ANASTASIA REINA SIN ALMA.

Al descender, quede más sorprendida. La propiedad estaba llena de grandes árboles de pinos, y en todo el centro, un lago artificial adornaba gran parte del jardín principal; todo era asombroso e imponente. La propiedad era tan grande que mi visión se perdía ante tanta inmensidad, y en realidad no sé dónde empezaba y dónde terminaba; tuve la sensación de que la riqueza de Arturo también procedía de su madre.

—Un paraíso —susurré, entonces pensé que la mente creadora de ese jardín tenía que ser la madre de Arturo; ya Mariana me había contado de sus dones.

El lacayo abrió la puerta de madera y hierro donde también se podía ver el emblema de los condes Dómines. En la habitación vi las escaleras que se desprendían del ala este y oeste de la gran sala, eran de madera pulida y mármol, dando una apariencia ovala a la habitación, y en su centro había una gran chimenea. Las paredes eran blancas e inmaculadas, adornadas por finas lámparas del mismo color negro del barandal de las escaler
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