CAPÍTULO LXIV

La primera noche en que Fira y Aston se entregaron con plena consciencia y pasión a sus deseos más profundos, Dimitri observó todo el encuentro desde una posición privilegiada que le permitió disfrutar del espectáculo sin perderse absolutamente nada. La falta de privacidad era la desventaja de vivir en un loft donde todas las estancias estaban orientadas a una enorme ventana que, por el furor de deseo y placer al que sucumbieron, ninguno de los dos se cuidó de oscurecer.

Al principio sintió celos, no tanto porque ella se hubiese acostado con el humano, eso no le importaba en sí; sino porque quería hacer lo mismo con ella, aunque no tanto en los momentos en que todo se tornó tierno y empalagoso.

Dimitri no la quería para amarla, la quería para la lujuria y para someterla, para empotrarla contra la pared y penetrarla hasta que se le deshiciera entre los dedos de tantos orgasmos.

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