—¿No crees que me precipité en casarme con Arturo, Mariana? —Estefanía, soy de aquellas personas que piensan que si las cosas ocurren es por algo, y odio tener que decirte esto, pero vas a tener que esforzarte. —Lo sé —manifesté con tristeza—, pero me está costando excesivamente. —Arturo es guapo y rico, pero eso no es suficiente, ¿verdad? —¡Supones que solo lo acepté por su atractivo físico y su riqueza! —No quise decir eso; sin embargo, sí considero que en parte lo hiciste. Te lo aceptaste debido a algo peor: para colocar un escudo y sentirte protegida, para no caer en tentación. Por lo que has pasado, es de comprender que te sientas vulnerable ante un mundo tan hostil. —Mira cómo comienzo mis primeras horas de casada, haciéndolo rabiar. —Todavía estás a tiempo de arreglarlo, ¡Ve a su habitación que ahora es tuya también! —permanecí en silencio ante su idea—. ¿Cómo es posible que tu esposo tuvo que venir a buscarte en la habitación de huéspedes? —siguió rep
Una semana después de la boda. ¡No veo bien a Rosa! —Rodolfo no paraba de pasar su mano por la frente de María y ella no podía aguantar sus lágrimas. Milton ingresó a la sala con el doctor junto a él. —¡Gracias a Dios está aquí! Por favor, revise a Rosa. —No perdamos más tiempo y vayamos. Al ver a Rosa, el doctor se sorprendió. Era asombroso que en una semana hubiera envejecido tanto como si hubiese transcurrido veinte años sobre ella. —¿Ahora comprende mi asombro, doctor? —exclamó Rodolfo al ver la cara del galeno. —Por supuesto que lo veo —respondió el médico, sacando sus instrumentos para examinar a la paciente. —¿Cuándo empezó este deterioro? —Ella se mostró muy triste cuando mi hija se casó con el conde Dómine, pensé que era melancolía, pero días después de su boda, Rosa comenzó a desmejorarse y verse cada vez más acabada. —Entiendo y, por cierto, felicitaciones por el matrimonio de su hija, mejor partido no pudo conseguir —al pronunciar aquellas palabr
—Al diablo, con las probabilidades de que él naciera o no, ¡la verdad es que él nació! ¡Ahora la sacrificada es mi hija! —Adrián sintió que Rodolfo tenía razón, sin embargo, se mantuvo en silencio. —Ella aún no ha sido sacrificada. Rosa, tu cocinera ha lanzado un hechizo sobre Estefanía y por eso está muriendo. Arturo la contaminó de veneno oscuro al descubrir lo que había hecho. El conjuro que ella lanzó no es fuerte, pero nos dará tiempo. Podemos salvarla —Nahe apoyó una mano sobre el hombro de Rodolfo, quien lo miraba con ojos doloridos—. Rodolfo, debo ser sincero contigo, todo puede caer si él le engendra un hijo; sin embargo, si Estefanía es como Isabel y rechaza la oscuridad que Arturo le ofrece, podemos sacárselo sin matarla, pero quedaría estéril, no podrá engendrar jamás. —«Oh, Dios mío», la voz de Rodolfo sonó aterrada, entonces una vez más, pensó que hubiera sido mejor que no le hubiesen devuelto su memoria. En ese instante rogó por la ignorancia. —Hay sociedades s
—Al diablo, con las probabilidades de que él naciera o no, ¡la verdad es que él nació! ¡Ahora la sacrificada es mi hija! —Adrián sintió que Rodolfo tenía razón, sin embargo, se mantuvo en silencio. —Ella aún no ha sido sacrificada. Rosa, tu cocinera ha lanzado un hechizo sobre Estefanía y por eso está muriendo. Arturo la contaminó de veneno oscuro al descubrir lo que había hecho. El conjuro que ella lanzó no es fuerte, pero nos dará tiempo. Podemos salvarla —Nahe apoyó una mano sobre el hombro de Rodolfo, quien lo miraba con ojos doloridos—. Rodolfo, debo ser sincero contigo, todo puede caer si él le engendra un hijo; sin embargo, si Estefanía es como Isabel y rechaza la oscuridad que Arturo le ofrece, podemos sacárselo sin matarla, pero quedaría estéril, no podrá engendrar jamás. —«Oh, Dios mío», la voz de Rodolfo sonó aterrada, entonces una vez más, pensó que hubiera sido mejor que no le hubiesen devuelto su memoria. En ese instante rogó por la ignorancia. —Hay sociedades s
