NO PUEDO NEGAR LO QUE SOY.

—Se trata de su trabajo; sale muy temprano de madrugada antes de que el sol salga, Arturo es como su padre, trabaja sin descanso para aumentar sus riquezas —luego de aquella aclaratoria decidí no preguntar de nuevo, esa misma versión era la que lograba oír por boca de los empleados.

—Es mejor que vayamos a dormir —dijo luego.

—Tienes razón —le apoyé—. Y gracias por la conversación, me hizo bien.

—De nada muchacha —me sonrío. Una vez que nos dispusimos a salir, Mariana quedó estática y un viento sobrecogedor entró repentinamente a la cocina, apagando las velas de los candelabros. El grave gemido del viento se convirtió en un canto fúnebre, erizándome la piel. Aquella escena la había experimentado antes, en algún momento y lugar que no recordaba.

—Mariana, ¿te encuentras bien? —la toqué con rapidez, ella abrió los ojos y no sé si era producto de mi imaginación, pero sus ojos se veían más grises y el iris alrededor de las pupilas brillaban en un gris plomo muy intenso.

—No me
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