En el despacho.—¡Me puedes explicar qué demonios fue lo que acabó de ver en la cocina! —le preguntó Rodolfo a Elizabeth; su voz estaba alterada.—Primero a mí no me alces la voz; esa india es una igualada, ¡mira cómo me ha agredido!… no estoy de acuerdo con que continúe viviendo en esta casa; mándala a los establos o a la barraca, ahí es donde debería estar.—Te recuerdo que esa india como la llamas, es mi hija, y no es ninguna esclava —el recordatorio encendió más la ira de Elizabeth.—¡Tu único hijo es Adrián! ¿Cómo se te ocurre reconocer a esa bastarda como hija? —Alzó la voz.—Elizabeth, ya es suficiente; no voy a caer nuevamente, es ese juego, sabes perfectamente que tanto Adrián como Estefanía deben de saber la verdad, ¡son medios hermanos! Y están enamorados ¿Acaso no quieres ver lo grave de la situación?—¡Tú eres el único culpable por meter en tu cama a esa mujer! Yo aún dudo de que esa andrajosa sea tu hija.—No me hagas soltarte unas cuantas verdades, ¿sé te olvidó que ante
Estefanía. Cuando salía de las barracas, pude captar una conversación de José dónde manifestaba lo sorprendido que aún estaba por lo ocurrido en el bosque; el niño se negaba aceptar que lo que había visto en el bosque fuese falso, entonces decidí entrar en aquella controversia; al verme hizo silencio.—Niña Estefanía perdoné a mi hijo, es muy joven y sus ojos son fáciles de engañar —se disculpó Joaquín al sentirme llegar.—No tienes por qué disculparte, sé que la imaginación de José es grande.—¡No lo imaginé! ¿Por qué quiere ocultar la verdad? El patrón ahuyentó a la bestia con rayos de luz que salían en sus manos —quedé en súbito silencio ante sus palabras; Joaquín volteó a mirarme.—Estefanía, no es por defender a mi muchacho, pero varios esclavos fueron testigos de lo que le pasó al joven la noche del cumpleaños de la patrona.—No sucedió nada Joaquín, solamente estaba tomado.—Casimiro dijo otra cosa; juró que admiró salir marcas extrañas en las muñecas del patroncito y que se a
Horas más tarde.—Vas a tener que ir a cenar con los patrones.—No quiero, prefiero hacerlo aquí con ustedes.—Por Elizabeth no te preocupes, no ha salido después de qué habló con el patrón, así que ve a tu alcoba, yo mando por ti cuando todo esté listo. No le hagas ese desaire al patrón, es la primera vez que quiere cenar en la mesa luego de la muerte de doña Ana —su último comentario me desalmó, no me quedó de otra que aceptar, sin embargo, me dolía la cara apagada de Rosa; su mirada estaba triste y sabía muy bien que era por lo que yo había hecho.Realmente no quería cenar, últimamente mi día a día se había vuelto una tortura, y ahora me embargaba una angustia terrible; luego de que pasara la euforia de la noche junto a él, volvía de retorno a la realidad y las consecuencias; recordar la intimidad de aquella entrega me quemaba las mejillas. Bajé sigilosa y desde los peldaños podía contemplar las figuras de los dos hombres preparándose para cenar, Rodolfo elevó su vista hacia la esc
Estefanía. Llevaba aproximadamente una semana escabulléndome de mi alcoba para dormir en la de Rosa, Rodolfo aún no se daba cuenta, pero Adrián sí. En las noches él se escapaba hasta mi habitación y al no encontrarme, su estado cambiaba, y cuándo trataba de abordarme para pedirme explicaciones, simplemente yo lo eludía, me sentía mal, no quería que él creyera que no lo amaba. Toda aquella actuación era mi escudo en contra de mi debilidad, sabía que con tan solo rozarme yo perdería toda la fuerza de voluntad que tanto me había costado ostentar; también tenía que tomar en cuenta la vigilancia de Rosa. En las noches me era imposible conciliar el sueño; mi alma se debatía en luchas interminables pensando que él estaba en mi alcoba buscándome; aquellos sobresaltos me hacían dar vueltas en la cama pensando en su cara, su sonrisa, la forma en que brillaban sus ojos; él alegraba mi vida haciéndome sentir que sí existían los ángeles, y que era mentira que estos seres celestiales no se podían
