ABSENTA.

—Ven conmigo, por favor —me extendió su mano y yo la tomé. Arturo se dirigió hacia el magnífico piano de cola negro, apartó el banco del instrumento y me invitó a sentarme.

—A ver, muéstreme cómo lo hace —me pidió, sentí que el corazón se me saldría por la boca; al principio sentía los dedos entumidos debido a los nervios, respiré profundamente y comencé a tocar. Dejé que los dedos se amoldaran, expresando mis sentimientos de manera abiertamente, hasta que estos se ajustaron perfectamente a la música. Cerré los ojos y permití que mis sentimientos se manifestaran; me dejé llevar por la música, que me hablaba de amor y dolor. No me había percatado de que el tiempo había transcurrido de manera bastante acelerada en el momento en que, tras interpretar una pieza, mis manos ansiosas se aquietaron y la música dejó de sonar. La voz del conde no tardó en hacerse presente.

—Estefanía, su toque es encantador, no tiene nada que envidiar a ninguna dama de sangre noble —su voz sonó llena de emoc
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