Hola a todos mis lectores. La historia cada vez se va a poner más interesante, y anhelo los atrapé, por favor disfruten cada palabra.
—Claro que no me importa. Lo que tú me has dado no se compara con todo el dinero del mundo —sus palabras me calmaron y el sosiego hizo acto de presencia. Sin embargo, el frío de su partida continuaba fustigando mi alma. —Sabes Estefanía, en un momento valoré la idea de tomarte y llevarte conmigo, de huir juntos y mandar al diablo a todos… no sabes cuánto he luchado contra este instinto y más ahora después de lo que sucedió en el río. Sentí esa pasión tan ferviente con solo sentir tu cuerpo junto al mío, no puedo imaginar cómo me sentiré cuando te haga mía. Esta noche podría dejar ganar mi corazón, porque por la manera en que me siento podría perder el control; tomarte en mis brazos y nunca soltarte —su declaración logró sonrojarme, él posó su mano sobre mi mejilla, su tacto logró qué cerrara los ojos. —Solamente puedo preguntarme cómo me haría sentir tocarte sin limitaciones, pero si aprovecho esa oportunidad correría el riesgo de dañarte, así que debo guardar esto para mí. Mi amor
Quedé petrificada, pendida de la escena, era como si aquella luz, qué brotó de Adrián, desterraba la oscuridad que yacía en el cuerpo de aquel animal. La forma se evaporó muy rápido de las manos de Adrián, despidiendo un humo negro que se elevó dejando una estela a su paso y un gemido lamentoso. Adrián cayó exhausto al piso, José y yo fuimos a su encuentro y lo abrazamos con la mente confusa.—¡Patrón, nos ha salvado! Eso no era un animal, era un demonio —manifestó, el muchacho aun temblando.—Debemos avisar a los demás trabajadores y alertarlos, hay que revisar el perímetro —dije con el alma aún en la boca. —O traer a un sacerdote para que bendiga el lugar.—No hallarán nada —dijo por fin Adrián, dejándome oír su hermosa voz —Esa cosa no era un animal, ustedes mismos lo vieron.—Tampoco usted lo es… Usted no es humano completamente —manifestó el muchacho. Adrián miró a José y le dijo: —No quiero que vengas más de noche por aquí. —Entiendo, patrón, no se preocupe —le respondió.—¿Adri
No quise apagar las velas de mi alcoba, estaba muy nerviosa y pensativa. Me aferré a mi edredón tratando de calmarme, pero el miedo no se iba. Cerré los ojos para dormir, pero lo que logré fue ver nuevamente la imagen de Adrián enfrentándose a aquella bestia, luchando como una fiera para protegernos a José y a mí… “¿Quién eres Adrián Álamo?” Era una pregunta que no se iba de mi mente y que no tenía respuesta.Poco a poco y en contra de todo pronóstico, sentí que el sueño llegó. Estaba entre la delgada línea del sueño y el estado consciente, cuando a lo lejos escuché el vals que bailé junto a Adrián en el cumpleaños de mi madrina. Mis ojos viajaron en aquel mar de recuerdos grabados en mi inconsciente. Me vi bailando con el hombre que amaba y desde la distancia, mi madrina me contemplaba sonriente, sentada alrededor de la mesa principal, junto a Rodolfo y Libia Aristimundo. Ella alzó su copa, me sonrió y me dijo: “¡Sé feliz! Deja que el amor te envuelva.” Leí esa frase en sus labios y
Acerqué la lámpara y alumbré su espalda.—¡Es increíble! —susurré al ver las marcas ya cicatrizadas, cómo si llevasen semanas y no horas. Algunas se borraron dejando la piel intacta.—Vi cómo una leve luminosidad salía de tus heridas —le dije mientras lo examinaba.—No sabía que también brillaran, al parecer para ese momento ya no soy yo, me transformo en otra cosa —me respondió con ironía.—No, Adrián, no eres otra cosa. Si los seres celestiales son como los describen, entonces déjame declararte que cuando eso te sucede, eres como un ser celestial y no como un monstruo, como pretendes insinuar.—Los seres que contemplo en mis sueños desprenden luz de sus dedos y ojos, y ningún hombre normal hace eso. Parecen más bien personajes de cuentos. Esas criaturas me llaman, pero yo les doy la espalda y termino huyendo.—Si tienen luz no deben de ser malos ¿No crees? Ya sabes por lo que mencionan, qué todo lo que tiene luz es bueno —razonaba con él, sin embargo, Adrián permaneció en silencio—.
