CAPITULO 4

Capítulo 4

Hunter.

Después de despedir a todas las manadas, que se marcharon satisfechas con sus nuevos acuerdos, me dirigí a mi despacho para poner al día algunos pendientes que se habían acumulado durante su estancia.

Pasé toda la tarde en mi oficina, organizando los últimos detalles de los nuevos hoteles.

De repente, la puerta se abrió y entró Leah.

—¿Qué deseas? —pregunté sin apartar la vista de mi computadora.

—¿Por qué hay dos mujeres alojándose en el palacio? —Alcé la mirada y la vi con los brazos cruzados, en medio de la habitación.

—¿Me estás haciendo una escena de celos?

—Por supuesto que no. Me molesta que yo nunca pueda quedarme a dormir aquí, pero unas desconocidas sí pueden —dijo, elevando la voz.

—Primer punto: no me grites, soy tu rey —respondí, dejando escapar mi aura mientras alzaba la voz—. Y segundo, no tengo que darte explicaciones.

—Lo siento, Hunter, solo estoy un poco celosa y molesta —dijo mientras caminaba hacia mí, moviendo sus caderas de manera seductora. Se sentó en el borde de mi escritorio, levantando ligeramente su vestido y revelando sus hermosas piernas.

—No deberías sentirte así. Tú y yo no somos nada, solo tenemos encuentros ocasionales, Leah.

—Lo sé, y me encanta tenerte entre mis piernas, Hunter —respondió, levantándose del escritorio, acercándose a mí y sentándose en mi regazo—. Ahora mismo te deseo tanto —susurró en mi oído.

Tomé sus manos, que estaban alrededor de mi cuello, y la alejé de mí.

—Hunter, queríamos saber si… —La puerta del despacho se abrió de golpe. Leah giró suavemente la cabeza, aún sentada en mis piernas mientras yo intentaba separarla. ¡Mierda!

**Punto de vista de Nieves**

Tras finalizar el desayuno y despedirnos de nuestra manada junto a Amber, nos dirigimos a mi nueva habitación. Hunter había hecho arreglos con una empleada mientras estábamos en la mesa, y mi habitación ya estaba lista.

Al entrar, quedé maravillada por lo hermosa y espaciosa que era.

En el centro, había una enorme cama; las paredes estaban pintadas en un suave color crudo. Contaba con un gran ventanal que daba a un balcón con una vista impresionante del bosque y las montañas.

—Es absolutamente hermosa —exclamó Amber, dejándose caer sobre la cama.

—Sí, es demasiado, solo me quedaré unas semanas.

—No me engañes, Nieves. Es obvio que el rey quiere que estés cómoda y cerca de él —dijo, mientras levantaba las cejas de manera sugestiva.

—Bueno, sí, ayer hablamos y decidimos intentar conocernos mejor para ver a dónde nos lleva esto —respondí, tocándome el pecho con un repentino dolor.

—¿Estás segura? —preguntó Amber, arqueando una ceja.

—No, claro que no. Apenas nos conocemos desde hace dos días, y él se fue esa noche. Lo esperé como una tonta y temo que me vuelva a romper el corazón —mi voz se alzó un poco.

—Hey, tranquila, solo quiero que te sientas segura con lo que decides.

—Lo sé, pero me siento un poco extraña —me recosté a su lado, mirando al techo—. Es raro tenerlo tan cerca después de no poder sacármelo de la cabeza durante dos años. Sabes que esperé meses por su regreso, tenía esta absurda idea del amor a primera vista, pensando que todo sería maravilloso, pero él se fue y nunca volvió, eso rompió mis ilusiones —suspiré—. Y lo que más me molesta es que me dejó “porque pensaba que era común”. Tú no eres común, eres increíblemente única, Amber.

—Sí, es algo que me define —ambas soltamos una risa—. Solo, no te cierres a nuevas posibilidades —tomó mi mano y acarició mi piel con su pulgar—. No te niegues a lo que podría ser.

—Lo intentaré, lo prometo.

Después de empacar, salimos a explorar el enorme palacio, que tenía pasillos y habitaciones por doquier.

Al salir al jardín, quedé atónita; era todo tan espectacular. Había flores de colores, plantas alrededor del palacio, y un camino de tulipanes que conducía a una moderna terraza con vista a una piscina.

Nos sentamos en unas sillas que parecían columpios, balanceándonos mientras reíamos.

—Cariño, te he estado buscando —dijo una voz grave detrás de nosotras.

—Oh, lo siento. Con Nieves queríamos conocer el palacio —Amber se levantó para abrazar y besar a su nuevo compañero, Jack, quien ya habíamos conocido después del desayuno. Era un gran tipo.

—¿Qué les pareció?

—Es hermoso, Jack. Amber y tú serán muy felices aquí; es un lugar ideal para formar una familia.

—Sí, ya imagino a nuestros cachorros corriendo por aquí junto a los de Hunter y los tuyos —dijo con una sonrisa, pero mi rostro se tornó en una mueca de horror. Él se dio cuenta de su error—. Lo siento, no quise decir eso.

—Sí, cariño, no lo arruines —Jack miró a Amber con un gesto de disculpa y luego a mí con lástima.

