Adrián. Días después. Estamos cansados; el trayecto fue bastante agitado. Esta vez no seleccionamos las puertas entre dimensiones. Los atajos para llegar a diferentes destinos no eran sencillos, existía la posibilidad de llegar a otro sitio no deseado como, por ejemplo: al imperio de los Nacrofeles y ese era el último lugar a donde quería entrar un guardián o un oscuro. Los centinelas llegaron a la guarida de Londres en grupos. Todos estos seres sobrenaturales se inclinaban ante Nahethis y Alyan. Mientras yo contemplaba a cada guardián llegar con diferentes características. Cristian notó mi estupor y se me acercó. —Esto debe ser muy duro para ti; ver a la mujer que amas al lado de esos demonios es como morir un poco cada día. —Considero que es más difícil de comprender, ya que no existen palabras para expresarlo. Sientes como si estuvieras ardiendo desde dentro hacia fuera, tal como Samuel explicó lo de la combustión espontánea. —Adrián —me llamó mi padre—. Ven,
—Hijo, es tu turno —dijo mi padre. Al principio no entendí lo que quiso decir. —No ponga esa expresión, quiero que pelees con Romina —no pude evitar carcajear. —¡Padre, no voy a pelear con una mujer! —¿Estás al tanto de su capacidad y, a pesar de ello, no deseas verla como tu misma persona? —Esas cosas con las que se enfrentó no son reales, por lo que, por consiguiente, no son tan peligrosas al momento de practicar. Estoy completamente convencido de que un verdadero Nacrofel sería más despiadado y astuto, así me asegures lo contrario —luego giré hacia ella—. Sin intención de ofenderte, me complace enormemente tus técnicas, pero no tengo intención de enfrentarte. —Hijo de Nahethis, ciertamente estos no son Nacrofeles reales; estas réplicas las usamos para practicar, también es verdad que los reales son más letales, pues roban la fuerza, la luz y finalmente el alma a través de sus tres ojos, por eso hay que evitar el contacto visual, sin embargo, tú si eres real y podemos
Estefanía. La frialdad de aquel día de noviembre persistió en mi interior. Se me clavaban en los huesos. La voz de Mery y la de Mariana no me sacaban de mi mundo. —¡Vendrá lo mejor de Londres! —le comentó Mariana a Mery—. ¡Todo está quedando hermoso y los antifaces que enviaron a confeccionar para los invitados, son simplemente magníficos! Cada detalle las convierte en una obra de arte singular, como la de Estefanía, inspirada en los carnavales de Venecia —manifestó Mariana mientras me sujetaba mi vestido. —¡Estefanía, cambia esa cara! Ya es hora de arreglarte, ya son las siete de la noche y no querrás que la condesa madre te vea con ese aspecto. Te advierto que ella, como toda madre, es protectora de su hijo y deberías disimular, aunque sea un poco ese desagrado que muestras —me advirtió, sacándome de mi dejadez. Al intentar decir algo, una voz procedente de los pasillos se oyó y la puerta se abrió. —¡Buenas noches! —Mariana y Mary guardaron silencio. —Arantxa —dijo Marian
El vestido fue cayendo sobre mí como si fuera una cascada roja que se ajustaba a mis formas. El escote trasero era un tanto atrevido, el corpiño se cernía sensualmente sobre mi cintura y la falda caía esbelta en movimientos oscilantes que arrancaban los destellos de los detalles del bordado. Era un hermoso vestido que revelaba lo mejor de mi cuerpo. Yo era toda belleza por fuera y desolación por dentro. —Ya falta poco para que mi trabajo quede terminado —dijo Arantxa con un brillo demoniaco en sus ojos —¡Oh querida! Arturo, mi caballero oscuro, me adorará aún más; saqué de su condesa el brillo más resplandeciente; te advierto que deberás aprender más sobre las artes amatorias porque las necesitarás. ¡Te espera fuego, querida! Y la sed de un hombre indomable qué te desea a muerte —aquellas palabras por parte de Arantxa quizás en un pasado me hubieran ruborizado, pero mi inocencia ya no existía. “Fuego insaciable” ¡Qué bien definió a Arturo! Aquella noche, cuando llegamos a «Sol Noctu
