Bienvenidos a El Origen de Malena… Hoy las cosas están que arde, por fin Adrián y Estefanía consuman su amor… Por favor, disfruten la historia, está escrita con mucho amor.
—Me has hecho descubrir esta noche de lo que estoy hecha; nunca lo sabes hasta que abres tu corazón para recibir como ahora lo hago yo.—Como ahora lo hacemos —me corrigió.Ya las cartas estaban echadas, yo había decidido entregarme sin límites, Adrián al sentir que me relajaba, hundió todo su ser por completo y un dolor ardoroso me inmovilizó causando que me abrazara con fuerza a su espalda, Adrián hizo lo mismo.—No te muevas por favor —le pedí.—No lo haré, pero confía en mí —y con movimientos aún más suaves e infinita ternura, él hacía que yo me fuese acoplando.Poco a poco los movimientos se fueron haciendo más rápidos, Adrián me besaba con pasión moviéndose contra mí, yo a pesar de sentir incomodidad hice lo mismo; salía a su encuentro tratando de seguirle, él pasó, mi respuesta lo enloqueció, ya nuestros cuerpos eran uno.—Te amo Estefanía, te amo…, te amo con toda mi alma —susurraba, entonces cuándo más nos fundíamos, él encontró la forma de qué me viera a través de él, como si
—¡Él no ama a esa mujer; es usted quien se empeña en metérsela por los ojos!—¿Eso es lo que tú crees? ¡Qué ilusa eres! ¿No sabes que cuándo un hombre busca los favores de una mujer hace hasta lo imposible para lograrlo? Son capaces de bajarles hasta el cielo, y luego de que obtienen lo que desean, te botan como a un trapo viejo —Juliana, al escuchar aquellas palabras, salió llorando.—¡Adrián no es así!—Todos los hombres son de esta manera, incluyendo a mi hijo. Pobre de ti si caíste en sus promesas ¿O pensaste que Adrián realmente te querría a ti como su esposa en vez de a Eva? —Elizabeth soltó una risotada—. Mi hijo jamás te elegiría a ti y eso lo entenderías si vieras a Eva lo hermosa y refinada que es; de saberlo no te hubieras atrevido en poner los ojos en mi hijo; ella sí es digna de él, no una india como tú. Estefanía, tú nunca serás competencia para Eva y Adrián lo sabe —las declaraciones de Elizabeth comenzaron a atormentarme hasta el punto de perder la paciencia.—¡Es uste
En el despacho.—¡Me puedes explicar qué demonios fue lo que acabó de ver en la cocina! —le preguntó Rodolfo a Elizabeth; su voz estaba alterada.—Primero a mí no me alces la voz; esa india es una igualada, ¡mira cómo me ha agredido!… no estoy de acuerdo con que continúe viviendo en esta casa; mándala a los establos o a la barraca, ahí es donde debería estar.—Te recuerdo que esa india como la llamas, es mi hija, y no es ninguna esclava —el recordatorio encendió más la ira de Elizabeth.—¡Tu único hijo es Adrián! ¿Cómo se te ocurre reconocer a esa bastarda como hija? —Alzó la voz.—Elizabeth, ya es suficiente; no voy a caer nuevamente, es ese juego, sabes perfectamente que tanto Adrián como Estefanía deben de saber la verdad, ¡son medios hermanos! Y están enamorados ¿Acaso no quieres ver lo grave de la situación?—¡Tú eres el único culpable por meter en tu cama a esa mujer! Yo aún dudo de que esa andrajosa sea tu hija.—No me hagas soltarte unas cuantas verdades, ¿sé te olvidó que ante
Estefanía. Cuando salía de las barracas, pude captar una conversación de José dónde manifestaba lo sorprendido que aún estaba por lo ocurrido en el bosque; el niño se negaba aceptar que lo que había visto en el bosque fuese falso, entonces decidí entrar en aquella controversia; al verme hizo silencio.—Niña Estefanía perdoné a mi hijo, es muy joven y sus ojos son fáciles de engañar —se disculpó Joaquín al sentirme llegar.—No tienes por qué disculparte, sé que la imaginación de José es grande.—¡No lo imaginé! ¿Por qué quiere ocultar la verdad? El patrón ahuyentó a la bestia con rayos de luz que salían en sus manos —quedé en súbito silencio ante sus palabras; Joaquín volteó a mirarme.—Estefanía, no es por defender a mi muchacho, pero varios esclavos fueron testigos de lo que le pasó al joven la noche del cumpleaños de la patrona.—No sucedió nada Joaquín, solamente estaba tomado.—Casimiro dijo otra cosa; juró que admiró salir marcas extrañas en las muñecas del patroncito y que se a
