REALIDADES QUE MATAN.

Estefanía.

Poco a poco fui abriendo los ojos y, una vez más, la molestia en todo mi cuerpo se hizo notar. Tenía otra vez la sensación de ser víctima de una golpiza. El simple intento de incorporarme me producía dolor. Respiré hondo para tomar fuerza y pararme; al hacerlo, otra vez se manifestó un fuerte dolor de cabeza. Recordé a Arturo dándome la sangre y mordiéndome; instintivamente y nerviosa pasé la mano por mi cuello, afortunadamente no percibí nada.

—Buenos días, condesa —dijo Arturo, provocando que me exaltara. Su imponente figura se encontraba cerca de la ventana, observando a través de ella y dándole la espalda a nuestra cama. Se encontraba sin camisa, solo usaba la parte baja del pantalón; el dormitorio estaba muy claro. En una medida inmediata, me examiné y comprobé que estaba completamente desnuda. Me aferré a la sabana dejando de un lado mi molestia física en su lugar. Recordé lo sucedido la noche anterior.

De soslayo pude ver la musculatura de Arturo; quise escap
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