. —Deberías hablar con ella, aclarar las cosas. —¿Hablar? —repliqué, sintiendo cómo la rabia empezaba a burbujear en mi pecho. —¿Acaso no escuchaste lo que dijo? Quiere que me aleje. —Tal vez lo que realmente quiere es que te acerques, pero con honestidad. No puedes seguir huyendo de lo que sientes —dijo con tono firme. —No puedo hacerlo, Jack. Mi vida es un caos. No puedo darme ese lujo. Él abrió la boca para responder, pero en ese momento el alfa de la manada azul se puso de pie, llamando la atención de todos. —Mis amigos, agradezco la cálida bienvenida. Es un honor estar aquí esta noche —comenzó, mientras su mano se posaba sobre el respaldo de la silla donde estaba sentada mi compañera. —Quiero presentarles a mi hija, Amber, y su amiga, Nieves. Ellas son el futuro de nuestras manadas. Los murmullos de aprobación llenaron el salón, y mientras los demás aplaudían y sonreían, yo no podía apartar la vista de ella. Nieves, con su aire despreocupado, parecía disfrutar de la atención, mientras que en mi interior, una tormenta se desataba. —Hunter, escúchame —interrumpió Jack, sacándome de mis pensamientos. —La vida no se detiene solo porque eres rey. Tienes que enfrentar tus sentimientos. No puedes dejar que el miedo te controle. —¿Y si me rechaza? —pregunté, sintiendo la pesadez de su posible respuesta. —Entonces, al menos habrás tenido el valor de intentarlo. No puedes vivir en la sombra de lo que pudo ser. Las palabras de Jack resonaron en mi mente mientras observaba cómo Celeste reía y hablaba con los demás, su energía iluminando la habitación. Decidido a no dejar que el miedo me dominara, respiré profundamente y me dirigí hacia ella. A medida que me acercaba, las conversaciones se apagaron, y todos los ojos estaban fijos en mí. Sentí que el peso de la sala recayó sobre mis hombros, pero no me detuve. Al llegar a su lado, me detuve un momento, sintiendo que el tiempo se congelaba. —Nieves —comencé, sintiendo la voz un poco temblorosa. Ella giró la cabeza lentamente, sus ojos como dos faros que iluminaban la oscuridad que había en mi corazón. —Hunter —dijo con una mezcla de sorpresa y desdén. —¿Qué haces aquí? —Quiero hablar contigo —respondí con firmeza, sintiendo que cada palabra era un paso hacia la redención. —¿Sobre qué? —inquirió, cruzando los brazos. —Sobre nosotros. Lo que pasó hace dos años. No debí haberte dejado. No sé por qué lo hice, pero no puedo seguir ignorando lo que siento —dije, enfrentándola con la verdad que llevaba guardada tanto tiempo. Su expresión se suavizó por un instante, pero rápidamente volvió a endurecerse. —No tengo tiempo para tus excusas, Hunter. Ya no soy la chica que esperó por ti. —No estoy aquí para pedirte disculpas. Estoy aquí para ser honesto. Te he estado buscando en cada momento —respondí, sintiendo cómo mi corazón latía con intensidad. El silencio se instaló entre nosotros, y pude ver cómo su mirada cambiaba, como si un torrente de emociones estuviera luchando dentro de ella. —¿Y si no quiero que estés en mi vida? —desafió, pero su voz temblaba. —Entonces, tendré que respetarlo, pero necesitas saber que no puedo alejarme de ti tan fácilmente. Tienes un lugar en mi corazón que nunca nadie más podrá ocupar —dije, sintiendo que cada palabra era un acto de valentía. Me miró, y por un momento, vi una chispa de la conexión que habíamos compartido. Pero luego, su mirada se endureció nuevamente. —No puedo ser tu segunda opción, Hunter. Merecemos algo mejor. Con esas palabras, se levantó y se alejó de mí, dejando un vacío que nadie más podría llenar. Mientras observaba cómo se alejaba hacia el otro lado de la sala, comprendí que este sería el primer paso de un camino lleno de dificultades, pero estaba decidido a no darme por vencido. No podía seguir huyendo. Era hora de luchar por lo que realmente quería. Con cada latido de mi corazón, sabía que debía encontrar la manera de demostrarle que yo, Hunter, estaba listo para ser el compañero que siempre debí ser. El bullicio del salón se desvaneció en un murmullo distante mientras me quedaba parado, sintiendo que el tiempo se había detenido. La figura de Nieves se desvanecía entre la multitud, y con cada paso que daba, mi corazón se hundía más en la