Estefanía.La puerta de mi habitación sonó después de unos instantes de haberse marchado Arantxa y se abrió para dejar entrar a Mery, dijo: —Condesa, el señor la espera en la sala, me ha solicitado que bajara.—En breve —le respondí, inhalé un poco de aire y tomé la máscara.Caminé hacia las escaleras con la convicción de que hoy conocería a la condesa madre. No tenía idea de cómo debía actuar ante ella, si debía sonreír, aunque para aquellas personas el disimular no era beneficioso, ellos leían mentes. Como me lo informó Mery, en la sala estaba Arturo junto a Arantxa, que llevaba un vestido negro tan maravilloso como el que yo usaba. Tenía el antifaz puesto, negro con aplicaciones en pedrería plateada para hacer juego con su traje. Su escote era más pronunciado que el mío. Arturo, al verme descender, se ubicó rápidamente al final de la escalera para ofrecerme su mano. Él tampoco lucía nada mal; llevaba el cabello recogido, un traje negro con detalles bordados en toda la solapa en for
Adrián. —Qué hermoso te ves Cristian en ese cuerpo —se burló Romina mientras nos dirigíamos en carruaje por las calles de Londres. —Es una pena que yo no pueda decir lo mismo de ti, esa mujer que posees no es nada atractiva; y no lo digo por su físico, sino por su alma. —Por favor hagamos silencio —les pedí. —Veo que te queda como anillo al dedo el papel que interpretas. ¡Cascarrabias! —refunfuño Romina. —Adrián, te recomiendo que te relajes, recuerda que mientras más tranquilo estés, mejor saldrán las cosas —me recordó Cristian, suspiré. —¿Dónde se encuentran los demás? —él me miró sorprendido, era sumamente inquietante mis ansiedades. —En los sitios estratégicos establecidos, Adrián —no dije nada más, y traté de concentrarme. —No permitas que se te acerquen mucho, sé que no será sencillo, pero tenemos algo que ellos no poseen —dijo Cristian tocándose el tercer ojo. —Y este duele como un demonio cuando estamos en presencia de un hijo de la noche, por más disfraces que utilizan
Estefanía.La bebida que Anastasia me había dado de tomar, me llenó de energía antinatural.—Querida, tu rostro mejoró —me dijo y luego me tomó la mano; Arturo sonrió al vernos juntas.—Esta noche es la mejor de mi vida, espero que nada ni nadie la estropee. Estar con las dos mujeres que amo no tiene precio —manifestó Arturo, luego se situó en el medio de las dos y nos ofreció sus brazos. Comenzamos a descender por las escaleras; los músicos, que adornaban sentados con sus instrumentos a los lados de la escalera Imperial, detuvieron la música al vernos, y entonces todos se estremecieron; los aplausos se hicieron sentir y diminutos papeles brillantes de color plata y dorado comenzaron a caer; mientras bajaban podía oír los susurros de impresión, volví a girar para distraerme de tanto estruendo. La sala de los espejos me había impactado, al igual que los maravillosos decorados en los que reinaba el mármol puro y el brillo reluciente y colorido. Mi breve observación finalizó cuando Anas
Estefanía.La bebida que Anastasia me había dado de tomar, me llenó de energía antinatural.—Querida, tu rostro mejoró —me dijo y luego me tomó la mano; Arturo sonrió al vernos juntas.—Esta noche es la mejor de mi vida, espero que nada ni nadie la estropee. Estar con las dos mujeres que amo no tiene precio —manifestó Arturo, luego se situó en el medio de las dos y nos ofreció sus brazos. Comenzamos a descender por las escaleras; los músicos, que adornaban sentados con sus instrumentos a los lados de la escalera Imperial, detuvieron la música al vernos, y entonces todos se estremecieron; los aplausos se hicieron sentir y diminutos papeles brillantes de color plata y dorado comenzaron a caer; mientras bajaban podía oír los susurros de impresión, volví a girar para distraerme de tanto estruendo. La sala de los espejos me había impactado, al igual que los maravillosos decorados en los que reinaba el mármol puro y el brillo reluciente y colorido. Mi breve observación finalizó cuando Anas
