Estefanía.Antes de la partida de Adrián.El padre Arístides había ido a la finca por petición de Rodolfo. Sus visitas se iniciaron semanas antes de qué Adrián partiera hacia España; Rodolfo decidió que no estaba de más llamar al padre por lo sucedido en la hacienda, la muerte del esclavo había sido espantosa y sin contar los sucesos extraños que se habían venido dando después del trágico incidente. Guillermo Aristiguieta se había sumado a la inspección, causando qué mi angustia se acrecentara, no deseaba qué más personas apreciadas fueran dañadas por las fuerzas malignas que rondaban los Álamos.Rodolfo y Adrián llevaron al sacerdote hacía las barracas para pedirles qué bendijera la tumba del desdichado.—¡No basta solamente con bendecirlo! —dijo el hombre sin inmutarse. —Deben desterrar lo qué quedó de él y quemar sus restos —todos los presentes quedamos sin habla, y la imagen qué me acompañaba desde niña de Pedro muriendo, regresó; sus gritos aún me despertaban por la noche.—¿Es n
Rodolfo se quedó observando por la ventana mientras se servía otro trago, quería ahogar su arrepentimiento, su cobardía del pasado qué ahora le pasaba factura, sus dos hijos se habían enamorado. Si tan solo hubiera declarado la verdad desde un principio, si no le hubiera prohibido a su madre revelar aquel secreto, las cosas no serían tan complicadas como lo eran ahora.Los pensamientos torturadores de Rodolfo se disiparon cuándo tocaron a la puerta de la biblioteca, para anunciarle qué el padre Arístides había llegado.—¿Desea un café? —Le ofreció Rodolfo al padre, que ya había tomado asiento.—Si no es molestia.—Claro que no —dijo rápidamente, y seguidamente le pidió a la muchacha que esperaba atenta que fuera por café. La mujer ya había colocado la bandeja sobre la mesa, luego salió del despacho; el párroco tomó la tasa ya servida y se la llevó a los labios.—Disculpe que no lo acompañe con el café, pero hace rato me serví unos tragos de Whisky —el padre Arístides elevó la mirada p
—¡Vaya! Quien diría que esa niña delgaducha que no se separaba de las faldas de doña Ana cuándo iba a misa, se transformaría en una mujer… —el hombre exhaló antes de completar la frase —, tan hermosa, pero sobre todo tan voluptuosa —quedé sin habla con mi rostro erguido mientras Edmundo tomaba su agua; luego giró para salir de la cocina al notar la molestia en mi rostro, pero antes de cruzar la puerta volvió a girar hacia mí.—¡Qué dichoso será el hombre qué monte a tan magistral yegua! —manifestó y luego sonrío dejando ver un diente de oro.—¡Desgraciado canalla! —riñó Rosa, pero la tomé del brazo para que se calmara, hasta que Edmundo salió.—Rosa cálmate —dije apenas el hombre desapareció.—¿Cómo me pides eso niña? ¡Ese hombre te acaba de faltar el respeto! Debes decírselo al patrón.—No Rosa, él tiene demasiados problemas cómo para yo llegarle con otro.—Aun así, debes hacerlo, no me gustó lo qué te dijo.—Si eso te tranquiliza, te prometo qué sé lo diré en el momento más adecuado
Estefanía.La noche había llegado, ya faltaban solamente horas para que terminara este día, y realmente así lo deseaba; desde qué Adrián partió, anhelaba que las horas pasaran volando. Entré en mi recámara, no podía evitar estar triste, hasta los momentos no tenía noticia de él, de que si había llegado bien o si ya enfrentaría a Eva, esa situación me turbaba. Giré y quedé frente a la repisa, recordando aquellas noches de amor cuándo él irrumpía en mi habitación.El pequeño ángel parecía mirarme, entonces me acerqué y tiré de la flecha hasta que el pasaje secreto se abrió, la nostalgia se apoderó aún más de mí y entré recordando cómo Adrián llegaba a mí a través del pasadizo; antes de entrar por completo tomé una lámpara para examinar la pequeña ruta. Me adentré, era poco profunda, solamente unos cuantos pasos para llegar a la habitación de mi madrina, pero noté algo qué me llamó la atención, en el piso había una marca circular grande y algo profunda, me agaché para apreciar mejor el d