desesperanza. La determinación que había sentido al acercarme a ella comenzó a desvanecerse, reemplazada por la duda y el miedo al rechazo. Jack se mantuvo a mi lado, observando con preocupación. —No te rindas, Hunter. Ve tras ella —me instó, pero yo permanecía inmóvil, atrapado entre el deseo y el miedo. —¿Y si no quiere verme? ¿Y si solo me ve como un recuerdo del pasado? —respondí, sintiéndome como un niño perdido en un mar de adultos. —No lo sabrás si no intentas. La vida no espera a nadie, y menos a los que dudan —dijo, dándome un leve empujón hacia adelante. Con un suspiro profundo, decidí que no podía quedarme ahí, en la sombra de mis propios temores. Caminé hacia donde Nieves se había sentado, y cuando llegué a su lado, tomé una respiración profunda, intentando encontrar las palabras adecuadas. —Nieves, por favor, escúchame —dije, notando que su expresión se tornaba en una mezcla de sorpresa y desdén. —¿Qué más quieres, Hunter? Ya te he dejado claro que no tengo tiempo para tus juegos —respondió, evitando mi mirada. —No son juegos. Esto es serio. No he podido dejar de pensar en ti desde que te vi aquella noche. Me he dado cuenta de que no puedo seguir adelante sin intentar arreglar lo que se rompió entre nosotros —le expliqué, sintiendo que cada palabra era un peso que necesitaba liberar. Ella me miró con desconfianza, como si esperara que me retractara o que mis palabras fueran vacías. —¿Y qué es lo que quieres que hagamos? —preguntó, sus ojos desafiantes, pero había una chispa de curiosidad en su mirada. —Quiero que me des una oportunidad para demostrarte que puedo ser el compañero que necesitas. No te prometo que será fácil, pero estoy dispuesto a luchar por ti, si me dejas —dije con sinceridad, sintiendo que la honestidad era lo único que podía ofrecerle. Nieves se quedó en silencio, su expresión pasó de la incredulidad a una lucha interna que podía ver claramente. Se pasó una mano por el cabello, y pude notar cómo su confianza comenzaba a tambalearse. —¿Y si no puedo confiar en ti otra vez? —dijo al fin, su voz temblando ligeramente. —Lo entiendo. Pero también sé que no quiero vivir sin al menos intentarlo. Te he fallado, y estoy aquí para enmendarlo. Necesito que me des la oportunidad de demostrarte que he cambiado —respondí, sintiendo que cada palabra era un paso hacia la posibilidad de un nuevo comienzo. Ella mantuvo su mirada fija en mí, y en ese momento, el bullicio del salón se desvaneció nuevamente, dejándonos en nuestro propio mundo. —Está bien, Hunter. Te daré una oportunidad —dijo finalmente, y con esas palabras, sentí que una ola de alivio me inundaba. —Gracias —respondí, incapaz de ocultar la sonrisa que se extendió por mi rostro. —No te defraudaré. Mientras hablábamos, el resto de los invitados comenzaron a reanudar sus conversaciones, pero para mí, el ruido se convirtió en un eco lejano. La conexión que había sentido antes se reavivaba, y aquella chispa que había comenzado a extinguirse comenzó a brillar con fuerza. Sin embargo, sabía que esto era solo el comienzo. Tendría que demostrarle que era digno de su confianza y que estaba listo para dejar atrás mis miedos. —¿Quieres salir a dar un paseo? —le pregunté, sintiendo que la noche aún tenía mucho que ofrecer. Ella dudó por un momento, mirando a su padre y al alfa de la manada azul, pero luego asintió. —Sí, me gustaría eso. Salimos del salón, sintiendo la brisa fresca de la noche acariciar nuestros rostros. Caminamos en silencio, lado a lado, permitiendo que las palabras fluyeran en nuestras mentes mientras la luna iluminaba nuestro camino. —¿Qué es lo que más te ha molestado de mí? —pregunté, rompiendo el silencio. —Que no me hayas dado la oportunidad de explicarte lo que sucedió después de aquella noche. Me dejaste con más preguntas que respuestas, Hunter. —Su voz era suave, pero cargada de emoción. —Lo sé, y lamento no haber estado ahí para escucharte. Mi miedo me hizo huir, y no debí hacerlo. Prometo que no volveré a hacerte eso —respondí, sintiéndome más seguro a su lado. Mientras caminábamos, nuestras manos se rozaron, y, sin pensarlo, tomé su mano en la mía. Ella se detuvo, mirándome a los ojos, y en ese instante, supe que había dado un paso crucial hacia