El contacto de su mano me devolvió todos los recuerdos y las situaciones extrañas que había vivido junto a él durante su desarrollo; lo que más se perpetuó en mi cabeza, fue la historia de Isabel, mi antepasada. En ese momento, caí en cuenta e hice gestos de alejarme para buscar la expresión de mi esposo.—No lo hagas Estefanía, en él no verás su maldad con tanta facilidad, pero te aseguro que la de Leo sí y no podrás evitar alterarte. Te recomiendo que te tranquilices, que no noten que has aceptado tu don. Estamos en un nido de demonios y no te imaginas lo que sucederá esta noche.—Rosa me lo advirtió varias veces y me pidió que aceptara mi don.—No es el momento de reflexionar sobre el pasado, debemos abandonar este lugar; pero debes brindarme ayuda y buscar un lugar seguro. Más de nosotros están fuera de la estructura, esto será un pequeño Pandemónium. Estefanía, todos los asistentes a esta fiesta quedarán inmóviles como estatuas, así como ya lo estás viendo y los caballeros oscuro
—¡Contempla tu obra! —exclamó Mariana y tomó mi rostro para enfocarlo en el punto—. ¡No te hagas la tonta, sé que no lo sientes! —me restregó mientras continuaba inmovilizada, llorando lágrimas de sangre. Una lucha implacable se materializaba entre los dos hombres, vi a Adrián caer y levantarse con rapidez. Arturo lo había tomado por el cuello e hizo ademanes de torcérselo, grité.—¡Tómame a mí, Arturo, voy contigo, te seré fiel, pero déjalo en paz! —Eso provocó que Mariana se burlara.—No es tan ágil tu centinela —al finalizar sus palabras, Adrián intuyó mi presencia en aquel salón, se percató de que no había cumplido su orden, entonces giró y quitó los brazos de Arturo, jalándolo y lanzándolo frente a él. El rostro de Arturo se volvió más diabólico y abrió la boca, dejando salir una especie de humo negro que se fue en contra de Adrián, pero que no logró tocarlo debido a la luz que lo envolvió como un escudo protector. Las burlas de Mariana se habían esfumado, no pude evitar sonreír.
Estefanía.¡No! —grité con todas mis fuerzas. ¡Te maldigo mil veces Arturo Palacios! —Arturo, permaneció impasible ante mis maldiciones, sosteniendo la espada que había hundido en la humanidad de Adrián; acero que extrajo del guerrero caído solo cuando ya estuve cerca.Me dejé caer sobre el cuerpo del hombre que amaba; pude percibir su voz entre los recovecos de mi cabeza, sus ojos se apagaban.—¡No me abandones! —le supliqué entre murmullos cortados, pero aquel eco se desvanecía sin dejar huellas, solamente la herida viva y contundente que se extendía a lo largo de mi pecho, me restregaba una y otra vez lo real que era aquella situación: Arturo había cumplido su promesa.Arturo me tomó por la cintura, y sin esfuerzo me levantó del suelo contra mi voluntad.—¡Déjame! —le grité enfurecida, Arturo me giró dejándome frente a él, y me aferró por los cabellos.—Lo dije, esté mundo, es muy reducido para esa escoria y yo.—¡Saca tu espada y córtame la garganta! —Arturo permaneció en silencio
—¡Detente Luthzer! —exclamó Nahe, uniéndose al lamento de Anastasia, y enseguida cruzó el umbral.—¡La única forma de impedir esta matanza es que me lo entregues a él! —exigió Luthzer, señalando al otro ser que era idéntico al padre de Adrián.—Alyan no se unirá a tus filas. Por más daño que me hagas —le dijo Nahethis; los ojos de Luthzer se volvieron más diabólicos.—Alyan, ¡mira lo que has hecho conmigo! Soy esto, soy oscuridad, muerte, peste, los jinetes del Apocalipsis ¡La destrucción de un mundo entero en un solo cuerpo! —Entonces, con una de sus uñas afiladas, se rasgó su propia cara y pude ver esa misma herida abrirse en el rostro de Alyan; la herida se cerró rápidamente de la misma manera que a Luthzer. Ve a través de mí, sangra conmigo y únete a mí. Tu vida, hermano, durará la misma que la del árbol al que estás unido, y ese árbol soy yo… soy inmortal. Así que de nada sirve que intentes extinguir tu espíritu para acabar conmigo, porque cada vez que lo intentes, yo te sanaré a