Bienvenidos a un nuevo capítulo del ORIGEN DE MALENA. Como siempre les pido amen la historia y háganla suya...
Momentos más tarde. Me tambaleé hasta su cama, mis piernas no respondían mis órdenes. Rodolfo se levantó de la silla que reposaba cerca del médico que hacía la carta de defunción, los dos hombres, al verme, se apartaron para que yo me acercara a ella. La expresión de mi rostro logró que Rodolfo volviera a llorar.Tomé sus manos entre las mías, estaban sin el calor habitual que tantas veces me arropó y acarició. Aquel contacto logró desvanecerme y sentí un fuerte golpe en la boca de mi estómago.—Me dejaste sola… Esto me parece un mal sueño. Hace apenas unos días te tenía y ahora ya no estás —logré decir con dificultad. Mis palabras me dolieron y me abrieron desde adentro como si se tratasen de cuchillas. Sentí la mano de Rodolfo posarse sobre mi espalda. El doctor decidió salir para dejarnos a él y a mí, vivir el dolor qué nos embargaba y nos unía.—Siento que me muero —rompí a llorar nuevamente y me fui sobre el cuerpo de mi madrina. Lloré desconsoladamente sobre su pecho sin vida, s
Desperté de golpe y con la respiración agitada. Arrodillado cerca de mí estaba Adrián con los ojos cerrados murmurando palabras que no entendí. Tenía su mano puesta sobre mi frente. —Adrián, ¿qué haces aquí? —Le pregunté. Él abrió los ojos—. ¡Debo estar soñando aún! —fue mi primera reacción al ver sus ojos negros cambiando a verdes y brillantes—. ¿Dios mío, quién eres? —Inquirí levantándome rápidamente de la cama. Él no respondió, estaba como ido y frente a mis ojos el verde de los suyos, se fue apagando para volver a poseer su color natural. Permanecí sin habla ante aquella visión. Adrián perdió el conocimiento. Lo tomé en mi regazo y coloqué su cabeza sobre mi falda. Estaba caliente; entonces acerqué una almohada y sé, la coloqué debajo de la cabeza y fui rápidamente a buscar agua. Escuché los cánticos de las oraciones que elevaban en nombre de mi madrina, cuyas letanías me devolvieron a la única realidad que en ese momento me importaba: ¡Ella estaba muerta! Rosa subía en pasos ap
Estefanía. Un mes después. Estefanía, estoy preocupada por ti —dijo Rosa, extendiéndome una taza de café. —Ya no me interesa que Elizabeth continúe amargándome la existencia. Sin mi madrina esta casa ya no es la misma… —mis palabras eran apagadas. —Aun así, mi preocupación es profunda. Niña no quiero que esa mujer te haga daño, la escuché hablando con el patrón sobre la tal Eva. En el momento en que aquel nombre salió de los labios de Rosa, me levanté rápidamente de la silla. —¿Qué dijo? —Mi voz era apremiante. —Quiere invitarla a qué venga por una temporada y conquiste al joven… —sentí palidecer al oír eso. —¿Y qué contestó Rodolfo? —Él no está de acuerdo, dijo que la muerte de su madre estaba muy reciente como para traer invitados —su respuesta me devolvió la paz; sin embargo, ya sabía que Elizabeth venía con todo. Rosa se sirvió café, bebió un buen sorbo y continuó: —También oí cuando le pidió contratar a un nuevo capataz. Dijo que con el que está no basta ¡Sabrá Dios con
—Claro que no me importa. Lo que tú me has dado no se compara con todo el dinero del mundo —sus palabras me calmaron y el sosiego hizo acto de presencia. Sin embargo, el frío de su partida continuaba fustigando mi alma. —Sabes Estefanía, en un momento valoré la idea de tomarte y llevarte conmigo, de huir juntos y mandar al diablo a todos… no sabes cuánto he luchado contra este instinto y más ahora después de lo que sucedió en el río. Sentí esa pasión tan ferviente con solo sentir tu cuerpo junto al mío, no puedo imaginar cómo me sentiré cuando te haga mía. Esta noche podría dejar ganar mi corazón, porque por la manera en que me siento podría perder el control; tomarte en mis brazos y nunca soltarte —su declaración logró sonrojarme, él posó su mano sobre mi mejilla, su tacto logró qué cerrara los ojos. —Solamente puedo preguntarme cómo me haría sentir tocarte sin limitaciones, pero si aprovecho esa oportunidad correría el riesgo de dañarte, así que debo guardar esto para mí. Mi amor
