LO DENSO SE DISIPA.

Giré y fui directo hacia la cocina. No podía percibir cómo la música comenzaba a sonar y los invitados retomaban la algarabía y la felicidad de la ocasión. La opulencia era como oro ante sus ojos, logrando que la tormenta se olvidara de sus mentes. Me tomé una copa y me alejé del bullicio. Necesitaba un trago con urgencia, aquella casa me parecía tan amplia. Bebí un trago largo mientras mis pensamientos se enfrentaban con mi corazón. Rosa no salía de mi cabeza y su mirada era luz.

—Los que somos fuertes debemos superar las dificultades de los débiles y no agrandarnos a nosotros mismos. Los que somos fuertes en la fe, debemos aceptar las debilidades de aquellos que son menos fuertes y no buscar lo que a nosotros mismos nos agrada —esas palabras de Rosa aparecían una y otra vez en mi cabeza. Volví a tomarme otro trago, experimentando la sensación de que demasiado viví entre aquellos que odian la paz. Sentí mucha ganas de llorar y su presencia llegó. “A ti, Arturo, yo te contempla
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