la reconciliación. —No puedo prometer que será fácil, Hunter. Pero estoy dispuesta a intentarlo —dijo, apretando mi mano con suavidad. —Eso es todo lo que pido. Un paso a la vez —respondí, sintiendo que la esperanza comenzaba a florecer en mi corazón. Y así, bajo la luz de la luna, comenzamos a caminar juntos hacia un futuro incierto pero lleno de posibilidades. Las sombras del pasado todavía acechaban, pero esta vez, estábamos dispuestos a enfrentarlas, uno al lado del otro.Capítulo 3. Hoy desperté de buen humor; la ausencia de Leah fue un gran alivio. Tras ducharme y vestirme, caminé apresuradamente hacia el gran salón, ansioso por ver a Nieves. Al llegar, todos los alfas y sus respectivas comitivas ya estaban sentados, esperando mi llegada para el desayuno. Busqué con la mirada y ahí estaba ella, con su cabello tan blanco como la nieve, recogido en una alta cola de caballo, dejando algunos mechones sueltos en su hermoso rostro. Nuestros ojos se encontraron por breves momentos, pero nuestro intercambio visual fue interrumpido por un chico a su lado; ella le sonrió con una dulzura que hizo que mi corazón se detuviera. ¿Qué demonios? —Rey Alfa, queremos agradecerle por su hospitalidad —anunció el alfa de la manada Noche Negra. —No hay nada que agradecer. Lo necesitaban, y no soy tan desalmado como para dejarlos a la deriva —respondí mientras me acomodaba en mi silla. —Bueno, ya que estás aquí, Rey Alfa, quiero hacer un anuncio —dijo Jack—. Quiero anu
Capítulo 4 Hunter. Después de despedir a todas las manadas, que se marcharon satisfechas con sus nuevos acuerdos, me dirigí a mi despacho para poner al día algunos pendientes que se habían acumulado durante su estancia. Pasé toda la tarde en mi oficina, organizando los últimos detalles de los nuevos hoteles. De repente, la puerta se abrió y entró Leah. —¿Qué deseas? —pregunté sin apartar la vista de mi computadora. —¿Por qué hay dos mujeres alojándose en el palacio? —Alcé la mirada y la vi con los brazos cruzados, en medio de la habitación. —¿Me estás haciendo una escena de celos? —Por supuesto que no. Me molesta que yo nunca pueda quedarme a dormir aquí, pero unas desconocidas sí pueden —dijo, elevando la voz. —Primer punto: no me grites, soy tu rey —respondí, dejando escapar mi aura mientras alzaba la voz—. Y segundo, no tengo que darte explicaciones. —Lo siento, Hunter, solo estoy un poco celosa y molesta —dijo mientras caminaba hacia mí, moviendo sus caderas de ma
Capítulo 5. Nieves. Al llegar a mi habitación, me dejé caer sobre la cama, incapaz de apartar de mi mente las imágenes de aquel despacho. Una ira comenzó a crecer en mi interior. Maldito idiota. Era repugnante que nunca volviera a entrar en ese despacho; me preguntaba cuántas mujeres más habían ocupado ese escritorio o esas sillas. Me sentía tan molesta. Sé que son los lazos que me hacen sentir así de posesiva, pero, por Dios, odio sentirme así, tan enojada, llena de furia. Ni siquiera tengo sentimientos por Hunter, pero solo verlo con esa mujer me ha dejado furiosa, frustrada, molesta, ¿decepcionada? ¿De qué? No tengo idea; siempre supe cómo era él, me lo demostró hace dos años. Debo salir de este palacio lo antes posible y ayudaré a Amber en lo que pueda para marcharme. Y, si la diosa lo permite, no volver a verlo en mucho tiempo. (...) No recuerdo en qué momento me quedé dormida, pero al abrir los ojos, los rayos de la luna iluminaban parte de mi habitación. Miré mi cuerpo y
Capítulo 6 Nieves. —¿De verdad él te pidió una oportunidad? —preguntó asombrada mi mejor amiga, mientras se llevaba a la boca un pedazo de fruta. —Sí, espero no arrepentirme. Me siento bien, más tranquila después de hablar con él ayer y permitirle que se explicara —respondí, observando cómo los árboles se movían al compás del viento. Amber permaneció en silencio. Giré mi rostro para mirarla y noté una extraña sonrisa en su expresión. —¿Qué? —No sé, hacía mucho tiempo que no te veía así, con esa sonrisa en el rostro —me señaló con el dedo. —¿Qué sonrisa? —fruncí los labios, pero era imposible evitarlo; la sonrisa simplemente aparecía. —Esa sonrisa —rió en voz baja—. Sé que Hunter cometió un error hace dos años y que sufriste. Yo estuve ahí, sufrí contigo. Pero es bueno que le hayas dado una oportunidad. Siempre es bueno hacer las cosas para no quedarte con la duda de “¿qué habría pasado si le hubiera dado la oportunidad?” Y si las cosas salen mal, de los errores se aprende en esta
