Giré y fui directo hacia la cocina. No podía percibir cómo la música comenzaba a sonar y los invitados retomaban la algarabía y la felicidad de la ocasión. La opulencia era como oro ante sus ojos, logrando que la tormenta se olvidara de sus mentes. Me tomé una copa y me alejé del bullicio. Necesitaba un trago con urgencia, aquella casa me parecía tan amplia. Bebí un trago largo mientras mis pensamientos se enfrentaban con mi corazón. Rosa no salía de mi cabeza y su mirada era luz. —Los que somos fuertes debemos superar las dificultades de los débiles y no agrandarnos a nosotros mismos. Los que somos fuertes en la fe, debemos aceptar las debilidades de aquellos que son menos fuertes y no buscar lo que a nosotros mismos nos agrada —esas palabras de Rosa aparecían una y otra vez en mi cabeza. Volví a tomarme otro trago, experimentando la sensación de que demasiado viví entre aquellos que odian la paz. Sentí mucha ganas de llorar y su presencia llegó. “A ti, Arturo, yo te contempla
—Me temo, querida, que deberá aprender a beber en abundancia —sus ojos brillaron de forma maligna y podía jurar que pude ver el mal en la profundidad de sus pupilas. —En su nueva familia, se añaden excesos en bebidas, especialmente si son de buena calidad. Estoy consciente de que no debo decirlo, pero habrá muchísimos más vinos y licores de diferentes variedades en la fiesta de bienvenida que la madre de Arturo les tiene preparada. En cuanto a celebraciones, la condesa madre es extravagante; créeme que la recepción que está organizando para vosotros será digna de reyes y, más, teniendo en cuenta que Arturo es su único hijo. Sinceramente, considero mi dulce dama, que deberá prepararse para la aristocracia, ya que ese será tu nuevo mundo; y a esa velada irá lo mejor de la sociedad de Londres. Sin embargo, le aclaro que no debe dejar que la intimiden; Arturo me comentó sobre la fluidez de su elocuencia y desenvolvimiento, al igual que el gran talento que posees para tocar el piano —quedé
Estefanía. Nunca imaginé que me dolería tanto despedirme de Rodolfo y de Libia. En el momento en que los brazos de mi padre me envolvieron, deseé irme con él y dejar esta farsa que yo misma había propiciado. —Muy pronto nos veremos, hija mía, que Dios te bendiga —dijo mientras continuaba ostentándome en su abrazo. —Promete escribirnos —agregó Libia. —Por supuesto que lo haré, nunca lo pongas en duda —les prometí. —Cómo pasa el tiempo, tú inicias tu propia familia y nosotros nos volvemos más viejos —sonrío mi padre depositando un beso en mi frente, luego extendió su mano para dársela al conde y le dijo: —Cuídala bien, te llevas a mi niña, lo que me quedó del amor de mi vida. —La protegeré con mi propia sangre. Más tarde, como a las dos de la tarde, partiremos a Londres; si desea visitar a mi esposa antes de partir, será bien recibido. —Estaré aquí sin falta —luego de aquellas palabras, el cochero trajo el carruaje. Mi padre se despidió junto a Libia. No pude a
—¿No crees que me precipité en casarme con Arturo, Mariana? —Estefanía, soy de aquellas personas que piensan que si las cosas ocurren es por algo, y odio tener que decirte esto, pero vas a tener que esforzarte. —Lo sé —manifesté con tristeza—, pero me está costando excesivamente. —Arturo es guapo y rico, pero eso no es suficiente, ¿verdad? —¡Supones que solo lo acepté por su atractivo físico y su riqueza! —No quise decir eso; sin embargo, sí considero que en parte lo hiciste. Te lo aceptaste debido a algo peor: para colocar un escudo y sentirte protegida, para no caer en tentación. Por lo que has pasado, es de comprender que te sientas vulnerable ante un mundo tan hostil. —Mira cómo comienzo mis primeras horas de casada, haciéndolo rabiar. —Todavía estás a tiempo de arreglarlo, ¡Ve a su habitación que ahora es tuya también! —permanecí en silencio ante su idea—. ¿Cómo es posible que tu esposo tuvo que venir a buscarte en la habitación de huéspedes? —siguió rep