Estefanía.La puerta de mi habitación sonó después de unos instantes de haberse marchado Arantxa y se abrió para dejar entrar a Mery, dijo: —Condesa, el señor la espera en la sala, me ha solicitado que bajara.—En breve —le respondí, inhalé un poco de aire y tomé la máscara.Caminé hacia las escaleras con la convicción de que hoy conocería a la condesa madre. No tenía idea de cómo debía actuar ante ella, si debía sonreír, aunque para aquellas personas el disimular no era beneficioso, ellos leían mentes. Como me lo informó Mery, en la sala estaba Arturo junto a Arantxa, que llevaba un vestido negro tan maravilloso como el que yo usaba. Tenía el antifaz puesto, negro con aplicaciones en pedrería plateada para hacer juego con su traje. Su escote era más pronunciado que el mío. Arturo, al verme descender, se ubicó rápidamente al final de la escalera para ofrecerme su mano. Él tampoco lucía nada mal; llevaba el cabello recogido, un traje negro con detalles bordados en toda la solapa en for
Adrián. —Qué hermoso te ves Cristian en ese cuerpo —se burló Romina mientras nos dirigíamos en carruaje por las calles de Londres. —Es una pena que yo no pueda decir lo mismo de ti, esa mujer que posees no es nada atractiva; y no lo digo por su físico, sino por su alma. —Por favor hagamos silencio —les pedí. —Veo que te queda como anillo al dedo el papel que interpretas. ¡Cascarrabias! —refunfuño Romina. —Adrián, te recomiendo que te relajes, recuerda que mientras más tranquilo estés, mejor saldrán las cosas —me recordó Cristian, suspiré. —¿Dónde se encuentran los demás? —él me miró sorprendido, era sumamente inquietante mis ansiedades. —En los sitios estratégicos establecidos, Adrián —no dije nada más, y traté de concentrarme. —No permitas que se te acerquen mucho, sé que no será sencillo, pero tenemos algo que ellos no poseen —dijo Cristian tocándose el tercer ojo. —Y este duele como un demonio cuando estamos en presencia de un hijo de la noche, por más disfraces que utilizan
Estefanía.La bebida que Anastasia me había dado de tomar, me llenó de energía antinatural.—Querida, tu rostro mejoró —me dijo y luego me tomó la mano; Arturo sonrió al vernos juntas.—Esta noche es la mejor de mi vida, espero que nada ni nadie la estropee. Estar con las dos mujeres que amo no tiene precio —manifestó Arturo, luego se situó en el medio de las dos y nos ofreció sus brazos. Comenzamos a descender por las escaleras; los músicos, que adornaban sentados con sus instrumentos a los lados de la escalera Imperial, detuvieron la música al vernos, y entonces todos se estremecieron; los aplausos se hicieron sentir y diminutos papeles brillantes de color plata y dorado comenzaron a caer; mientras bajaban podía oír los susurros de impresión, volví a girar para distraerme de tanto estruendo. La sala de los espejos me había impactado, al igual que los maravillosos decorados en los que reinaba el mármol puro y el brillo reluciente y colorido. Mi breve observación finalizó cuando Anas
Estefanía.La bebida que Anastasia me había dado de tomar, me llenó de energía antinatural.—Querida, tu rostro mejoró —me dijo y luego me tomó la mano; Arturo sonrió al vernos juntas.—Esta noche es la mejor de mi vida, espero que nada ni nadie la estropee. Estar con las dos mujeres que amo no tiene precio —manifestó Arturo, luego se situó en el medio de las dos y nos ofreció sus brazos. Comenzamos a descender por las escaleras; los músicos, que adornaban sentados con sus instrumentos a los lados de la escalera Imperial, detuvieron la música al vernos, y entonces todos se estremecieron; los aplausos se hicieron sentir y diminutos papeles brillantes de color plata y dorado comenzaron a caer; mientras bajaban podía oír los susurros de impresión, volví a girar para distraerme de tanto estruendo. La sala de los espejos me había impactado, al igual que los maravillosos decorados en los que reinaba el mármol puro y el brillo reluciente y colorido. Mi breve observación finalizó cuando Anas