LOS ÁNGELES LLORAN POR ANA ÁLAMO.
Momentos más tarde.

Me tambaleé hasta su cama, mis piernas no respondían mis órdenes. Rodolfo se levantó de la silla que reposaba cerca del médico que hacía la carta de defunción, los dos hombres, al verme, se apartaron para que yo me acercara a ella. La expresión de mi rostro logró que Rodolfo volviera a llorar.

Tomé sus manos entre las mías, estaban sin el calor habitual que tantas veces me arropó y acarició. Aquel contacto logró desvanecerme y sentí un fuerte golpe en la boca de mi estómago.

—Me dejaste sola… Esto me parece un mal sueño. Hace apenas unos días te tenía y ahora ya no estás —logré decir con dificultad. Mis palabras me dolieron y me abrieron desde adentro como si se tratasen de cuchillas. Sentí la mano de Rodolfo posarse sobre mi espalda. El doctor decidió salir para dejarnos a él y a mí, vivir el dolor qué nos embargaba y nos unía.

—Siento que me muero —rompí a llorar nuevamente y me fui sobre el cuerpo de mi madrina. Lloré desconsoladamente sobre su pecho sin vida, s
luisaelenaf

¡BIENVENIDOS! Siempre es un honor para mí que lean mis historias.

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