Una semana después de la boda. ¡No veo bien a Rosa! —Rodolfo no paraba de pasar su mano por la frente de María y ella no podía aguantar sus lágrimas. Milton ingresó a la sala con el doctor junto a él. —¡Gracias a Dios está aquí! Por favor, revise a Rosa. —No perdamos más tiempo y vayamos. Al ver a Rosa, el doctor se sorprendió. Era asombroso que en una semana hubiera envejecido tanto como si hubiese transcurrido veinte años sobre ella. —¿Ahora comprende mi asombro, doctor? —exclamó Rodolfo al ver la cara del galeno. —Por supuesto que lo veo —respondió el médico, sacando sus instrumentos para examinar a la paciente. —¿Cuándo empezó este deterioro? —Ella se mostró muy triste cuando mi hija se casó con el conde Dómine, pensé que era melancolía, pero días después de su boda, Rosa comenzó a desmejorarse y verse cada vez más acabada. —Entiendo y, por cierto, felicitaciones por el matrimonio de su hija, mejor partido no pudo conseguir —al pronunciar aquellas palabr
—Al diablo, con las probabilidades de que él naciera o no, ¡la verdad es que él nació! ¡Ahora la sacrificada es mi hija! —Adrián sintió que Rodolfo tenía razón, sin embargo, se mantuvo en silencio. —Ella aún no ha sido sacrificada. Rosa, tu cocinera ha lanzado un hechizo sobre Estefanía y por eso está muriendo. Arturo la contaminó de veneno oscuro al descubrir lo que había hecho. El conjuro que ella lanzó no es fuerte, pero nos dará tiempo. Podemos salvarla —Nahe apoyó una mano sobre el hombro de Rodolfo, quien lo miraba con ojos doloridos—. Rodolfo, debo ser sincero contigo, todo puede caer si él le engendra un hijo; sin embargo, si Estefanía es como Isabel y rechaza la oscuridad que Arturo le ofrece, podemos sacárselo sin matarla, pero quedaría estéril, no podrá engendrar jamás. —«Oh, Dios mío», la voz de Rodolfo sonó aterrada, entonces una vez más, pensó que hubiera sido mejor que no le hubiesen devuelto su memoria. En ese instante rogó por la ignorancia. —Hay sociedades s
—Al diablo, con las probabilidades de que él naciera o no, ¡la verdad es que él nació! ¡Ahora la sacrificada es mi hija! —Adrián sintió que Rodolfo tenía razón, sin embargo, se mantuvo en silencio. —Ella aún no ha sido sacrificada. Rosa, tu cocinera ha lanzado un hechizo sobre Estefanía y por eso está muriendo. Arturo la contaminó de veneno oscuro al descubrir lo que había hecho. El conjuro que ella lanzó no es fuerte, pero nos dará tiempo. Podemos salvarla —Nahe apoyó una mano sobre el hombro de Rodolfo, quien lo miraba con ojos doloridos—. Rodolfo, debo ser sincero contigo, todo puede caer si él le engendra un hijo; sin embargo, si Estefanía es como Isabel y rechaza la oscuridad que Arturo le ofrece, podemos sacárselo sin matarla, pero quedaría estéril, no podrá engendrar jamás. —«Oh, Dios mío», la voz de Rodolfo sonó aterrada, entonces una vez más, pensó que hubiera sido mejor que no le hubiesen devuelto su memoria. En ese instante rogó por la ignorancia. —Hay sociedades s
Estefanía. «Cuando tu alma esté cansada y tu corazón débil, invoca mi nombre Estefanía, piensa en mí como si fuera un rayo de sol que va entrando por tu ventana… ¿Podría imaginarlo en un prado lleno de flores? Ahora, ¡correr por ese prado! ¿Podrías verme aquí cerca de ti?» — La voz de Adrián apareció en mi mente, dándome instrucciones para sobrevivir del dolor. Me sentí tranquila y con una sensación de tranquilidad al escucharlo —Podrás encontrarme en este lugar hasta que tus lágrimas se agoten. —Desperté de inmediato y, al hacerlo, experimenté un dolor intenso en toda la parte del cuerpo, como si hubiera sido víctima de un gran golpe. La sensación de malestar no fue únicamente un síntoma de descontento, ya que se acompañaba de una debilidad intensa que me dificultaba levantarme de la cama. No obstante, como pude, me levanté. Me di cuenta de que llevaba puesto un camisón de dormir, así que me fui hacia el espejo de la peinadora y empecé a revisarme minuciosamente. No encontré ni