Capítulo 17.Nieves.El amanecer teñía el cielo de tonos dorados y rosados cuando crucé la entrada de la mansión por última vez. Cada paso que daba me parecía irreal, como si todo esto fuera una pesadilla de la que aún no despertaba. Pero el frío en mi piel, la maleta en mi mano y el peso en mi pecho me recordaban que era real. Hunter me había rechazado. Me humilló frente a toda la manada, me despojó de todo lo que habíamos construido y me condenó con su mirada llena de desprecio. Mi garganta ardía por todas las palabras que no pude decirle. Por la verdad que no quiso escuchar. Cuando bajé los escalones de la mansión, un auto negro me esperaba, listo para llevarme lejos de la manada real. Quise detenerme, dar la vuelta y verlo una última vez. Pero me negué a hacerlo. No le daría el gusto de verme débil. —¿Vas a irte sin despedirte? La voz de Amber me hizo girar con el corazón encogido. Ella estaba allí, de pie junto a la puerta, con los ojos enrojecidos y la mandíbula apretada.
Capítulo 18.Hunter.Doscientos setenta y nueve días desde que la expulsé. Desde que la vi marcharse sin mirar atrás, con la cabeza en alto, pero con el dolor reflejado en sus ojos. Desde que Amber me fulminó con la mirada antes de seguirla, y Jack… Jack simplemente se fue.Desde entonces, el Hunter que todos conocían dejó de existir. Me he convertido en un rey cruel, en un líder despiadado. Ya no hay espacio para la debilidad en mi manada. Solo hay obediencia y respeto, impuesto a la fuerza si es necesario.No sé en qué momento mi mente dejó de recordar su risa y comenzó a torturarme con la imagen de su traición. ¿Cómo pude ser tan ciego? ¿Cómo pude amarla tanto sin darme cuenta de lo que realmente era?Cada vez que cierro los ojos, veo su silueta danzando entre las sombras de mis recuerdos. A veces, me permito recordar lo hermoso que era dormir a su lado, sentir su piel cálida contra la mía, oír su voz susurrar mi nombre con dulzura. Pero en cuanto esas memorias me embriagan, las ap
Epílogo.El rugido del motor se apagó cuando detuve el auto frente a la residencia del Alfa de la Manada Azul. Sentí mi mandíbula tensarse mientras miraba la enorme propiedad. La última vez que estuve aquí, Nieves estaba a mi lado. Ahora, ni siquiera sabía si me permitirían verla.Bajé del auto y me acerqué a la entrada. Dos guardias me bloquearon el paso, sus miradas frías y llenas de desprecio.—Anuncien mi llegada —ordené, manteniendo mi voz firme.Uno de ellos llevó la mano a un comunicador en su oído.—El rey está en la entrada. ¿Órdenes?Hubo un silencio tenso antes de que la voz del alfa o beta resonara con dureza.—Déjenlo entrar.Las puertas se abrieron lentamente, pero la hostilidad en el aire era imposible de ignorar. Conduje mi auto entre los miembros de la manada azul y sentí sus miradas clavándose en mí como cuchillas. Murmullos, desprecio, rechazo absoluto.Mi corazón latió con fuerza cuando llegue a la casa principal del alfa la puerta de la casa se abrió y una figura
Prólogo Si hace menos de cuatro horas me hubieran dicho que hoy encontraría a mi alma gemela, y que ella sería simplemente la hija del florista de una manada tan distante de mi reino, no lo habría creído. —¿Qué harás? —preguntó mi mejor amigo y rey beta. —Nada, si tengo suerte, nunca la volveré a ver —respondí mientras observábamos a través de las ventanas de mi todoterreno. —¿Pero ella no se dio cuenta? —Escapé antes de que ella me mirara. —¿Estás seguro de lo que quieres hacer? —lo miré con seriedad, antes de volver la vista hacia el lugar donde se encontraba mi compañera. —Tan seguro como me llamo Hunter Müller Gold. Encendí el motor de mi todoterreno y me preparé para salir de aquel sitio. Sin mirar atrás, dejamos atrás aquella manada que solo me había traído desdichas. No deseaba a alguien como ella; era tan sencilla, con su cabello castaño y ojos aceitunados. No sé por qué, pero esa noche en el bar, su aroma me enloqueció, y cuando seguí ese dulce olor, la vi, y todas mi
