UN VALS SUENA A LO LEJOS.

Abracé a Arturo y me acurruqué en su pecho, enseguida noté su sorpresa, sus manos seguían en el aire sin saber qué hacer, hasta que lentamente se relajaron hasta colocarlas en mi espalda. La energía y el calor que me transmitía su cuerpo no me eran desconocidos, y aunque en mi cabeza solo hubiera sombras, podría jurar que le había visto; entonces otras imágenes fueron surgiendo mientras permanecía acurrucada en su pecho; de a pedazos llegaban las escenas formadas en la casa de Libia Aristimundo, mi dolor y aquel sueño ¡Sí! Había visto esta mansión acompañada de un hombre que yacía oculto en la oscuridad. Lo que más recordaba era algo que brillaba en su cuello, se trataba del mismo lunar que yo poseía; sus efluvios eran muy similares a los que sentía por Arturo; entonces experimenté miedo por aquellos recuerdos y deseé no recordar más, como él me lo había sugerido.

—Siento que estoy caminando en un sendero muy estrecho; dime si esto es realidad ¿Por qué la oscuridad ha mantenido la
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