Estefanía. «Cuando tu alma esté cansada y tu corazón débil, invoca mi nombre Estefanía, piensa en mí como si fuera un rayo de sol que va entrando por tu ventana… ¿Podría imaginarlo en un prado lleno de flores? Ahora, ¡correr por ese prado! ¿Podrías verme aquí cerca de ti?» — La voz de Adrián apareció en mi mente, dándome instrucciones para sobrevivir del dolor. Me sentí tranquila y con una sensación de tranquilidad al escucharlo —Podrás encontrarme en este lugar hasta que tus lágrimas se agoten. —Desperté de inmediato y, al hacerlo, experimenté un dolor intenso en toda la parte del cuerpo, como si hubiera sido víctima de un gran golpe. La sensación de malestar no fue únicamente un síntoma de descontento, ya que se acompañaba de una debilidad intensa que me dificultaba levantarme de la cama. No obstante, como pude, me levanté. Me di cuenta de que llevaba puesto un camisón de dormir, así que me fui hacia el espejo de la peinadora y empecé a revisarme minuciosamente. No encontré ni
—Se encuentra en frío, condesa, y puede pescar un resfriado, recuerde que no ha estado muy bien de salud —giré para encontrarme con el rostro de Istvan. —¡Nunca más se atreva a ponerme una mano encima! —Disculpe, no era mi intención molestarla, pero llevo rato buscándola y parecía que se había perdido. —No lo escuché —respondí seca. —Eso lo dejó meridianamente claro, por eso me atreví a hacer lo que hice. —No dije nada ante su explicación—. Mariana fue a buscarla a su camarote, pero ya no estaba. —Quería salir, como verá, tantos días inconscientes, ya me estaban volviendo una muerta viviente y quería estar a solas con mis pensamientos, conocer el barco… Algo que el láudano no me había permitido hacer —Istvan sonrió. —¡Vaya! ¿De verdad le caigo tan mal? —Debo reconocer que usted, Barón Pierre, no es de mi agrado —le expresé con toda la sinceridad posible—. —No obstante, condesa, seguiré intentando obtener su confianza y también quiero felicitarla por la forma
Momentos más tardes. El capitán nos esperaba con una botella de champán. Junto a él se encontraban Mariana e Istvan. —Cariño, conoce a Francisco Aragón, capitán del barco. —Es un placer condesa —seguidamente besó mi mano—. Espero que el camarote que le brindé a su esposo sea de gran calidad, ya que es uno de los más valiosos después del mío. —No se inquiete, el camarote ha sido de mi agrado, le estoy muy agradecido por su atención. —Se trata de lo menos que puedo hacer por ustedes. Su esposo, presente en este lugar, me ha hecho muchos favores, y créame, no me podría costear la vida entera para pagarle y mi deseo es que se sientan cómodos durante la travesía. —Como prueba, mi esposa se recuperó satisfactoriamente —manifestó Arturo, no opiné nada y detallé a Francisco Aragón; era un hombre elocuente, de buenos modales y buen vestir, llevaba una fragancia delicada, que era agradable al olfato. —Me complace oírlo —dijo Francisco con una sonrisa amable en sus labios, e
Se interrumpió el sonido de la música; Francisco les dio vino a los oficiales como muestra de agradecimiento, los hombres se marcharon sonrientes. —Ha sido una velada maravillosa —dijo Mariana agradeciendo a Francisco—, pero es hora de retirarnos, necesito descansar —Istvan hizo lo mismo. —¿Le gustó la velada a usted, condesa? —se dirigió a mí. —La experiencia fue muy agradable, pero al igual que Mariana deseo disfrutar del descanso. —Entonces quedó satisfecho, sigan disfrutando de la travesía, mi barco es suyo —seguidamente tomó mi mano y la besó, a Arturo le dio un apretón de mano. —¿No deseas que envíe a tu camarote alguna bebida? Tengo vinos de buena cosecha —Arturo permaneció un instante en silencio mientras Francisco le recomendaba algunos nombres de los vinos más finos. Me contempló y una sonrisa tierna se le escapó, una sonrisa que no creí que poseyera y que más tarde no volvió a aparecer. ——¿Tendrás una botella de Absenta? —Francisco enarcó una ceja ante la