Capítulo 1 Desde el día en que conocí a mi compañera, no he vuelto a verla, y ya han pasado dos años desde que dejé atrás a esa mujer. Decidí vivir sin compañera, al igual que ella escogió su camino. Nunca podrá tener a su compañero, ya que nunca sabrá que yo soy él. Estoy consciente de esto porque he evitado regresar a su manada. Durante estos dos últimos años, he intentado sacármela de la cabeza, buscando consuelo en Leah Gastrell, la hija del beta de la manada Media Luna. No puedo negarlo; es hermosa y sabe cómo satisfacerme en la cama. Sus curvas son mortales, logrando que cualquier hombre, ya sea humano o lobo, la desee. Hoy recibiríamos la visita de cinco manadas en nuestro reino, y una de ellas es la manada de mi compañera. Afortunadamente, solo vendrán los de alto rango, lo que significa que su familia no estará presente. —Hunter, en dos horas llegarán las manadas —anunció mi mejor amigo y beta, Jack O’Connor. —Que los guerreros se instalen en todas las entradas y refuerce
Capítulo 2 El ambiente en el salón se volvió tenso, como si una tormenta hubiera estallado de repente. Las risas y las conversaciones se desvanecieron, y todos parecían estar esperando que yo reaccionara. Pero no podía. Mis pensamientos estaban atrapados en un torbellino de emociones contradictorias. La florista, mi compañera, se sentó a un lado del alfa de la manada azul, sonriendo con una ligereza que me desgarraba el corazón. ¿Por qué había decidido estar tan cerca de él? ¿Era una forma de castigarme? La ira y la tristeza se mezclaban en mi interior, y cada vez que intentaba centrarme, la imagen de su mirada seria y decidida me asaltaba. —Hunter, ¿estás bien? —preguntó Jack, colocándose a mi lado con una expresión preocupada en el rostro. —No —respondí, incapaz de ocultar mi frustración. —No estoy bien. Se giró hacia donde estaba ella, su risa resonando como un eco en mi mente. —Deberías hablar con ella, aclarar las cosas. —¿Hablar? —repliqué, sintiendo cómo la rab
Capítulo 3. Hoy desperté de buen humor; la ausencia de Leah fue un gran alivio. Tras ducharme y vestirme, caminé apresuradamente hacia el gran salón, ansioso por ver a Nieves. Al llegar, todos los alfas y sus respectivas comitivas ya estaban sentados, esperando mi llegada para el desayuno. Busqué con la mirada y ahí estaba ella, con su cabello tan blanco como la nieve, recogido en una alta cola de caballo, dejando algunos mechones sueltos en su hermoso rostro. Nuestros ojos se encontraron por breves momentos, pero nuestro intercambio visual fue interrumpido por un chico a su lado; ella le sonrió con una dulzura que hizo que mi corazón se detuviera. ¿Qué demonios? —Rey Alfa, queremos agradecerle por su hospitalidad —anunció el alfa de la manada Noche Negra. —No hay nada que agradecer. Lo necesitaban, y no soy tan desalmado como para dejarlos a la deriva —respondí mientras me acomodaba en mi silla. —Bueno, ya que estás aquí, Rey Alfa, quiero hacer un anuncio —dijo Jack—. Quiero anu
Capítulo 4 Hunter. Después de despedir a todas las manadas, que se marcharon satisfechas con sus nuevos acuerdos, me dirigí a mi despacho para poner al día algunos pendientes que se habían acumulado durante su estancia. Pasé toda la tarde en mi oficina, organizando los últimos detalles de los nuevos hoteles. De repente, la puerta se abrió y entró Leah. —¿Qué deseas? —pregunté sin apartar la vista de mi computadora. —¿Por qué hay dos mujeres alojándose en el palacio? —Alcé la mirada y la vi con los brazos cruzados, en medio de la habitación. —¿Me estás haciendo una escena de celos? —Por supuesto que no. Me molesta que yo nunca pueda quedarme a dormir aquí, pero unas desconocidas sí pueden —dijo, elevando la voz. —Primer punto: no me grites, soy tu rey —respondí, dejando escapar mi aura mientras alzaba la voz—. Y segundo, no tengo que darte explicaciones. —Lo siento, Hunter, solo estoy un poco celosa y molesta —dijo mientras caminaba hacia mí, moviendo sus caderas de ma