Quedé petrificada, pendida de la escena, era como si aquella luz, qué brotó de Adrián, desterraba la oscuridad que yacía en el cuerpo de aquel animal. La forma se evaporó muy rápido de las manos de Adrián, despidiendo un humo negro que se elevó dejando una estela a su paso y un gemido lamentoso. Adrián cayó exhausto al piso, José y yo fuimos a su encuentro y lo abrazamos con la mente confusa.—¡Patrón, nos ha salvado! Eso no era un animal, era un demonio —manifestó, el muchacho aun temblando.—Debemos avisar a los demás trabajadores y alertarlos, hay que revisar el perímetro —dije con el alma aún en la boca. —O traer a un sacerdote para que bendiga el lugar.—No hallarán nada —dijo por fin Adrián, dejándome oír su hermosa voz —Esa cosa no era un animal, ustedes mismos lo vieron.—Tampoco usted lo es… Usted no es humano completamente —manifestó el muchacho. Adrián miró a José y le dijo: —No quiero que vengas más de noche por aquí. —Entiendo, patrón, no se preocupe —le respondió.—¿Adri
No quise apagar las velas de mi alcoba, estaba muy nerviosa y pensativa. Me aferré a mi edredón tratando de calmarme, pero el miedo no se iba. Cerré los ojos para dormir, pero lo que logré fue ver nuevamente la imagen de Adrián enfrentándose a aquella bestia, luchando como una fiera para protegernos a José y a mí… “¿Quién eres Adrián Álamo?” Era una pregunta que no se iba de mi mente y que no tenía respuesta.Poco a poco y en contra de todo pronóstico, sentí que el sueño llegó. Estaba entre la delgada línea del sueño y el estado consciente, cuando a lo lejos escuché el vals que bailé junto a Adrián en el cumpleaños de mi madrina. Mis ojos viajaron en aquel mar de recuerdos grabados en mi inconsciente. Me vi bailando con el hombre que amaba y desde la distancia, mi madrina me contemplaba sonriente, sentada alrededor de la mesa principal, junto a Rodolfo y Libia Aristimundo. Ella alzó su copa, me sonrió y me dijo: “¡Sé feliz! Deja que el amor te envuelva.” Leí esa frase en sus labios y
Acerqué la lámpara y alumbré su espalda.—¡Es increíble! —susurré al ver las marcas ya cicatrizadas, cómo si llevasen semanas y no horas. Algunas se borraron dejando la piel intacta.—Vi cómo una leve luminosidad salía de tus heridas —le dije mientras lo examinaba.—No sabía que también brillaran, al parecer para ese momento ya no soy yo, me transformo en otra cosa —me respondió con ironía.—No, Adrián, no eres otra cosa. Si los seres celestiales son como los describen, entonces déjame declararte que cuando eso te sucede, eres como un ser celestial y no como un monstruo, como pretendes insinuar.—Los seres que contemplo en mis sueños desprenden luz de sus dedos y ojos, y ningún hombre normal hace eso. Parecen más bien personajes de cuentos. Esas criaturas me llaman, pero yo les doy la espalda y termino huyendo.—Si tienen luz no deben de ser malos ¿No crees? Ya sabes por lo que mencionan, qué todo lo que tiene luz es bueno —razonaba con él, sin embargo, Adrián permaneció en silencio—.
—Me has hecho descubrir esta noche de lo que estoy hecha; nunca lo sabes hasta que abres tu corazón para recibir como ahora lo hago yo.—Como ahora lo hacemos —me corrigió.Ya las cartas estaban echadas, yo había decidido entregarme sin límites, Adrián al sentir que me relajaba, hundió todo su ser por completo y un dolor ardoroso me inmovilizó causando que me abrazara con fuerza a su espalda, Adrián hizo lo mismo.—No te muevas por favor —le pedí.—No lo haré, pero confía en mí —y con movimientos aún más suaves e infinita ternura, él hacía que yo me fuese acoplando.Poco a poco los movimientos se fueron haciendo más rápidos, Adrián me besaba con pasión moviéndose contra mí, yo a pesar de sentir incomodidad hice lo mismo; salía a su encuentro tratando de seguirle, él pasó, mi respuesta lo enloqueció, ya nuestros cuerpos eran uno.—Te amo Estefanía, te amo…, te amo con toda mi alma —susurraba, entonces cuándo más nos fundíamos, él encontró la forma de qué me viera a través de él, como si