—Te conozco Estefanía —pronunció mi nombre logrando que abriera los ojos, ahora frente a mí se mostraba un centenar de arbustos rodeados por una oscura neblina que me dificultaba el mirar. —Cuándo percibo tu aroma, puedo oler tu dolor contenido, sin embargo, en los humanos nada dura para siempre y los dos sabemos que las cosas deben cambiar… muy dentro lo sabes —traté de mover mis piernas, pero estaban muy pesadas, mientras aquella bestia me hablaba, solamente podía invocar a Dios para que me cuidara. —¿Quién eres? —Logré articular. —Lo sabrás cuándo tus miedos remitan… muy pronto se encontrarán y tu prometido; el centinela no lo podrá evitar —una burla estruendosa y maléfica se apoderó de todos los rincones del bosque, los oídos comenzaron a dolerme y la palabra “Centinela” trajo a mí el rostro de Adrián. Entonces temí por él, de la verdad que desconocía y se escondía tras de todo aquel halo oscuro. Sentí las gotas de lluvia rozar mi cara con aquella visión frente a mí; entonces co
—No hagas que me arrepienta, porque no conozco a este hombre que tengo frente a mí — entonces una lágrima comenzó a salir, a Adrián le cambió el semblante y él se acercó a mí.—Estefanía, sé que es un error tratarte así, por favor perdóname, pero es que me enloqueció el no saber por qué huías de mí, luego me entero de lo de Guillermo y mi mente comenzó a imaginar… —en aquel punto lo interrumpí.—¿Y, tu mente no se le ocurrió imaginar otra cosa? Algo como que quizás mi temor es quedar en estado siendo aún una mujer soltera y que me suceda lo que le está pasando a Juliana ¡Yo no me sé cuidar! Todo esto es nuevo para mí, y… — ahora era él quien me interrumpía.—No te va a pasar lo mismo que a Juliana; yo te amo Estefanía, no te abandonaría y si eso sucediera, debes de saber que te irías conmigo hasta qué hallemos el modo de casarnos, cariño ¿Sabes algo? Aunque el matrimonio es un mandamiento que la sociedad dicta, para mí un matrimonio no es solo aquel que está bendecido por la iglesia. N
—Cómo te atreves a culparme de que puedo causarle mal a Adrián, ¡cuándo lo que hago es amarlo!—Si tanto lo amas, déjalo que se vaya, porque en esta hacienda ya se están mostrando las señales del mal; él estará mucho mejor con Eva que contigo. Tú estás m*****a, el mal te ha escogido.—¿De qué hablas Elizabeth? Me estás dejando muy en claro que detrás de tus palabras disfrazadas, algo nefasto se oculta ¡No me mientas, tú acabas de ver a ese demonio que también he visto yo! Tu mirada lo grita, así que no me lo niegues… Y si yo estoy m*****a, tú también lo estás porque al igual que yo, lo has advertido —la reclamé mientras los demás nos miraban mudos y confundidos por no entender el porqué de la discusión.—¡Cállate y no me tutees! —sacó nuevamente su escudo.—¿Quién es Nahe? Te oí pronunciar ese nombre extraño, porque me imagino que es un nombre —apenas mencioné aquel nombre, a Elizabeth le cambió la mirada, pero aquella luz en sus ojos se apagó rápidamente y la rabia resurgió.—¡Voy a a
—Lo que sucedió aquella noche no lo tengo muy claro —manifestó aun mostrando dudas antes los hechos—. Tengo fe de que hallaremos respuesta, pero lo más importante para mí en este momento es que estás a mi lado —Adrián me besó en la frente. —Quería venir de antemano, pero decidir tomar un baño; no quería tocarte con todas estas suciedades que traje de afuera —no dije nada, a decir verdad, Adrián no me dejó tiempo de hablar, apenas entre abrí los labios, fue más que suficiente para que él posara los suyos sobre los mío. Quitando seguidamente la faja de mi bata, me rodeó por la cintura y me aferró a él con fuerza. Sus manos se fueron deslizando por mi espalda mientras su boca cálida abandonaba la mía para recorrerme el cuello con ferocidad.—Adrián —pronuncié su nombre en voz baja, él entendió mi débil protesta y me elevó entre sus brazos para llevarme a la cama.Adrián se desnudó, bajó la luz de las velas, su silueta fantástica se iba mostrando ante mis ojos pudorosos que aún no se acos