LAS HUELLAS NO SE BORRAN.

Arturo.

Los pensamientos hacia Estefanía estaban sujetos a mi espíritu, sin dar lugar a nada más. Al besarla de nuevo, comprobé que la esencia del maldito centinela estaba arraigada por completo en su alma; sus raíces estaban propagadas y afianzadas por todo su interior, luchando por seguir dando frutos.

El silencio era ensordecedor y sepulcral, los centinelas parecían haberse evaporado, pero yo sabía que no era así. Nunca cierran los ojos, sus almas siempre están en vigilia. Por otro lado, Alyan ya no ocupaba el cuerpo del nuevo sacerdote, lo verifiqué cuando fui a hablar con él el día antes para finalizar mis planes. Deseaba que Alyan fuera el que me casara, pero era inocente de mi parte pensar que él todavía estaba ocupando el cuerpo de ese desdichado hombre y más aún cuando Adrián estaba sufriendo la infección que podía convertirlo en un oscuro. “Lo más probable es que todos los centinelas están unidos, creando un ritual que requiere muchos días para sacar al primogénito de
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