España, 19 de diciembre de 1707.Isabel ya sonreía y todo en la casa estaba en total normalidad, poco quedaba de la muchacha triste que había llegado aquel 16 de septiembre; ahora se le notaba más plácida. Sin embargo, aunque me gustaba verla sonreír, me costó aceptar que su notoria felicidad era por el nuevo extraño, un aristócrata recién llegado de viajar por toda Europa. Todos, incluyendo mi padre, estaban fascinados por el joven o mejor dicho por el pretendiente de mí prima; no podía evitar sentir celos, ya Isabel no jugaba conmigo en el jardín, ni me contaba historias fantásticas de guerreros en batallas, por el contrario, me había ganado una reprimenda y una paliza por parte de mi padre, por haberle derramado el agua a Damián Alameida, ese era su nombre.Recuerdo qué Isabel no me hablaba, por varios días estuvo molesta conmigo; mi madre trató de justificar mi actitud alegando que eran celos de primo; tenía razón, pero también era verdad qué Damián era un ser malvado, eso lo intu
España, 28 de enero de 1708. La hacienda cada vez era más productiva; mi padre había decidido viajar hacia tierras lejanas, se le había metido en la cabeza qué quería levantar otra finca en América Latina; estaba maravillado por las historias qué había oído de los majestuosos paisajes y las riquezas de aquellas tierras; sin embargo, mi madre se había opuesto, no quería un viaje ahora, alegando que Isabel pronto se casaría; eso me enfermaba, sabía qué Isabel le temía ferozmente a ese matrimonio, pero era incapaz de romper el compromiso por la sociedad, los prejuicios de la gente, la aristocracia ¡Todo estaba en contra! Una mujer qué rompe un compromiso ya nadie querrá desposarla ¡Maldita sociedad! Si tan solo ella hubiese tenido el valor, si me hubiese esperado, yo me habría casado con ella sin pensarlo; tan solo me llevaba cinco años; no lo podía evitar, quería a mí prima… estaba perdidamente enamorado de ella, y no existió día en mi existencia qué no la recordará. España, 2 de febr
—¡Dios mío! —exclamó mi padre aun aferrándome a él. Mi tío Diego trataba de bajar a Isabel del árbol hundido en un dolor enloquecedor, fue entonces cuando mi padre me soltó para detenerlo.—¡No quiero que la vean así! —gritaba mi tío Diego—. Hija, mi niña… ¡Dios mío, por qué has permitido esto! Isabel… ¡Acaso no pensaste en el dolor que nos causarías! —continuaba manifestando su dolor, luego de aquello, duré días sin hablar.Las investigaciones estaban a la orden del día, oficiales entraban y salían de la mansión; aquel nefasto accidente se había corrido cómo pan caliente entre los habitantes cercanos y amigos, qué se llegaron a la casa para preguntar, al igual que los comentarios, cómo el que Isabel no podía ser enterrada en tierra santa o bendecida por el padre por el hecho de que ella misma se había quitado la vida. Desgraciadamente, ese era el chisme que más circulaba, también otros cómo qué Damián Alameida la había dejado embarazada y por tal motivo sé había quitado la vida. Lo c
Ese ser se unió a ella dándole hijos con herencia semi humana; a estas criaturas las llamaron “Híbridos”; los híbridos tuvieron hijos, y estos hijos otros más hasta irse esparciendo por la tierra, creando una nueva raza de bestias bebedoras de sangre qué comían carne humana; los centinelas intervinieron y acabaron con muchas de estas criaturas y por largos años creyeron haber limpiado la tierra de estas aberraciones. Hubo una purga profunda, pero por desgracia aquello no termino ahí. Aparecieron nuevos descendientes que ya no se convertían en criaturas malignas, no obstante, poseían dones sobrenaturales; aquí vivieron ocultos y todos eran machos, hasta qué mucho tiempo después, cuando los astros se alinearon, una niña nació; esa niña tenía el mismo lunar qué yo poseo; ese lunar es la marca qué indica que somos elegidas y que podemos engendrar hijos de estas criaturas qué no son humanas. Esa niña se hizo mujer y le dio a la bestia lo que él deseaba… un hijo.—Las marcadas no solamente