—Me has hecho descubrir esta noche de lo que estoy hecha; nunca lo sabes hasta que abres tu corazón para recibir como ahora lo hago yo.—Como ahora lo hacemos —me corrigió.Ya las cartas estaban echadas, yo había decidido entregarme sin límites, Adrián al sentir que me relajaba, hundió todo su ser por completo y un dolor ardoroso me inmovilizó causando que me abrazara con fuerza a su espalda, Adrián hizo lo mismo.—No te muevas por favor —le pedí.—No lo haré, pero confía en mí —y con movimientos aún más suaves e infinita ternura, él hacía que yo me fuese acoplando.Poco a poco los movimientos se fueron haciendo más rápidos, Adrián me besaba con pasión moviéndose contra mí, yo a pesar de sentir incomodidad hice lo mismo; salía a su encuentro tratando de seguirle, él pasó, mi respuesta lo enloqueció, ya nuestros cuerpos eran uno.—Te amo Estefanía, te amo…, te amo con toda mi alma —susurraba, entonces cuándo más nos fundíamos, él encontró la forma de qué me viera a través de él, como si
—¡Él no ama a esa mujer; es usted quien se empeña en metérsela por los ojos!—¿Eso es lo que tú crees? ¡Qué ilusa eres! ¿No sabes que cuándo un hombre busca los favores de una mujer hace hasta lo imposible para lograrlo? Son capaces de bajarles hasta el cielo, y luego de que obtienen lo que desean, te botan como a un trapo viejo —Juliana, al escuchar aquellas palabras, salió llorando.—¡Adrián no es así!—Todos los hombres son de esta manera, incluyendo a mi hijo. Pobre de ti si caíste en sus promesas ¿O pensaste que Adrián realmente te querría a ti como su esposa en vez de a Eva? —Elizabeth soltó una risotada—. Mi hijo jamás te elegiría a ti y eso lo entenderías si vieras a Eva lo hermosa y refinada que es; de saberlo no te hubieras atrevido en poner los ojos en mi hijo; ella sí es digna de él, no una india como tú. Estefanía, tú nunca serás competencia para Eva y Adrián lo sabe —las declaraciones de Elizabeth comenzaron a atormentarme hasta el punto de perder la paciencia.—¡Es uste
En el despacho.—¡Me puedes explicar qué demonios fue lo que acabó de ver en la cocina! —le preguntó Rodolfo a Elizabeth; su voz estaba alterada.—Primero a mí no me alces la voz; esa india es una igualada, ¡mira cómo me ha agredido!… no estoy de acuerdo con que continúe viviendo en esta casa; mándala a los establos o a la barraca, ahí es donde debería estar.—Te recuerdo que esa india como la llamas, es mi hija, y no es ninguna esclava —el recordatorio encendió más la ira de Elizabeth.—¡Tu único hijo es Adrián! ¿Cómo se te ocurre reconocer a esa bastarda como hija? —Alzó la voz.—Elizabeth, ya es suficiente; no voy a caer nuevamente, es ese juego, sabes perfectamente que tanto Adrián como Estefanía deben de saber la verdad, ¡son medios hermanos! Y están enamorados ¿Acaso no quieres ver lo grave de la situación?—¡Tú eres el único culpable por meter en tu cama a esa mujer! Yo aún dudo de que esa andrajosa sea tu hija.—No me hagas soltarte unas cuantas verdades, ¿sé te olvidó que ante
Estefanía. Cuando salía de las barracas, pude captar una conversación de José dónde manifestaba lo sorprendido que aún estaba por lo ocurrido en el bosque; el niño se negaba aceptar que lo que había visto en el bosque fuese falso, entonces decidí entrar en aquella controversia; al verme hizo silencio.—Niña Estefanía perdoné a mi hijo, es muy joven y sus ojos son fáciles de engañar —se disculpó Joaquín al sentirme llegar.—No tienes por qué disculparte, sé que la imaginación de José es grande.—¡No lo imaginé! ¿Por qué quiere ocultar la verdad? El patrón ahuyentó a la bestia con rayos de luz que salían en sus manos —quedé en súbito silencio ante sus palabras; Joaquín volteó a mirarme.—Estefanía, no es por defender a mi muchacho, pero varios esclavos fueron testigos de lo que le pasó al joven la noche del cumpleaños de la patrona.—No sucedió nada Joaquín, solamente estaba tomado.—Casimiro dijo otra cosa; juró que admiró salir marcas extrañas en las muñecas del patroncito y que se a