CAMINOS.

—El tiempo ha llegado para que el cuervo negro vuele lejos, tú eres un ángel destinado a caminar por aquí, en mi interior —agregó, pero esas palabras fueron dichas únicamente para mí. Nadie más las escuchó. Otra vez el miedo me invadió, la palabra “cuervo” me hizo recordar al ave negra que vi en mi cuarto.

—Después de las profundas declaraciones de los esposos, seguimos —sonrió el sacerdote pasándose un pañuelo por la frente. Las bendiciones prosiguieron y llegó el momento final: —Puede besar a la novia, Arturo tocó mis mejillas y notó que había llorado. Su dedo se posó con rapidez para limpiar algunas lágrimas descarriadas; luego, tomó mi rostro para alzarlo contra él y, delante de todos, aferró sus labios a los míos.

— Amada mía, te prometo que esas lágrimas serán de felicidad y placer, de ahora en adelante —susurró contra mi boca logrando que me ruborizara. Después de la bendición final, todos se pusieron en pie para felicitarnos. Rodolfo y Libia me abrazaron. Rosa aún se mante
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