Capítulo 7 Hunter. He estado caminando de un lado a otro en el salón, con las manos sudorosas, sin entender qué me ocurre, ya que esta no es mi forma habitual de ser. Siempre me he considerado un hombre seguro de mí mismo, pero de repente, esa confianza parece haberse desvanecido, como si se hubiera ido por el desagüe. ¿Y si ella se ha arrepentido? No la culparía; la dejé sola durante dos años, creyendo que era una persona común, y al final resultó ser todo lo contrario. El karma me ha dado una dura lección. Escuché murmullos y al mirar hacia el pasillo, vi que eran las chicas del personal doméstico. Al fijar su mirada en mí, sonrieron, inclinaron la cabeza en señal de respeto y continuaron su camino, murmurando entre ellas y lanzándome miradas curiosas. Solté un suspiro, sintiendo mi estómago pesado, como si miles de piedras lo aplastaran. El aroma del aire cambió repentinamente; aspiré profundamente, llenándome de su fragancia, y volví a mirar hacia el pasillo. Ahí estaba el
Con cuidado, Hunter me llevó de la mano hacia la mesa, donde tomó un gran ramo de flores, en realidad rosas blancas, y me las entregó. Le sonreí sinceramente mientras él retiraba una silla, me senté y él la empujó un poco, dejándome a escasos centímetros de la mesa. —Nunca pensé que el gran Rey Hunter pudiera ser tan romántico —dije, dejando el ramo sobre mi regazo y apoyando mis codos sobre la mesa, descansando mi barbilla en la palma de mi mano derecha. —Bueno, en realidad no lo soy, pero quería que este momento fuera especial. Tienes una mala impresión de mí y quiero cambiar eso; no soy tan malo como parezco —respondió, adoptando una postura similar, apoyando su barbilla en la palma de su mano izquierda. —¿Entonces en realidad no eres promiscuo? —Claro que no, solo disfruto del buen sexo sin ataduras —se encogió de hombros, restándole importancia. —Eso implica que eres promiscuo y careces de la capacidad para establecer una relación sana —me burlé. —Nieves, estuve solo durante
Hunter. Me quedé observando la espalda desnuda de Nieves mientras se desvanecía por el pasillo hacia su habitación. La noche había sido maravillosa; Nieves tenía un gran sentido del humor, era alegre y siempre se preocupaba por los demás. Lo sabía por las historias que compartía sobre su familia y amigos. Era una persona amable, y lo confirmé cuando, antes de regresar a casa, tuvimos que parar a poner gasolina. Al bajarme del coche, escuché un golpe en la parte trasera y me acerqué para ver qué sucedía. Encontré a un adolescente tirado en el suelo, con la frente y la nariz sangrando, y su patineta a un lado. Gruñí para mis adentros al ver la abolladura en mi auto. Fue entonces cuando sentí la presencia de Nieves, quien se lanzó al suelo sin dudarlo, sin preocuparse por ensuciar su vestido con tierra y sangre. Se puso a limpiar las heridas del joven lobo y entabló una conversación amistosa con él. Noté cómo se sonrojaba cada vez que ella le sonreía o le daba cariño. "Te envidio, chic
**Hunter** Después de atender mis necesidades, salí al pasillo, listo para comenzar el día. No había tenido un buen descanso; la noche anterior, al hablar con Nieves sobre lo sucedido con Leah, ella mostró comprensión y nos quedamos conversando un buen rato en su habitación. En un momento, Nieves se acomodó en su cama mientras continuábamos la charla, y al quedarse dormida, me levanté del pequeño sillón donde estaba sentado, la arropé, le besé la cabeza y salí a mi habitación. Sin embargo, no logré dormir bien, principalmente porque ella no estaba a mi lado. Al pasar junto a la habitación de Nieves, noté que la puerta estaba entreabierta. Me asomé un poco y el aire estaba impregnado de su fragancia. Cerré los ojos y respiré profundamente, intentando aferrar ese aroma que me estaba volviendo loco. Al abrir los ojos, me encontré con ella frente a mí, sonriendo de manera encantadora. —¿Estás oliendo mi habitación?— me preguntó en tono burlón, mientras se hacía una coleta. —No... no..