Horas más tarde.—Vas a tener que ir a cenar con los patrones.—No quiero, prefiero hacerlo aquí con ustedes.—Por Elizabeth no te preocupes, no ha salido después de qué habló con el patrón, así que ve a tu alcoba, yo mando por ti cuando todo esté listo. No le hagas ese desaire al patrón, es la primera vez que quiere cenar en la mesa luego de la muerte de doña Ana —su último comentario me desalmó, no me quedó de otra que aceptar, sin embargo, me dolía la cara apagada de Rosa; su mirada estaba triste y sabía muy bien que era por lo que yo había hecho.Realmente no quería cenar, últimamente mi día a día se había vuelto una tortura, y ahora me embargaba una angustia terrible; luego de que pasara la euforia de la noche junto a él, volvía de retorno a la realidad y las consecuencias; recordar la intimidad de aquella entrega me quemaba las mejillas. Bajé sigilosa y desde los peldaños podía contemplar las figuras de los dos hombres preparándose para cenar, Rodolfo elevó su vista hacia la esc
Estefanía. Llevaba aproximadamente una semana escabulléndome de mi alcoba para dormir en la de Rosa, Rodolfo aún no se daba cuenta, pero Adrián sí. En las noches él se escapaba hasta mi habitación y al no encontrarme, su estado cambiaba, y cuándo trataba de abordarme para pedirme explicaciones, simplemente yo lo eludía, me sentía mal, no quería que él creyera que no lo amaba. Toda aquella actuación era mi escudo en contra de mi debilidad, sabía que con tan solo rozarme yo perdería toda la fuerza de voluntad que tanto me había costado ostentar; también tenía que tomar en cuenta la vigilancia de Rosa. En las noches me era imposible conciliar el sueño; mi alma se debatía en luchas interminables pensando que él estaba en mi alcoba buscándome; aquellos sobresaltos me hacían dar vueltas en la cama pensando en su cara, su sonrisa, la forma en que brillaban sus ojos; él alegraba mi vida haciéndome sentir que sí existían los ángeles, y que era mentira que estos seres celestiales no se podían
—Te conozco Estefanía —pronunció mi nombre logrando que abriera los ojos, ahora frente a mí se mostraba un centenar de arbustos rodeados por una oscura neblina que me dificultaba el mirar. —Cuándo percibo tu aroma, puedo oler tu dolor contenido, sin embargo, en los humanos nada dura para siempre y los dos sabemos que las cosas deben cambiar… muy dentro lo sabes —traté de mover mis piernas, pero estaban muy pesadas, mientras aquella bestia me hablaba, solamente podía invocar a Dios para que me cuidara. —¿Quién eres? —Logré articular. —Lo sabrás cuándo tus miedos remitan… muy pronto se encontrarán y tu prometido; el centinela no lo podrá evitar —una burla estruendosa y maléfica se apoderó de todos los rincones del bosque, los oídos comenzaron a dolerme y la palabra “Centinela” trajo a mí el rostro de Adrián. Entonces temí por él, de la verdad que desconocía y se escondía tras de todo aquel halo oscuro. Sentí las gotas de lluvia rozar mi cara con aquella visión frente a mí; entonces co
—No hagas que me arrepienta, porque no conozco a este hombre que tengo frente a mí — entonces una lágrima comenzó a salir, a Adrián le cambió el semblante y él se acercó a mí.—Estefanía, sé que es un error tratarte así, por favor perdóname, pero es que me enloqueció el no saber por qué huías de mí, luego me entero de lo de Guillermo y mi mente comenzó a imaginar… —en aquel punto lo interrumpí.—¿Y, tu mente no se le ocurrió imaginar otra cosa? Algo como que quizás mi temor es quedar en estado siendo aún una mujer soltera y que me suceda lo que le está pasando a Juliana ¡Yo no me sé cuidar! Todo esto es nuevo para mí, y… — ahora era él quien me interrumpía.—No te va a pasar lo mismo que a Juliana; yo te amo Estefanía, no te abandonaría y si eso sucediera, debes de saber que te irías conmigo hasta qué hallemos el modo de casarnos, cariño ¿Sabes algo? Aunque el matrimonio es un mandamiento que la sociedad dicta, para mí un matrimonio no es solo aquel que está bendecido por la iglesia. N