—Tranquilo, Jack, no me incomoda. Solo que es muy pronto para hablar de eso —me encogí de hombros, restando importancia a sus palabras.

—Cariño, ahora que estás aquí con Nieves, necesitamos algunos libros y otras cosas para organizar la boda. También necesitamos el permiso del rey para saber cuántos invitados podemos recibir en el palacio.

—Justo iba a verlo. Vamos a pedirle todo.

Seguí a los chicos, disfrutando de ver a mi amiga tan feliz. Su compañero la adoraba, y podía ver en sus ojos el inmenso amor que sentía por ella, a pesar de que solo se conocieran desde hacía dos días. Su vínculo era fuerte; el destino los había unido por una razón.

Al llegar al despacho, Jack abrió la puerta, dejándonos ante una escena desagradable: una mujer estaba sentada en las piernas de Hunter, con un vestido corto que dejaba entrever su ropa interior. Ella giró su rostro y nos sonrió, pero no era una sonrisa de vergüenza, sino una advertencia.

Sentí como si me hundiera en un río de decepción y confusión.

La imagen de Hunter con ella en esa postura era como un puñal en mi corazón. Apenas podía creer lo que estaba viendo.

—Oh, parece que interrumpimos algo —dijo Amber, su tono lleno de sorpresa y un poco de incomodidad.

Leah se levantó con una sonrisa arrogante, como si disfrutara de nuestra reacción. Hunter, por otro lado, se puso de pie rápidamente, tratando de restar importancia a la situación.

—Nieves, Amber, esto no es lo que parece —dijo, su voz un poco tensa.

—¿Ah, no? —pregunté, tratando de mantener la compostura mientras el dolor se apoderaba de mí—. Porque parece que tienes una invitada muy especial, Hunter.

—Ella solo estaba… —comenzó a explicar, pero la mirada de Leah lo interrumpió.

—Estaba mostrándole a Hunter cómo se manejan las cosas aquí —dijo Leah, con una sonrisa que no era más que un desafío.

—¿Y así es como manejan las cosas aquí? —pregunté, sintiendo la rabia burbujear dentro de mí.

—Nieves, por favor… —intentó Hunter, acercándose, pero retrocedí.

—No, Hunter, no quiero escuchar tus excusas. Ya he tenido suficiente de esto —respondí, sintiendo que las lágrimas amenazaban con salir.

Amber miró a Jack, quien parecía tan incómodo como yo.

—Nieves, esto es un malentendido —dijo Jack, intentando suavizar el ambiente—. Tal vez deberíamos hablar afuera.

—No necesito hablar, Jack. Ya he visto suficiente —dije, dándole la espalda a Hunter y Leah.

Me di la vuelta y salí del despacho, sintiendo cómo el aire fresco del jardín me golpeaba en la cara. Podía escuchar los pasos de Amber y Jack siguiéndome, pero el nudo en mi garganta me impedía hablar.

—Nieves, espera —llamó Amber, pero seguí caminando, sin rumbo fijo.

El jardín era hermoso, pero en ese momento, todo se sentía vacío. Me dejé caer en una de las sillas columpio, intentando controlar la respiración.

—¿Por qué tiene que ser así? —pregunté, más para mí misma que para ellos.

Amber se sentó a mi lado y tomó mi mano.

—Lo siento, amiga, no sabía que esto iba a suceder —dijo con sinceridad.

—No es culpa tuya. Solo… pensé que quizás esta vez sería diferente. Hunter siempre fue el chico que quería, el que me hacía soñar. Pero ahora, aquí estoy, viendo cómo se divierte con otra —solté, la tristeza inundando mi voz.

Jack se acercó, su rostro lleno de preocupación.

—Nieves, no dejes que eso te afecte. Si Hunter no puede ver lo que tiene frente a él, entonces no merece tu atención.

—¿Y si es cierto? ¿Y si realmente no soy lo que él necesita? —murmuré, sintiendo que la desconfianza comenzaba a arraigarse en mi corazón.

Amber me miró fijamente.

—Escucha, tú vales mucho más de lo que parece. Si Hunter no se da cuenta de tu valor, entonces es él quien está perdiendo. No tú.

Las palabras de Amber resonaron en mí, pero el dolor seguía presente. La imagen de Hunter y Leah se repetía en mi mente, como un eco que no podía silenciar.

—Quizás debería irme. Esto no es lo que esperaba —dije, sintiendo que la decisión se formaba en mi interior.

—No, Nieves, no tomes decisiones apresuradas. Necesitas hablar con él, aclarar las cosas —insistió Jack, pero yo solo podía pensar en lo mal que me sentía.

—Tal vez necesito tiempo para mí —respondí, levantándome de la silla columpio y mirando hacia el palacio, donde el sol comenzaba a ocultarse detrás de las montañas.

—Está bien, pero no te alejes de nosotros. Siempre estaremos aquí para ti —dijo Amber, abrazándome con fuerza.

Agradecí su apoyo, pero mi mente estaba en otro lugar, atormentada por las dudas y los sentimientos no resueltos. Tenía que encontrar una manera de lidiar con esto, de entender lo que realmente quería y merecía.

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